Ninguna campaña de protección de las mujeres contra la violencia sexual y de género funcionará, hasta que no esté centrada en los responsables: los agresores.

El famoso perfomance ideado por el colectivo de chilenas, Las Tesis, “El violador eres tú”, es una explicación simple, sencilla, llamativa y contundente de la cultura de la violación.

Si escucha con atención la letra, está muy centrada en responsabilizar la violencia sexual y la violación contra el Estado y sus representaciones en jueces y policía.

Sin embargo, podríamos añadir que “el violador es un macho opresor’ o ‘el violador es la sociedad machista”., ya que, “… la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía…”, porque el violador sos vos y tus amigos. El violador es nuestra sociedad que señala a la víctima y no a su victimario.

Traigo a colación la letra de este himno a raíz de la gravísima violación sufrida por una turista en Puerto Viejo de Limón, semanas atrás y por las informaciones surgidas recientemente en medios de comunicación sobre la Guía de Buenas Prácticas de Seguridad en las Operaciones Turística, iniciativa impulsada por el Instituto Costarricense de Turismo (ICT) y el Instituto Nacional de las Mujeres, así como el Ministerio Público, de Seguridad y el OIJ, noticias que han causado revuelo social y mediático, donde lamentablemente, el foco informativo y social sigue centrándose en la víctima más que el problema social y cultural conocido como la cultura de la violación.

En toda la alharaca que suele haber cuando se informa en medios de comunicación de algunos de los numerosos casos de violación que sufrimos las costarricenses, dejamos de lado no solo a los agresores, sino las estadísticas de las denuncias, la cantidad de sentenciados por violación, por ejemplo, así como las acciones de atención especial que se deberían brindar las autoridades policiales, sanitarias y defensoras de los derechos de las mujeres.

Verdaderos responsables

En esta discusión surgida a raíz del lamentable episodio en Puerto Viejo —así como otros acaecidos años atrás en otras conocidas playas del Pacífico Norte—, es urgente centrar la responsabilidad en los hombres como colectivo humano y la cultura de la violación como práctica cultural, término de la ciencia social que describe la normalización de la violencia sexual contra las mujeres y que minimiza, ignora y fomenta la violencia de todo tipo contra las mujeres, a través de actitudes misóginas diversas.

Tal y como lo indica el performance de Las Tesis, la cultura de la violación no tiene que ver de cómo vestía ni de donde estaba ni qué hacía la víctima; la cultura de la violación se alimenta de la falsa idea de que el hombre es violento por naturaleza por lo que ignoramos, aceptamos y justificamos social y culturalmente esa conducta y todo el machismo imperante.

El discurso social desde siglos atrás responsabiliza a las mujeres y nuestras conductas, nuestra naturaleza y nuestros cuerpos por esa violencia. Cuántas historias no hemos conocido –aún en nuestros días—sobre esta realidad.

Por ello, nunca hay que culpar a las mujeres afectadas por “andar vestida de forma provocativa”, por “haber bebido”, o por “andar sola a altas horas de la noche”, todo ello fomenta y normaliza la cultura de la violación y hace que el peso del odioso hecho recaiga en la víctima, no en el violador o el agresor.

Tampoco cabe justificar la cultura violenta con afirmaciones como “los hombres son hombres” o “los hombres son así” que refuerzan la masculinidad tóxica que muchos hombres normalizan y que socialmente se acepta.

Sumada a esta cultura, está la cosificación de las mujeres como objetos sexuales a través de imágenes que circulan en múltiples plataformas, desde la publicidad, los medios de comunicación, el entretenimiento, los videojuegos y la pornografía.

Las campañas deben centrarse en la cultura del consenso social que reconozca la discriminación de género tal y como se recoge en convenios internacionales firmados por nuestro país, como la Convención para la Eliminación de todas formas de discriminación contra la Mujer, conocida por sus siglas en inglés CEDAW y los principios de igualdad y dignidad humanas señalados en el artículo 7 de nuestra Constitución Política.

¿Por qué nos da tanto miedo señalar los responsables? ¿Por qué nuestros Estados continúan sin apostar contundentemente por acciones firmes para erradicar la cultura machista y violenta?

¿Por qué no comenzamos a hablar de los verdaderos responsables de esta cultura de la violación, tanto en medios de comunicación como en los organismos estatales encargados de proteger la vida de la mitad de la población?

En todas partes se cuecen habas

Esta discusión en torno a la violencia sexual y violencia machista es recurrente en muchas otras sociedades.

Recientemente, lo ha sido en el Reino Unido debido a dos asesinatos de mujeres jóvenes y al surgimiento de ‘apps contra este tipo de violencia que, al igual que la guía propuesta por el ICT, INAMU y ministerios de seguridad y policía en Costa Rica, centran la prevención en el comportamiento público de las mujeres a lo que grupos feministas y hasta la vicepresidenta del Partido Laborista, Ángela Rayner, sentenciaran que “en lugar de seguir los movimientos de las mujeres mientras hacemos nuestras vidas, ¿qué tal si el Gobierno aborda la violencia masculina?

Maya Tutton, de la plataforma Our Street Now, aclara que estas aplicaciones no son preventivas y sostiene que la raíz del problema es la educación y las leyes, laxas en cuanto a la violencia masculina.

En todas partes se cuecen habas..., dejemos la discusión de cortina de humo sobre la guía, que al igual que las ‘apps’ británicas son otro parche más que nos aleja de la verdadera discusión social: la normalización de la violencia de género, violencia que debemos, sí o sí, comenzar a cuestionar y erradicar.

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