Me motiva a escribir este artículo uno titulado “Why the next stage of capitalism is coming” (que podría ser traducido a “Por qué se viene la siguiente etapa del capitalismo”) escrito por Matthew Wilburn King para la BBC y publicado el 26 de mayo del presente año. Nos advierte King de un cambio del capitalismo resultante de una preocupación de parte de los economistas y gobernantes que migra desde el “combate a la pobreza” definido como la búsqueda por superar un umbral de ingreso mínimo, algo que el capitalismo ha logrado urbi et orbi, por más que los desesperados adalides de la izquierda quieran negarlo, hacia un “combate a la pobreza relativa” definido como la sensación de inequidad que mueve a la protesta violenta ¿contra el Estado? Desde, los no tan recientes, okupas, los movimientos “contra el 1%” de los “indignados”, hasta más recientemente, en Francia, los “gilets jaunes”, brincando al, casi presente, Chile, donde nos dicen que “hay que cambiar la Constitución de Pinochet” y ahora el pueblo colombiano que lucha contra la última reforma tributaria.
Adam Smith, desde la Teoría de los Sentimientos Morales, publicado 17 años antes de La Riqueza de las Naciones (ambos títulos recortados) nos presenta una solución clara: “la simpatía mutua”. Y es que, a finales del siglo XVIII, todavía no existía el concepto de “empatía”. Es interesante que sea “el padre del capitalismo” quien nos introduce el término que sería pieza clave de la revolución de la inteligencia emocional de Howard Gardner, solo que unos 224 años antes… de la misma manera que, 141 años antes del Super-Yo de Freud, Adam Smith nos habla del “Espectador Imparcial” como aquel concepto útil de desdoblamiento emocional que nos permite distanciarnos de nuestros instintos primarios y pensar por un segundo “¿qué sería lo correcto, cuál sería el comportamiento virtuoso?”
De la Teoría de los Sentimientos Morales, Smith nos enseña que (traducción propia, como todas las siguientes): “todos los miembros de la sociedad se requieren mutuamente y están de igual manera expuestos a afectaciones mutuas. Cuando la necesaria asistencia viene del amor, la gratitud, amistad y estima, la sociedad florece y es feliz. Todos los diferentes miembros de ella están unidos por los agradables lazos de amor y afecto, y son, por así decirlo, atraídos hacia un centro común de buenos oficios mutuos”.
De la misma manera, no es sino Adam Smith quien nos enseña la importancia de una adecuada educación pública y esto es, nada más y nada menos, que en el libro base del capitalismo clásico, la Riqueza de las Naciones: “el gasto de las instituciones de educación (e instrucción religiosa) es, sin duda, beneficioso para toda la sociedad, y por tanto, sin que esto sea injusto, puede ser sufragado por la contribución general de toda la sociedad. Este gasto, sin embargo, tal vez con igual decoro, e incluso con algún beneficio, puede ser sufragado por los que reciben el beneficio inmediato de tal educación e instrucción, o por la contribución voluntaria de aquellos que consideran que pueden recibir ambos beneficios”. Sigamos: “por un gasto muy pequeño, el público puede facilitar, alentar e incluso imponer sobre casi todo el pueblo, la necesidad de lo más esencial de la educación”, así “cuánto más se les instruye, menos susceptibles son a los engaños del entusiasmo y superstición que, entre los pueblos ignorantes, ocasiona con frecuencia los desórdenes más espantosos. Un pueblo instruido e inteligente además es siempre más decente y ordenado que uno ignorante y estúpido ... En países libres, donde la seguridad del gobierno depende mucho del juicio favorable que el pueblo se pueda formar de su conducta, sin duda debe ser de la mayor importancia que no deben estar dispuestos a juzgar precipitadamente o caprichosamente al respecto”.
Y es que, sin una adecuada educación, nos enseña Smith que como “la mayor mejora en la productividad del trabajo, y la mayor parte de la habilidad, la destreza y el juicio con el que se dirige o aplica en cualquier lugar, parece derivar de la división del trabajo”. (…) “En el progreso de la división del trabajo, el empleo de la mayor parte de los que viven de este, es decir, la mayoría de la población, llega a estar confinado a unas pocas operaciones muy simples; con frecuencia a una o dos (tareas repetitivas)... El trabajador naturalmente pierde, por lo tanto, el hábito del esfuerzo (mental), y generalmente se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible para una criatura humana. El letargo de su mente lo vuelve, no solo incapaz de disfrutar o participar en cualquier conversación racional, sino de concebir cualquier generoso sentimiento noble o tierno, y en consecuencia de formarse cualquier juicio justo sobre muchos incluso de los deberes ordinarios de la vida privada”.
En pocas palabras… ¿repensamos el capitalismo o nos volvemos a leer las sabias palabras de quien nos lo propuso desde el primer día? Un poco más de empatía y el esfuerzo de todos por mejorar la educación de la mayoría. Antes que repensar el capitalismo yo prefiero leer bien… educarme, tener empatía, y contribuir a una educación lo más amplia e inclusiva posible, como nos enseñó Adam Smith. ¿”Repensamos el capitalismo” o volvemos a leer a los clásicos, ahora tal vez de una manera menos simplista, más integral?
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.