Si nuestra meta es la felicidad, ¿por qué debemos reparar en reconocer a las personas que nos llegan a intoxicar la vida? Pareciera muy obvio, pero la verdad es que no lo es, muchos compartimos diariamente con gente tóxica y no reparamos en cuestionar esa relación, simplemente la damos por un hecho, y aunque no nos guste y nos provoque rechazo, llevamos la vida de manera tan automática, que simplemente existe y pasa como algo normal, inevitable. Ahora bien, una persona no es tóxica universal, sino el efecto que provoca en mí, lo que para mí es toxicidad puede que para otro no lo sea. Es cierto que los humanos somos gregarios, seres sociales, y que además somos muy emocionales antes que racionales, es por eso que ninguna relación con otros provocará un estado neutro, hay relaciones más convenientes que otras. Es muy relevante siempre, fomentar tres factores para una vida buena, la curiosidad, el cuestionamiento y la capacidad de asombro, eso nos fomenta el pensamiento crítico. Cuando vivimos desde esta perspectiva, no damos nada por sentado, y es un paso gigante en esa búsqueda de vivir una vida más consciente, lograr una mejor gobernanza de nuestra vida. No existe alguien que no tenga en su vida una relación cercana con personas tóxicas, es por eso que es tan relevante reconocerlas y saber cómo gestionarlas, ya que de hecho son una piedra en nuestro camino diario hacia la vida buena.

Deja ir a las personas que solo llegan para compartir quejas, problemas, historias desastrosas, miedo y juicios de los demás. Si alguien busca un cubo para echar su basura, procura que no sea en tu mente”, Dalai Lama.

Una persona tóxica es la que afecta negativamente a las personas que lo rodean debido a su forma de ser y sus conductas. Primero que todo, debemos tener claro que una persona tóxica es aquella que desprende negatividad, pesimismo o desmotivación, no es empática, en sencillo, son aquellas personas que, con solo cinco minutos de conversación, nos descargan la “pila”, nos restan energía, no suman en nuestra vida. Son esas personas que con solo saber que nos las vamos a encontrar ya nos predisponen de manera negativa a tener ese encuentro. Son espectadores de nuestra vida con “derecho” a opinar.

Cómo reconocerlas y posibles acciones

Procurar determinar si esa persona no nos hace sentir bien, y si la razón es él o ella, o bien nosotros mismos. Es decir, debemos saber si nos sentimos desanimados, asustados, incomprendidos, anulados... junto a esa persona. Debemos saber también si esa sensación negativa es producto de su comportamiento o bien de nuestra forma de ser y nuestros propios miedos. También es cierto que debemos tener en cuenta tres factores a la hora de enfrentar este momento: qué rol ocupa en nuestra vida, qué dependencia tenemos de ella y si nuestra relación también afecta al entorno común.

Si después de todo este análisis y reflexión nos convencemos de que estamos ante una persona tóxica, tenemos varias opciones de acciones a tomar:

  1. Ser discretos con esa persona, si es compañera en lo laboral, esa discreción toma más relevancia, solo la tratamos lo necesario por la relación laboral y nada más.
  2. Ignorar la opinión de esa persona tóxica, simplemente actuar como si no existiera, aunque no podamos alejarla del todo de nuestra vida.
  3. Alejarse de esa persona, no importa el parentesco o cercanía, simplemente podemos tomar la decisión de alejarnos, ya que no suma para nosotros, solo resta.
  4. Si del todo consideramos que no puede alejarse, hay que aprender a convivir, el caso más probable es con nuestros familiares, se comparte solo lo necesario, algo parecido a lo laboral.
  5. Un poco más arriesgado, perdonarla, y procurar seguir en la relación, con la consciencia de que no podemos esperar cambios en esa persona, que siempre nos estará intoxicando.

Cuando una persona se vuelve tóxica se debe a que son personas fundamentalmente poco empáticas, que proyectan sus carencias. Creen que, poniendo el foco negativo fuera, en el otro, superan sus miserias y problemas.

¿Y si la persona tóxica soy yo?

Según la psicóloga Silvia Olmedo, autora de Detox Emocional “hay ciertas conductas y señales de las personas que nos rodean que pueden hacernos sospechar que puedes ser una persona toxica para ellos. Señales como que eviten tu compañía o no quieran discutir contigo. Otra señal de sospecha es cuando no te dicen lo que piensan o en todo te dan la razón porque te tienen miedo. Por otra parte, si somos personas inseguras, con una autoestima baja o controladoras, la probabilidad de que creemos relaciones tóxicas es muy alta”.

Requiere suficiente autoconocimiento y autocontrol si hacemos el esfuerzo para cuestionarnos si esa persona tóxica en las relaciones, no son los otros, sino yo; resulta extraño que todos tengamos una persona tóxica a nuestro alrededor y nosotros no seamos nunca una persona tóxica para nadie.

El simple hecho de reconocer que somos tóxicos —aunque no sea de manera universal, sino particular, ya que podemos ser tóxicos solo para algunas personas— ya es un paso adelante para, con aceptación y atención plena, con algo más que intencionalidad, buscar interiorizar maneras, formas, métodos para lidiar con nosotros mismos, la forma más accesible y práctica, es siempre el desarrollo de la empatía, ese ponerse en los zapatos de los demás nos permitirá dejar de hacer juicios, de manifestar opiniones y relaciones que se vuelvan tóxicas para los otros. Practicar la escucha activa es otra forma de conducta que nos ayudaría mucho en generar relaciones sanas con los demás, recordemos que la mala comunicación es un factor de muchas malas relaciones entre las personas. El practicar de manera consciente estar presente, también es opción, dado que nuestra habilidad cerebral para prestar atención es un bien escaso, de los mejores regalos que podemos hacerles a los otros, es prestarle toda nuestra atención, como lo decía un sabio hindú cuando le preguntaron sobre propósito, su respuesta fue sencilla, sea lo que sea que estés haciendo en este momento, hazlo con toda tu atención y pasión.

Las personas tóxicas forman parte de esa circunstancia, de esa externalidad de nuestras vidas y que casi siempre tenemos pocas opciones para revertirlas, sin embargo, en este caso específico, sí podemos tomar acciones muy concretas para modificarlas. Es cuestión de consciencia de que en mi camino pueden aparecer ese tipo de personas y que de mí depende si permito que sean un obstáculo que me daña o no.

Atrévase a ser feliz.

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