Todo el planeta debe trabajar para detener a Rusia.  Para lograrlo, se debe recurrir a todo el arsenal de medidas económicas que estén disponibles, sin cortapisas ni ambages.

Lo que ocurre en Ucrania es insoportable, inhumano, detestable ¡No es momento para rodeos o cavilaciones!

Las disposiciones del Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) y los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), si bien buscan promover el comercio internacional mediante la reducción de los aranceles, la eliminación de tratos discriminatorios y la abolición de las restricciones cuantitativas al comercio, también, contienen disposiciones que permiten limitar el comercio por razones de seguridad nacional.

Así las cosas, Rusia podría dejar de recibir las ventajas que dimanan del “principio de nación más favorecida” (NMF) de la OMC sin violentar las normas comerciales multilaterales. A inicios de marzo, la viceprimera ministra de Canadá, Chrystia Freeland, anunció que ese país le dejaba de aplicar a Rusia y a Bielorrusia la cláusula de la "nación más favorecida" de la OMC, incrementando las tarifas aduaneras a las mercancías rusas hasta un 35%. Por su parte, Estados Unidos acaba de prohibir las importaciones de petróleo, gas y energéticos de origen ruso.

Rusia no ha dado más opciones. Ha llegado el momento que las grandes potencias como Estados Unidos, la Unión Europea (UE), Japón, Reino Unido, entre otras, suspendan la aplicación de la cláusula NMF, y de seguido, aumenten los aranceles a los productos de origen ruso, o, incluso, prohíban las importaciones provenientes de ese país.

Tan solo a la UE, los rusos exportaron mercancías por un valor de $113 mil millones en 2020, mientras que a Estados Unidos exportaron mercancías en ese mismo año $10 mil millones y a Reino Unido $23 mil millones.  En 2020, la UE fue el mayor socio comercial para Rusia con exportaciones que representaron el 33% del comercio total ruso.

La medida como la adoptada recientemente por Canadá es acorde con los acuerdos multilaterales que rigen el comercio mundial.  El GATT, predecesor de la actual OMC, comenzó a funcionar en 1948, justamente, post segunda guerra mundial, y sus normas están impregnadas por el valor de la paz y el horror de la guerra. Incluso, esas excepciones estuvieron presentes en los primeros borradores de la Carta de la Habana en 1947, durante la Conferencia de las Nacionales Unidas sobre el Comercio y Empleo, mediante la cual se buscaba crear la Organización Internacional del Comercio (OIC). Aunque esa organización nunca fue creada, de esa misma iniciativa surgió el GATT de 1947.

El artículo XXI del GATT de 1947 y del GATT de 1994 (“Excepciones relativas a seguridad”), es una norma que comprende medidas de “excepción” por motivos de seguridad nacional. En aplicación de esa disposición, cualquier país miembro tiene el derecho de apartarse de los compromisos derivados de los acuerdos de la OMC, en aras de proteger los intereses esenciales relacionados con su seguridad nacional, cuando concurran determinadas circunstancias.

Las excepciones aludidas parten de una premisa esencial. En ciertos momentos de la historia es más importante proteger una nación o, incluso, el planeta como un todo, en lugar de priorizar sobre temas económicos o concentrarse en el valor a las ventajas absolutas o comparativas derivadas del comercio internacional. El artículo XXI se constituyó en una especie de conditio sine qua non para que muchos países estuvieran de acuerdo en adoptar el GATT.

Esa norma dispone grosso modo, que ninguna disposición de los acuerdos de la OMC deberá interpretarse en el sentido de impedir, a los países de esa membresía, la adopción de cualquier tipo de medida que estime necesaria para la protección de los intereses esenciales de su seguridad, o para el cumplimiento de sus obligaciones en virtud de la Carta de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales.

La norma anterior, aunque ha sido invocada en pocas ocasiones y la jurisprudencia de la OMC es escasa, no deja espacio para las interpretaciones, en situaciones extremas como la invasión y guerra de Rusia en contra del pueblo ucraniano.

Es así como los acuerdos multilaterales de la OMC no impiden o limitan, en forma alguna, a una parte contratante o Miembro de esa organización, como ocurrió recientemente con Canadá, en el sentido de adoptar medidas para proteger su seguridad nacional en tiempos de guerra o en casos de grave tensión internacional, o con la finalidad de cumplir sus obligaciones en el marco de la Carta de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales.

Aunque, no cabe duda de que una medida comercial restrictiva, vía incremento de aranceles o prohibición absoluta de las importaciones de productos de origen ruso, sería “dolorosa” para los países que comercian con ese país, en situaciones extremas como las actuales, se deben adoptar la mayor cantidad de medidas que generen la presión necesaria para que cesen las hostilidades.

Es momento de actuar para contribuir con mayores presiones económicas que impacten a la economía rusa y ayuden a detener la invasión y guerra contra Ucrania.

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