En menos de cuatro semanas nos enfrentaremos al resultado de la segunda ronda electoral, el simple hecho de escribir esta oración es intimidante, no quisiera que suene negativa, pero me cuesta que no se sienta como un trago largo de resignación y desencanto. Podríamos hablar horas de las causas de todo esto, pero quisiera centrarme en un aspecto que a simple vista puede parecer menor: el sentimiento de inestabilidad en el que vivimos. Todo a nuestro alrededor se mueve tan rápido que no podemos seguir el paso del cambio, no podemos mantenernos al día, todo es inestable, cambia antes de solidificarse.

Simon Glezos en su libro Speed and Micropolitics (Rapidez y micropolítica) hace una interesante relación entre aceleración e inestabilidad y sus efectos en los procesos democráticos. Vivimos una paradoja, a pesar de estar en la cúspide de nuestro poder tecnológico y científico, a pesar de tener tantas herramientas a nuestra disposición, desde satélites a cables submarinos que nos mantienen conectados, nos sentimos la deriva y más políticamente impotentes que nunca. Esta es la contradicción, a pesar de nuestras herramientas, vivimos en un estado constante de ansiedad e impotencia. Deseamos estabilidad y control, el capitalismo emocional y el wellbeing economy nos lo vende en distintos formatos, desde podcasts de meditación, lámparas con iluminación circadiana y apps que regulan nuestra actividad física hasta industrias mucho más turbias, como la desinformación en medios de comunicación, los discursos populistas y la incitación a la violencia para así retomar el control que tanto anhelamos.

Ahora bien, ¿Qué tiene que ver todo esto con el 3 de abril? El deseo de control y estabilidad puede desencadenar consecuencias gravísimas para la estabilidad democrática. Según Glezos:

en tiempos de aceleración, las personas temen la consulta democrática y anhelan la representación autoritaria por la forma en que identidades y narrativas estables o tradicionales se ven amenazadas”.

El deseo de estabilidad promueve la violencia hacia “lo otro”, fácilmente se encuentra una población minoritaria, normalmente inmigrantes, a la cual culpar de los desbalances e inseguridades de la sociedad. Lo más peligroso aún, y lo que nos trae de vuelta a la importancia del ejercicio del voto es que, en la búsqueda de estabilidad, las personas están más dispuestas a ceder su poder democrático y entregarlo a figuras autoritarias que se presentan a sí mismas como la solución. La figura del hombre fuerte, el que se come las broncas cae como anillo al dedo. No es casual además que este tipo de individuos representen visiones neoliberales, ya que justamente estos modelos económicos se alimentan de la aceleración y sentido de inestabilidad para motivar la competitividad y fortalecer el círculo de causas y efectos.

Podríamos profundizar en las graves consecuencias de todo esto en nuestro país y nuestra democracia, pero considero más importante que podamos prestar atención a estos patrones para no caer tan fácilmente en discursos populistas y narcisistas. Paralelo a todo esto, que sé que no es poca cosa, es crucial considerar otro fenómeno, la perspectiva post-política o post-crítica en la que el gobernar se centra únicamente en una labor administrativa. Es lo que Žižek nombraría una política de consenso, una política sin su componente político, una visión que evita el roce, que no cuestiona cómo funcionan las cosas o porqué funcionan como funcionan. En tiempos de crisis fiscal y desempleo como los que vivimos, es fácil focalizarnos únicamente en esta visión, no me malinterpreten, no quiero decir que la optimización y eficiencia administrativa sea negativa en sí, pero no puede ser el único norte de nuestros gobernantes ni el único futuro de nuestras instituciones si aspiramos a una sociedad más inclusiva y justa.

¿Qué alternativas tenemos ante la paradoja de la aceleración e inestabilidad? ¿Cómo podríamos darle vuelta a esta situación? Existen sin lugar a duda muchas alternativas, un camino posible es entender que vivimos en esta paradoja, evitar fetichizar la estabilidad y continuidad como la única condición que nos genera bienestar. Se trata de celebrar que vivimos en un mundo de contingencia y conversión, un mundo en el que las cosas no son fijas, sino que podemos construir nuevas oportunidades a partir de lo que tenemos. Se trata entonces de fortalecer la participación ciudadana por una democracia activa. Motivar y abrir espacios para el involucramiento con lo público para poder cuestionarlo y construirlo desde una visión colaborativa y crítica. Acercarnos desde esta perspectiva es entender el mundo como un mundo de posibilidad, como una oportunidad para resistir y combatir la explotación, inestabilidad y ansiedad, es entonces un mundo que aún no ha pasado en el que podemos buscar activamente una forma de vida más equitativa, responsable y empática.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.