En el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el presidente Putin proclamó durante su intervención que la era del mundo unipolar “se ha terminado, pese a todos los intentos de mantenerla y conservarla por todos los medios”, lo cual, marca el advenimiento de un orden multipolar (orden inclusivo) y —por necesidad lógica— la génesis de una filosofía política centrada en la restructuración ontológica, gnoseológica y epistemológica de la identidad de todos los pueblos y naciones de la tierra. Esta nueva concepción de las relaciones internacionales y de la filosofía política fue propuesta por el filósofo ruso Alexander Dugin en su libro La Cuarta Teoría Política. Su tesis afirma que la historia política del siglo XX se caracteriza por la pugna entre tres teorías políticas, el liberalismo, el marxismo y, el fascismo y el nacionalsocialismo, dentro de las cuales, solo el liberalismo ha trascendido en detrimento de la soberanía de todos los países. La sentencia del filósofo se enmarca como una crítica a lo que él denomina el orden mundial americanocéntrico, es decir, la influencia única de los Estados Unidos en todas las esferas de las actividades humanas a nivel global.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial (y especialmente, desde el término de la Guerra Fría), se considera a los Estados Unidos el líder de la concepción política liberal, en otras palabras, la cabeza del mundo ‘libre’, democrático y basado en una economía de mercado (capitalismo), por tanto, en esencia, se puede afirmar que el orden internacional vigente es la representación exclusiva de los valores de la Modernidad y de la Ilustración, que es lo mismo a la visión del mundo Occidental, contra lo cual Dugin destaca la urgencia de reemplazar.

Si se sigue esta línea, se concluye además que la Carta de las Naciones Unidas, la fundación de las Naciones Unidas (ONU) y demás organismos internacionales asociados, así como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional (pilares del orden internacional actual) son la promulgación de un solo punto de vista. En los mismos, no se ven encarnados los valores –en concordancia con la identidad nacional– de todas las naciones del mundo. Por ejemplo, según la teoría básica en Relaciones Internacionales se asume que pensadores occidentales como Immanuel Kant, entre otros, se constituyen en arquitectos teórico-prácticos del orden internacional vigente, puesto que, en el caso de Kant, este tuvo la idea a finales del siglo XVIII de establecer una sociedad de naciones como solución efectiva a los conflictos bélicos en Europa, lo cual, expone en su célebre obra Sobre la paz perpetua, en otras palabras, dicho escrito funge como fundamento teórico de la Sociedad de las Naciones y su sucesora la ONU. Ante este panorama desfavorable, Dugin plantea una salida anclada en la Teoría del Ser (Dasein) del insigne filósofo alemán Martin Heidegger, la cual, expone que la constitución ontológica de todo ser humano, pueblo y nación no se corresponde con los cambios experimentados por estos a lo largo de su existencia, sino, con su expresión original, el estado primario de lo que es (significado e identidad), el cual, antecede a toda superestructura ideológica, social, política y filosófica.

Desde luego, este concepto es muy complejo, pero si lo comprendemos en términos de identidad podemos cuestionarnos, por ejemplo, en nuestro caso, ¿qué es ser costarricense? Desde el punto de vista del filósofo ruso es difícil contestar a esta pregunta porque su respuesta ha sido oscurecida por una sola cosmovisión, la teoría política liberal que es igual a una parte de la concepción Occidental de la realidad.

Por tanto, a partir de los rudimentos de la Cuarta Teoría Política se sigue que la proposición de Dugin no se constituye en un atentado contra el orden racional del mundo, todo lo contrario, es una crítica necesaria para impedir la imposición de unos valores o la manipulación del pensamiento. A pesar de que algunos individuos intentan menoscabar al filósofo, lo cierto, lejos del pensamiento crítico, es que muchos de los argumentos de estos caen principalmente en falacias de atinencia ad hominem abusivo y circunstancial, así como de petición de principio, conclusión inatingente y pregunta compleja. Por ejemplo, en un debate para el Instituto Nexus el destacado filósofo francés Bernard-Henri Lévy afirma que el pensador ruso es la personificación del nihilismo presente, sus libros están rodeados por un ambiente morboso y es racista.

Si se presta atención a un libro como la Cuarta Teoría Política desde un enfoque relativista (no es lo mismo a nihilista), el lector o la lectora se percatará que la tesis del filósofo ruso tiene un significado, es decir, no promueve la idea central del nihilismo sobre el sinsentido de la vida y la ‘libertad’ para actuar sin una ley o un código moral. El propósito de la Cuarta Teoría Política es –en contraste al argumento de Lévy– desenmascarar el racismo civilizatorio que propugna el liberalismo.

Por tanto, la tendencia malsana está del lado de la teoría política liberal. Otros filósofos occidentales como Simon Blackburn reconocen la imposibilidad de, por ejemplo, legitimar la existencia de los derechos humanos. Filósofos liberales como Alasdair MacIntyre van más lejos y afirman que los derechos humanos no son más que ficciones morales (producto de la imaginación).

Desde el punto de vista de Dugin, son un instrumento de poder para definir cuáles naciones son moralmente superiores e inferiores (racismo civilizatorio). Incluso, como ejemplo crítico, respecto a los problemas ético-morales en torno a la invasión de Rusia en Ucrania, figuras occidentales como el Papa Francisco en un diálogo con directores de revistas culturales europeas de la Compañía de Jesús, pidió “alejarse del patrón normal de que Caperucita Roja era buena y el lobo era malo” y que la invasión “quizá, de alguna manera, fue provocada o no impedida”.

En el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, Putin añadió que “el cambio es un proceso natural de la historia”. Acaso, cuando se consuma el nuevo orden internacional saldrá a la luz la verdad.

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