“Si bien la oligarquía ya no está detrás del presidente, ni detrás del Gobierno dando órdenes, siempre está ahí, peleando por seguir controlando al Estado. Les molesta que las grandes decisiones de país ya no se tomen en sus despachos. Por tantos años, ellos gobernaron todo”

El 1 de junio del 2019 la nación salvadoreña juramentaba a su 46° presidente de la República, Nayib Armando Bukele Ortez, ganando la elección presidencial en representación del Partido Político Gran Alianza por la Unidad Nacional. Bukele, llegaba así a liderar este país centroamericano después de haber ostentado el cargo de alcalde en los municipios de Nuevo Cuscatlán y San Salvador, ambos bajo la bandera del histórico Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.

¿Qué tiene que ver Bukele con la elección presidencial de Costa Rica y propiamente con la figura del candidato Rodrigo Chaves? Para muchos, nada; para muchos, todo. Ya mencioné que el actual presidente de El Salvador fue alcalde en 2 ocasiones en representación del FMLN, Partido Político heredero del socialismo salvadoreño. Expulsado finalmente por la agrupación de izquierda luego de críticas muy duras sobre la dirección que este había tomado, señalando incluso que, junto a ARENA, conformaban un sistema político “sucio” y “asqueroso”, Bukele lideraría una agrupación política no tradicional, GANA, que eventualmente ganaría las elecciones presidenciales para romper así con el bipartidismo dominante desde la guerra civil.

Empezamos con las similitudes.

El aspirante a la presidencia de Costa Rica por el Partido Progreso Social Democrático, Rodrigo Chaves, incursiona en la política nacional luego de renunciar a su puesto como ministro de Hacienda en la administración de Carlos Alvarado. Chaves, crítico de la negatividad de Alvarado para aplicar sus medidas económicas, entre las que destacan la no flexibilidad de la regla fiscal, aumento del IVA al 15% o un impuesto solidario a los salarios mayores a ₡500 mil para enfrentar la crisis por COVID-19.

Chaves renuncia, por tanto, aseverando haber presenciado la corrupción sistémica en la institucionalidad costarricense, la influencia de los mandos medios y poderes fácticos que perpetúan… ¿un sistema político sucio y asqueroso? Su posición posterior a la renuncia le permite tener la autoridad moral para participar en la contienda electoral en representación de un partido político no tradicional y hoy estar a las puertas de ganarla para convertirse en presidente de Costa Rica.

Ok, me dirá usted, pero no deja de ser una gran coincidencia…

Quizá sea común ya escuchar la afirmación de Bukele con respecto a que el dinero alcanza si no se lo roban. Este gana la presidencia luego de liderar una campaña electoral crítica al sistema económico dominante en El Salvador, a los medios de comunicación tradicionales y a las figuras políticas reconocidas por estar involucradas en eventos negativos de la historia reciente del país centroamericano. Bukele tiene claro que lo más importante en el ejercicio del poder es el respaldo popular, por lo que, al asumir la presidencia, ejecuta una serie de despidos a través de sus redes sociales contra más de 400 funcionarios públicos, lo que le permite aumentar su popularidad.

Si en unos años les dijera que la frase con la que decidí empezar este escrito fue emitida por Rodrigo Chaves en un hipotético discurso presidencial, probablemente usted no dudaría en creerlo, pero lo cierto es que quien la pronunció fue Nayib Bukele frente al congreso salvadoreño en 2019. Chaves ha logrado consolidar un apoyo considerable, tanto, para ganarse el derecho a participar en la segunda ronda electoral. Quienes lo apoyan han manifestado la confianza que les transmite su preparación académica y experiencial laboral, pero, la ausencia del PLN y el PUSC en el poder ejecutivo desde 2014 ha demostrado el castigo que el pueblo de Costa Rica les ha impuesto producto de malas decisiones administrativas y la seguidilla de casos de corrupción e impunidad que les rodea.

Chaves, como un buen lector del escenario político costarricense, se desmarcó de absolutamente todos los partidos políticos, pero, también tiene claro que necesita una posición más fuerte. Mano dura contra la corrupción, los corruptos y los corruptores ha manifestado. No le temblará el pulso para despedir a quien deba hacerlo, para cerrar lo que deba cerrar, o lo que él mismo ha llamado “comerse la bronca”. Al igual que Bukele, Rodrigo Chaves ha logrado crear una relación en el imaginario colectivo de que la corrupción tiene nombres, apellidos y ¿colores? Juzgue usted. Meterse contra estos significa un problema pero que no tiene miedo de hacerlo. ¡Magia! Respaldo absoluto y sin derecho a críticas de un sector cansado de la situación actual y necesitado de una figura que le ponga cara a su descontento.

Volvamos a El Salvador. La administración Bukele ha sido altamente cuestionada por la comunidad internacional debido a la concentración de poder que amasa y a la ruptura de la división de poderes que ha ejecutado. Y es que, invadir el congreso acompañado de militares para exigir la aprobación de un crédito no es el acto más democrático de todos. Ese autoritarismo también está acompañado de una persecución a los medios de comunicación que han publicado investigaciones relacionadas a su administración, como las negociaciones secretas con las pandillas salvadoreñas.

En los días recientes, sus seguidores han desatado una campaña de desprestigio a los medios de comunicación, desautorizando toda noticia asociada a este y amenazando con su “destrucción”. Y no, esta vez no hablo de Bukele, sino de Rodrigo Chaves, quien con el respaldo cada vez más fuerte, ha transformado toda aquella noticia que podría afectar su imagen en combustible para sumar adeptos.

Los tintes autoritarios no quedan solamente en su relación con la prensa, algo que irónicamente llama la atención cuando usted se da cuenta que su mano derecha en todo el proceso electoral es periodista de profesión. El candidato también ha amenazado al nuevo congreso con legislar “vía referendo” si deciden no apoyar su agenda, ignorando las limitaciones constitucionales que este instrumento tiene, pero que resulta ser una estrategia eficaz en su intención de capitalizar apoyos.

El efecto Bukele en la campaña de Rodrigo Chaves es el reflejo de rechazo popular con esa política que nos han acostumbrado a vivir y que hoy parece alejar por 4 años más del Poder Ejecutivo a uno de los partidos a quienes responsabilizan de esta situación. Esperemos el desenlace de esta coyuntura, la respuesta del electorado, pero, sobre todo, la forma en la que Chaves materializará ese respaldo, siendo presidente o no.

No quisiera terminar este escrito sin señalar la intención de estos en rechazar proyectos de Estado Laico o alejarse de la discusión de temas relacionados a derechos humanos. ¿Veremos pronto en los debates o entrevistas de la segunda ronda un tono más religioso como el adoptado por Bukele?

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.