Durante el mes de septiembre la guerra en Ucrania ha sufrido un significante cambio. La resistencia ucraniana apoyada por la continua ayuda militar estadounidense y europea, ha lanzado una contraofensiva ucraniana en el este del país en la que han recuperado más de 8.000 kilómetros cuadrados de territorio ocupado. El Kremlin por su parte no se ha quedado de brazos cruzados y anunció la movilización de 300.000 reservistas del ejército para apoyar las operaciones militares que mantiene en Ucrania en un futuro cercano. Este anuncio desencadenó numerosas protestas en diferentes ciudades rusas ocasionando más de 1.000 arrestos y miles de personas han huido de Rusia por temor a ser llamados a combate.
Posteriormente, la situación en Ucrania ha seguido escalando notablemente y lejos de encontrar algún tipo de acuerdo que conduzca al fin del conflicto armado, Vladimir Putin, en su afán por continuar con esta sangrienta guerra, anunció la anexión de los territorios ocupados del este y el sur de Ucrania tras unos referéndums tachados como ilegítimos y falsos por Occidente y la ONU.
Los referendums organizados entre el 23 y el 27 de septiembre en Donestsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón violan los principios más elementales del derecho internacional en cuanto a que dicha anexión territorial proviene del uso de la fuerza y, por lo tanto, viola la Carta de Naciones Unidas de 1945, norma de la cual Rusia y Ucrania son signatarios.
Al Kremlin no le ha pesado su particular “responsabilidad particular” al ser miembro permanente del consejo de seguridad de la ONU para anexionar a la Federación Rusa alrededor del 15% del territorio ucraniano. Según los resultados difundidos por las autoridades prorrusas, entre el 87.05% y el 99, 23% de los votantes apoyaron la anexión. Sin duda unos datos acordes al ambiente que viven los habitantes de dichas zonas que se han visto obligados a votar a punta de pistola.
Tampoco le ha pesado a Putin de que Jersón y Lugansk son los únicos territorios sobre los que Rusia está cerca de tener control total, dado que en Donestsk y la región sureña de Zaporiyia las fuerzas ucranianas controlan bastas áreas de territorio.
La respuesta de Ucrania a la escalada mas grave desde el inicio de la guerra ha sido evidente. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha cerrado la oportunidad de un posible diálogo con el Putin, tomando en cuenta que había advertido en muchas ocasiones que los pseudoreferéndums destruirían la posibilidad de conversaciones de paz.
Zelenski ha anunciado la presentación de una solicitud acelerada para entrar en la OTAN, afirmando que Ucrania ya ha probado la compatibilidad con los estándares de la Alianza. La OTAN por su parte ha manifestado que dicha decisión corresponde al consenso entre sus miembros y por ende a la aprobación de los correspondientes parlamentos, tal como ocurrió recientemente con Finlandia y Suecia. La OTAN ha manifestado desde el inicio del conflicto su apoyo incondicional a Ucrania, pero también ha reiterado que no forma parte del conflicto.
La anexión de los territorios del Dombás, Jersón, Zaporiyia y la ya anexionada Crimea representan que Rusia absorbe al menos 90.000 kilómetros cuadrados de territorio ucraniano, un área similar a Portugal. Con este movimiento Putin busca legitimar los ataques ucranianos en estas áreas como un ataque a su territorio soberano. El Kremlin ha manifestado en diversas ocasiones su intención de usar todos los medios a su alcance, incluido los ataques nucleares, para defender su territorio.
Sin duda alguna nos encontramos en el momento más tenso desde el pasado mes de febrero cuando el Kremlin decidió iniciar su particular “operación militar especial”.
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