Las estadísticas son claras al señalar la enorme incidencia de problemas sexuales en nuestra sociedad. Se habla de que probablemente siete de cada diez hombres padecen o han padecido problemas de eyaculación precoz. Cerca de la mitad de los varones enfrentarán problemas de erección. Muchos tienen problemas con el deseo sexual o les cuesta eyacular.
Según indican diversos estudios, una buena parte de las mujeres no disfruta la mayoría de las relaciones sexuales. Muchas cursan largos periodos sin experimentar el deseo sexual; viven como si el sexo no les hiciera falta. Otras tienen dificultades para lubricar, y la resequedad convierte la penetración en un auténtico martirio. Una gran cantidad cursa con dolor al momento de las relaciones y algunas no han podido ser penetradas.
Parejas que ven cómo se apaga la llama de la pasión. Hombres y mujeres que temen que en cualquier momento ocurra una infidelidad producto de su mala disposición hacia el sexo. Vínculos que se tambalean porque no funcionan en la cama aun cuando lo demás anda bien. Relaciones de pareja que viven una amargura cotidiana por razones sexuales aun cuando ambos se quieren y se profesan cariño. Esposos que viven como hermanos, resignados a llevar una vida lejos de los besos, los abrazos y las mieles del sexo. Esos son algunos de los escenarios íntimos cuando se enfrenta una disfunción sexual.
Este panorama resulta desalentador. Claramente, esas parejas no están recibiendo los beneficios de la sexualidad. Para muchos, la cama es un suplicio y una congoja. Como hombre, no dar la talla genera una fuerte frustración; y como mujer, privarse del deleite le quita el gusto a los encuentros íntimos.
Los problemas sexuales siempre han sido motivo de conflictos. Duele decirlo, pero muchos optan por la infidelidad, con sus consecuencias, para encontrar afuera lo que no hallaron en casa. Muchos más se arrepintieron al ver que esa “canita al aire” acabó con una relación de altura, destruyó un vínculo genuino, arruinó un hogar formado.
Durante mucho tiempo esa era la realidad. Prácticamente no existían formas de superar un problema sexual. Los tratamientos existentes eran largos, engorros, onerosos y poco efectivos. Además, de sexo no se hablaba. Las parejas sufrían en silencio, y no había entidades a las cuales acudir en busca de ayuda. Un problema sexual era una especie de maldición para toda la vida.
Hoy los días tristes ya pasaron. Afortunadamente, contamos con múltiples tratamientos que nos permiten recuperar el desempeño sexual de la mayoría de las parejas. Las alteraciones sexuales ya no son razón para entristecerse, distanciarse y, mucho menos, para provocar separaciones o divorcios. No hay motivo para acomplejarse y quedarse al margen del amor. Hoy tenemos el amor en nuestras manos. Hoy podemos servirnos el amor con cuchara grande, es cuestión de buscar ayuda profesional, bajo la premisa de arreglar lo que haya que arreglar, para llevar el amor y la ternura hasta sus últimas consecuencias. De manera que, es cuestión de consultar.
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