Quién lo hubiera pensado, miles de años buscando la felicidad, y en este siglo XXI estamos obligados a ser felices, y de la forma menos imaginada, una felicidad sentimental, emocional y muy ligera, instantánea y sumamente fácil de adquirir.
Como lo dice el filósofo José Carlos Ruiz, somos presa de las tendencias, donde el consumo de experiencias y sensaciones son la constante. Hemos aceptado la idea de una felicidad instantánea, asociada al hiperconsumo, tanto material como emocional y, sobre todo, la tecnología nos ha llevado a una dependencia abrumadora al creer que es uno de los medios por el cual accedemos a esa felicidad instantánea, que nos brindan las pantallas y las redes sociales digitales, así como el consumo desmedido de cosas.
Lo curioso es que no son la cosas precisamente lo que nos hace felices. La tecnología es fabulosa, pero su mal uso, se han convertido en una “joda” para la sociedad en general y especialmente para la gente más joven, son un camino de difícil retorno, que nos lleva hacia una dependencia adictiva, tan dañina como la adicción al alcoholismo o las drogas y estupefacientes; la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera una enfermedad adictiva a esa dependencia de los video juegos, y de hecho en China están prohibidos para las personas menores de edad, solo está permitido su emisión en línea una hora al día, durante la noche, de las 20 a las 21 horas, solamente de viernes a domingo, 3 horas por semana. Pero, además, los hijos de neurocientíficos y de grandes propietarios de empresas de desarrollo digital, tienen muy limitado el acceso a las pantallas. Al final el análisis es sencillo, nos hemos vuelto esclavos de las pantallas, de las redes sociales digitales y del videojuego, y también del trabajo incesante para un mayor consumo, así como la búsqueda permanente de la recompensa instantánea. Epicteto, pensador griego quien fue esclavo y representante del pensamiento Estoico lo dice con meridiana claridad, “no hay esclavitud más vergonzosa que la que se asume de forma voluntaria”.
Es claro que al hablar de que las buenas redes sociales son uno de los predictores de felicidad, no me refiero a las redes sociales digitales, sino a las reales, las de carne y hueso, aquellas relaciones que disfrutamos estando en la presencia de esas personas incondicionales, con las que siempre podemos contar en nuestras vidas; las que siempre están ahí. Nos hemos aferrado tanto a las posesiones materiales, cuyas ofertas son demasiadas a nuestra disposición, que hemos olvidado por completo la relación con los otros, esa relación tan necesaria para una vida más sana y feliz. Ese miedo que hemos ido adquiriendo a perder las posesiones materiales de lo que tenemos, a ser castigados, a no ser reconocidos, es uno de los obstáculos para la tranquilidad que requiere la vida feliz.
La oxitocina, conocida como la hormona del amor, entre otras razones, se segrega ante dos situaciones fundamentales de la vida emocional, la confianza y la empatía, cuando la oxitocina esta elevada, se desactiva la zona encargada del miedo en nuestro cerebro, por lo que la ansiedad, la angustia, las obsesiones y los pensamientos negativos disminuyen su intensidad, lo que significa que es clave para las buenas relaciones sociales, por lo tanto, para la vida buena. La otra hormona es la dopamina, conocida como la hormona del placer, ambas se segregan cuando estamos disfrutando de la buena compañía física. Son parte del cuarteto de la felicidad, la dopamina, la oxitocina, la serotonina y las endorfinas., Desarrollar esas buenas relaciones sociales provoca que tengamos esos regueros de oxitocina, ya que esas relaciones significan ser amables, comunicarse de forma positiva, una simple mirada con chispas de amor por el otro, el darse un abrazo de seis segundos como lo propone Elsa Punset, el saber que podemos confiar en los otros y que realmente a esos otros no los juzgamos, sino que los entendemos, (empatía), que los escuchamos realmente, que somos asertivos cuando nos comunicamos, todo eso va generando la confianza necesaria para que esas redes sociales se fortalezcan al máximo y nos deparen sensaciones positivas y placenteras; el hecho de tener y fortalecer esas redes sociales se vuelven un protector del corazón y hasta baja los niveles del colesterol y del cortisol, causante de nuestro estrés crónico.
Es de lo más relevante, somos seres gregarios, nuestra evolución ha sido a través de tribus, miles y miles de años de evolución nos han dejado un cerebro social que siempre necesita de los otros para sobrevivir de la mejor manera posible, el otro resulta ser tan relevante como el yo, es más, el yo no es posible sin el otro, así de determinante es nuestro devenir como seres sociales.
Un ejemplo único nos daría una clara perspectiva de lo que significan las buenas redes sociales.
En la Universidad de Harvard, en 1938 iniciaron un estudio longitudinal, el único en su tipo con una duración mayor a los 75 años. Fueron 724 hombres, la mitad eran gente de la universidad que cursaban segundo año, la otra mitad, gente de los barrios marginales de Boston. Se quería investigar, ¿qué nos mantiene sanos y felices conforme avanzamos en la vida?
Recientemente se hizo una encuesta a la gente del milenio, a la pregunta de cuáles eran sus metas más importantes en la vida, el 80% respondió que hacer dinero, fortuna; otro 50% respondió que tener fama.
Hoy 60 de esas personas aún continúan con vida, el estudio sigue con los más de 2000 hijos de los 724 que iniciaron el estudio investigativo, y también se han incluido las mujeres, las que estuvieron fuera del estudio. Se tienen miles y miles de folios de los expedientes, donde cada año se les preguntaba y media todo lo posible para ir buscando las respuestas a la pregunta inicial.
En tantos años, imagínense, pasó de todo, gente que tenía fortuna, lo perdieron todo, gente del nivel social muy bajo, escalaron hasta lo más alto, hubo uno que fue presidente de USA, pasó de todo lo imaginable, a la pregunta que se les hizo al cumplir el estudio los 75 años, ¿qué los hizo felices? No fue el dinero, ni la fama, no fue la posesión de bienes materiales, nada de eso por lo que trabajamos tanto, la respuesta predominante fue, las buenas relaciones sociales, saber que hay alguien con quien podemos contar en la vida. La soledad mata, la gente que vive sola en edad adulta, vive hasta 10 años menos, podemos estar solos en medio de tanta multitud, en realidad no tiene que ver con la cantidad sino con las buenas relaciones cercanas, se vuelven vitales para la vida buena, y más en el envejecimiento.
Pasar más tiempo con personas que con pantallas, la vida buena se construye con buenas relaciones, ser feliz es sencillo, lo complejo es ser sencillo.
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