La marcha de las empresas de todo tipo se enfrenta, continuamente, a posibles eventos que tendrán consecuencias negativas, ya sea por su carácter de amenazas o de oportunidades desaprovechadas, en entornos cada vez más complejos y, por eso, más difíciles de prospectar (aun utilizando las potencialidades basadas en tecnologías disruptivas). Las organizaciones que estén mejor preparadas y dispongan de mayores recursos para eso, suelen salir mejor libradas frente a sus objetivos; y con ello, la sociedad en su conjunto.
Por ejemplo, el Informe de situación del Observatorio de riesgos para las empresas en España, del Institut Cerdà (4ª. Edición 2025), apunta: “Iniciábamos este capítulo en la pasada edición del informe haciendo referencia a un manifiesto de marzo de 2023 en el que un numeroso grupo de expertos pedía una moratoria del desarrollo de la inteligencia artificial: argüían que las incertidumbres sobre sus potenciales efectos adversos eran, a su entender, excesivas. Curiosamente, podemos iniciarlo en esta nueva edición con otro manifiesto, de diciembre de 2024, que nos trae una nueva advertencia: una cuarentena de investigadores reclama que se ponga fin a la investigación sobre la llamada vida espejo (mirror life en inglés), un tipo de organismos sintéticos basados en un ADN con una estructura especular a la existente a la naturaleza. Nadie sabe qué consecuencias pueden tener para el medio ambiente y para la salud si se consigue crearlos y son capaces de escaparse del control humano.”.
Forjar una cultura organizacional o empresarial de gestión de riesgos no es tarea sencilla, requiere disciplina, constancia, aprendizaje, así como, por supuesto todo eso, inversión de tiempo y otros recursos. Si aun a las empresas grandes les significa un esfuerzo considerable, con resultados inciertos a veces, lo cual podría minar el entusiasmo, con más razón a las empresas de menor tamaño, que son la mayoría.
Ciertamente, los mercados son sinónimos de competencia y de construir ventajas comparativas. Sin embargo, no todo tiene que ser rivalidad. Las sociedades se han beneficiado desde antiguo de la cooperación. En un mundo tan convulso e interconectado en aspectos vitales como el actual y previsto, aunque se esté fragmentando en ciertos sentidos y quizá con más razón ante eso, resulta crucial realzar el impulso colaborativo, consustancial a la naturaleza gregaria del ser humano.
Sin caer en la ilusión de eliminar los intereses competitivos estratégicos, es posible unir esfuerzos para fomentar una visión macrocontextual de riesgos para el sector empresarial. Posibilidad de la cual se beneficiarían no solo todas las empresas, desde las más grandes hasta las más pequeñas, sino también el sector público y la sociedad en general.
Con esa finalidad es que se han constituido numerosas organizaciones, tanto públicas como privadas, nacionales e internacionales, dedicadas a la observación, análisis y recomendaciones sobre la gestión de riesgos relevantes para el sector empresarial. Estas entidades emiten informes, desarrollan metodologías de evaluación y ofrecen herramientas para anticipar amenazas y oportunidades, así como generan información clave para la inteligencia de negocios y la toma de decisiones estratégicas.
Un interesante ejemplo de eso es el citado Observatorio de Riesgos para las Empresas en España que ha venido generando el Institut Cerdà de ese país, desde el 2021. Ese informe anual presenta un análisis profundo de riesgos priorizados, con adaptación de las tendencias globales al entorno propio. El enfoque se distingue por ser colaborativo. Más de 40 expertos de diversos sectores participan en ese programa, incluyendo instituciones públicas, empresas y organizaciones sociales, lo cual permite fomentar una visión multidimensional de los riesgos y facilita la identificación de soluciones compartidas. Además, el reporte se complementa con una estrategia de divulgación y actualizaciones durante el año.
El último informe identifica 35 riesgos clave, agrupados en seis categorías: institucionales (condiciones en torno a la gobernanza del país y la región), recursos, medioambientales, tecnológicos, económicos y sociales. Entre los riesgos destacan los de cibercriminalidad, desinformación, cambio climático, inestabilidad geopolítica y escasez de talento cualificado.
Ese enfoque colaborativo deviene, asimismo, un activo crítico para contrarrestar una seria realidad compartida por ambos países y a nivel mundial, cual es la de la polarización social, y los problemas y desafíos que de ello se derivan para el diálogo asertivo y el logro de acuerdos frente a las necesidades de la sociedad.
En tal sentido, las diversas cámaras y otras organizaciones del sector empresarial costarricense podrían profundizar en el conocimiento conjunto del referido trabajo desarrollado por el Institut Cerdà, para valorar las posibilidades de emprender y sostener una iniciativa similar a nivel nacional.
Para orientar e integrar esfuerzos en esa línea, ya se cuenta en el país, por ejemplo, con la valiosa experiencia mantenida por el Programa Estado de la Nación desde 1994, la cual enfatiza la generación de insumos para la gestión pública; sin dejar de considerar otros referentes en el ámbito académico, interesados en el análisis prospectivo del entorno, así como de diversas organizaciones especializadas en materias afines; todos los cuales podrían sumarse a una iniciativa con la descrita.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.