El pasado 15 de enero la explosión de un volcán submarino en la isla de Tonga, una de las explosiones más fuertes en los últimos 30 años, generó un tsunami que puso en alerta a los países que cuentan con costas en el océano Pacífico. Costa Rica no fue la excepción.

La distancia que existe entre Tonga y Costa Rica es mayor a los 10.500 kilómetros lineales. Sin embargo, considerando posibles impactos directos en algunas playas de nuestro país, se dio seguimiento al curso de los oleajes y se emitieron recomendaciones preventivas que se orientaron a la población de la costa pacífica.

Los tsunamis pueden ocurrir en cualquier momento, debido a causas muy diversas. Pueden surgir como consecuencia de terremotos, erupciones volcánicas, grandes deslizamientos o incluso debido al impacto de asteroides. Además, la magnitud del evento, el lugar donde se origina y la distancia recorrida por las olas inciden en las repercusiones que podrían generar.

Incluso si no alcanzan una gran altura, las olas producidas por un tsunami suelen ser más destructivas que las habituales cuando llegan a tierra firme. Entre los efectos producidos por estos eventos pueden mencionarse el daño a la infraestructura, la pérdida de medios de subsistencia como la pesca, el turismo, la agricultura y la ganadería; la pérdida de ecosistemas, la contaminación de fuentes de agua y el deterioro de la salud pública como consecuencia de la proliferación de plagas y enfermedades.

Además, esto genera una serie de daños económicos que son difíciles de contabilizar. Sin embargo, el impacto más severo de los tsunamis es, sin duda, la pérdida de vidas humanas. En un artículo publicado en febrero del año pasado, en la página oficial de CNN, se indica que los tsunamis más mortíferos de la historia han conducido a la muerte a unas 488.000 personas y han generado una gran cantidad de desaparecidos.

Registros que salvan vidas

Los tsunamis son más frecuentes de lo que podríamos pensar. La Base de Datos Histórica Mundial de Tsunamis cuenta con más de 2500 registros. Lo más común es que ocurran en el océano Pacífico, debido a factores como el Cinturón de Fuego del Pacífico. Costa Rica registra 35 tsunamis desde el año 1746.

Por otra parte, con el propósito de reducir los impactos negativos generados por estos eventos, muchos países comparten la información de sus sismógrafos y mareógrafos. Esto permite la supervisión del avance del tsunami y genera predicciones y alarmas tempranas para los países bajo amenaza.

Costa Rica es uno de los 150 países del mundo que limitan con al menos un océano y uno de los 23 que cuenta con acceso a dos o más océanos. Esto quiere decir que estamos expuestos a los tsunamis en las costas del Pacífico y el Atlántico.

Con el propósito de reducir los potenciales impactos en suelo tico, el Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis (Sinamot) ha desarrollado información, a partir de los eventos históricos y del análisis de datos técnicos. Aunque pocos lo saben, han elaborado mapas de evacuación que incluyen puntos de reunión y plantillas para planes de evacuación comunales. Esto con el fin de concientizar, informar y prevenir impactos en el territorio nacional.

Es fundamental conocer la información disponible, compartirla y preparar a las poblaciones costeras frente a un posible tsunami. Otra gran herramienta consiste en incluir el riesgo por tsunami en los planes de preparativos y respuesta ante emergencias de las empresas costeras. Saber qué hacer, cómo y de qué manera, nos ayudará a minimizar las afectaciones.

La Organización de las Naciones Unidas estima que el 25% de la población mundial vive en zonas costeras. Además, señala que los centros urbanos más grandes se localizan en estas áreas. Comunidades enteras tienen como vecino al mar y las playas son uno de los destinos turísticos favoritos para muchos. Por todo esto, debemos saber qué hacer en caso de tsunami.

Es necesario que los planes reguladores de los cantones costeros contemplen el riesgo por tsunami. La población debe conocer la existencia de planes de evacuación, los puntos de reunión y sistemas de alerta temprana. Todo esto reducirá los impactos negativos de los tsunamis y salvará muchas vidas.

Al caminar, un gigante deja detrás suyo las huellas profundas que evidencian su paso. Predecir su marcha y preparar el terreno hace que la profundidad de esas huellas sea menor. Las herramientas necesarias para conseguirlo existen y están a nuestro alcance. Sólo es necesario utilizarlas.

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