Hace 33 años, Jon Sobrino (1938-) colaboró académicamente en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), analizando la difícil situación desde el ámbito universitario. Como es propio de los conflictos que enfrentan intereses, la tarea de sus hermanos jesuitas de la UCA desagradó a los grupos en conflicto. Los jesuitas les dijeron a ambos bandos las inconsistencias de sus acciones y discursos y, además, les recordaron las muchísimas víctimas que producía su incapacidad para visualizar alternativas y negociar.

Conocí a Jon Sobrino en junio del año 2005 en El Salvador, a propósito del II Congreso de Filosofía Xavier Zubiri. Un hombre cálido en el trato, de prodigiosa memoria y entregado a la defensa de las víctimas. El atributo que ha caracterizado a este teólogo de la liberación es mirar la realidad del tercer mundo desde su Dios y actuar sobre esa realidad con la misericordia divina. La misericordia, parece, es la vía más decorosa cuando se enfrentan intereses. (Mientras hoy muchos grupos pentecostales “defienden” la teología de la prosperidad , la teología de Sobrino no se resiste a que se le conmuevan las entrañas y a hacer de esa experiencia una forma de vida.) Paralelamente, Ignacio de Loyola determinó que sus jesuitas fueran “contemplativos en la acción”. Y, a la luz de la Congregación General XXXII, eso significó el servicio de la fe y la promoción de la justicia por parte de la Compañía de Jesús.

Para quienes piensan que Sobrino y la Teología de la Liberación (mejor aún, "las" teologías de la liberación, porque son muchas, mas no es este el momento para desarrollar esta idea) está equivocada teológicamente, es necesario revisar los escritos de los Padres de la Iglesia, quienes dieron y dan línea sobre las verdades de fe del cristianismo en sus orígenes, mismos que invitan y retan a los que se llaman cristianos hoy.

Así, por ejemplo, san Basilio (Homilía contra los ricos) señala:

(...) cuando entro en casa de un rico, viejo y tonto, me doy cuenta que carece de alma y deja sin adorno alguno su alma”.

San Juan Crisóstomo (en varias de sus Homilías) señala:

¿Os digo acaso que lo tiréis todo? No. Disfruta de lo tuyo pero una vez hayas cubierto tu necesidad haz algo necesario con lo inútil y superfluo y distribúyelo entre los que se mueren de hambre y tiritan en el frío”.

San Jerónimo (Carta a Hebidia) dice:

(...) todas las riquezas no tienen otro origen que la injusticia y no se puede uno hacer dueño de ellas a no ser que otro las pierda o se arruine”.

San Ambrosio (Sobre los deberes de los ministros de la Iglesia): “Los misterios de fe no requieren oro”.

San Agustín (Sermón 50):

Las riquezas son injustas o porque las adquiriste injustamente o porque ellas mismas son injustas ya que tú tienes y otro no tiene (...)”.

En los últimos quince siglos, muchos teólogos y teólogas también se manifestaron al respecto. San Bernardo (Tratado sobre las costumbres y deberes de los obispos):

Todo lo que aumenta vuestras vanidades se le quita a nuestras necesidades”.

Meister Eckhart (Discursos de instrucción):

(...) tengo por mejor que dejara el éxtasis y sirviera al necesitado con gran amor”.

Santa Teresa de Jesús (Meditación de los Cantares):

[El rico] si entendiese, no comería con tanto contento ni se daría a gastar lo que tiene en cosas impertinentes y de vanidad. Así vosotras, hijas, siempre mirad con lo más pobre que pudiéredes pasar, así de vestidos como de manjares (...)”.

Erasmo de Rotterdam (Comentario al salmo 85):

Dios no escucha nada más que a los pobres”.

Santo Tomás Moro (Utopía):

Así, la irrazonable codicia de unos pocos ha convertido en una completa ruina (...) lo que debía ser la principal fortuna de vuestro reino”.

Karl Barth (Dogmática de la Iglesia):

El mandamiento de Dios (...) será siempre y en todas las circunstancias una llamada hacia la oposición, hacia la humanidad y en contra de todas las maneras de pisotearla (...) la comunidad cristiana ha tardado mucho en comprender esto”.

Mounier (Oeuvres IV):

A muchos de los que disertan sobre el comunismo les ha faltado ir a mezclarse con las casas y los hombres de ese suburbio que se llama rojo y que, de cerca, no es más que gris (...) No: nuestra filosofía no quiere renunciar a esas malas compañías”.

San Romero de América (Homilía del 09/09/1979):

Es inconcebible que se diga alguien cristiano y no tome, como Cristo, una opción preferencial por los pobres (...) ¡Eso ya no es cristianismo!”

Francisco I (Evangelii gaudium):

Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo”.

Jon Sobrino, como teólogo de la liberación, y más allá de la posición teológica que se asuma, es un hombre que recuerda que los seres humanos más frágiles son responsabilidad de los más favorecidos. De ser así, la revolución más radical no es política ni económica, sino misericordiosa, subversiva, en donde las otras dos deben ser consecuencia de esta.

En el cristianismo, los pobres son los vicarios de Cristo.

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