Estamos próximos a un cambio de ciclo histórico y el gran público vive ajeno a la realidad de la crisis Ecosocial en la que estamos inmersos. El tiempo avanza en nuestra contra.
Cada vez es mayor la desconexión de las personas con la naturaleza, siendo la primera infancia la más afectada a nivel físico, psicológico y emocional. Esto conlleva unas graves consecuencias a nivel sensorial y conductual, el llamado Trastorno de Déficit de Naturaleza (TDN) por Richard Louv en 2005. Numerosas investigaciones revelan que la falta de contacto directo con los espacios naturales está generando las llamadas enfermedades del nuevo milenio como la solastalgia, la ecoansiedad o la biofobia.
Solastalgia es un neologismo creado por el filosofo ambiental australiano Glenn Albrecht, quien acaba de publicar en español su libro "Las emociones de la Tierra. Nuevas palabras para un nuevo mundo". El concepto alude a la angustia y nostalgia y que sienten las personas cuando ven que la contaminación, la calidad del aire y el agua se va degradando progresivamente en su entorno conocido.
Ecoansiedad es el "temor crónico de un cataclismo ambiental", un estrés causado por "observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático, y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los niños y las generaciones futuras con la impotencia que genera" según la Asociación Estadounidense de Psicología.
Biofobia es un término referido a las actividades y opiniones de índole ideológica o política que dificultan el mejor desarrollo de la vida humana, es decir, un concepto contrario al fomento del bienestar y por consiguiente el rechazo a la naturaleza y puede ser promovida por políticas estatales, programas de los sectores privados y de organizaciones civiles, o por acciones implementadas directamente por los individuos.
Además, en el contexto de la actual pandemia, los espacios de juego al aire libre se han reducido y el abuso de dispositivos electrónicos está perjudicando el desarrollo de los menores que necesitan de las experiencias primarias del contacto con la naturaleza para medir sus riesgos y límites, aprendizajes imprescindibles para lidiar con la vida.
El modelo consumista y el estilo de vida desnaturalizado esta aniquilando la biodiversidad del planeta, nuestro hogar y solo nosotros podemos poner fin a este desastre.
Ante este panorama, tenemos la obligación y la necesidad de actuar mediante el arma más poderosa de la que disponemos, la educación, social y ambiental, para conseguir una transformación real de la forma de relacionarnos con nuestro entorno y nuestros iguales.
Es nuestra responsabilidad priorizar las acciones cotidianas que nos acerquen a la naturaleza, su conocimiento, su fragilidad y promuevan su respeto. La naturaleza es la madre, si no la amamos, estamos perdidos.
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