Desde hace casi medio siglo se celebra, el 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente. La conmemoración inició a partir de la Conferencia de Estocolmo celebrada en 1974. Dese entonces, durante el mes de junio, miles de organizaciones a nivel global han utilizado la celebración como plataforma para celebrar actividades que reafirman la preocupación por la protección y el mejoramiento del medio ambiente, así como para dialogar sobre temas de interés mundial como la reducción de la capa de ozono, la utilización masiva de sustancias químicas peligrosas o el calentamiento global.

En muchas ocasiones, los problemas ambientales mundiales tienen una misma causa: el modelo de producción desequilibrado y el consumo desmedido de los recursos naturales disponibles. Tal es el caso de la industria textil, que hoy es la segunda industria más contaminante del planeta y se caracteriza por sus condiciones laborales precarias, los salarios injustos y el impacto que genera sobre la naturaleza.

La industria textil representa uno de los patrones de producción más preocupantes del planeta. De acuerdo con la Alianza de las Naciones Unidas para la Moda Sostenible, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones de gases efecto invernadero del planeta, representa el 20% de las aguas residuales que se vierten a nivel mundial, genera altos consumos de agua y sustancias químicas y produce cada segundo una cantidad de residuos textiles equivalente a un camión de basura. Todo esto se debe, principalmente, al modelo dominante en el sector llamado fast fashion o sistema de la moda rápida.

La importancia de los materiales

¿Quién no ha tenido la tentación de comprar una prenda innecesaria debido a su precio promocional? El fast fashion promueve este tipo de compras y se define como el modelo de producción en el que se crean colecciones de ropa de forma acelerada, a bajo costo económico, con el objetivo de seguir las últimas tendencias de la moda de manera casi inmediata. Este modelo ofrece a los consumidores cambios constantes de colecciones a bajos precios e influye en el ciclo de consumo desmedido de comprar y desechar ropa frecuentemente.

El pilar del modelo de negocio del fast fashion es la utilización de fibras sintéticas baratas producidas a partir de combustibles fósiles, principalmente del petróleo y el gas. Esto ha ubicado como favorito de la industria de la moda rápida al poliéster: un material que es, esencialmente, plástico y se encuentra en más de la mitad de los textiles. Se estima que durante el lavado se pueden liberar hasta 700.000 microplásticos en una sola carga de ropa de poliéster, lo que previsiblemente aumenta los niveles de plástico en los océanos. Por otra parte, es un material tan resistente que la primera prenda de poliestér fabricada en los años 40 permanece como residuo en nuestro planeta.

La elección de los materiales importa. Elegir de acuerdo con la calidad y durabilidad de las prendas debería ser nuestra prioridad. Lastimosamente, muchos pensamos que a mayor precio, mayor calidad. Esta falsa idea oculta una realidad: el fast fashion y sus materiales tienen un alto costo ambiental y social que no se refleja en la etiqueta del precio. Sin embargo alguien, en algún lugar, está pagando. Así lo han manifestado miles de trabajadoras textiles en Bangladesh, que muestran cómo las mujeres son aún las mayores afectadas por este modelo de negocio insostenible, de acuerdo con una noticia publicada en 2019 por el diario The Guardian.

Alternativas para un consumo consciente

Según Ayesha Barenblat, fundadora de la asociación sin ánimo de lucro Remake, que se dedica a promover la concienciación en el consumo de prendas, la insostenibilidad que caracteriza y promueve el modelo de moda rápida de la industria textil no se debe atribuir únicamente a los compradores. Todos hemos sido victimas de un ideal de moda fundamentado en el consumo excesivo y hemos sido parte de un modelo económico diseñado para la producción en masa, sin importar sus consecuencias ambientales y sociales.

Para promover un cambio es crucial que los consumidores logren ser más conscientes de la importancia de desacelerar el crecimiento de su closet. La moda sostenible, también llamada moda ética, sustentable o slow fashion, ofrece una alternativa frente a esta problemática. Se trata de una corriente de pensamiento, diseño, producción y uso de prendas o complementos, basada en minimizar el impacto ambiental, garantizar los derechos laborales e instaurar una economía circular en toda la cadena de suministro de fabricación del producto.

La moda sostenible está ligada al concepto de comercio justoAl promover un nuevo enfoque del negocio textil basado en el respeto por la naturaleza y el bienestar de las sociedades, genera, a su vez, una nueva forma de consumo moderado, justo y bien retribuido, que ofrece productos de calidad y longevidad.

Entonces, ¿es posible consumir ropa de forma sostenible? Todo indica que cada  vez existen mayores posibilidades de acercarse a ello. Para iniciar, se recomienda reconocer los materiales con los que se fabrican las prendas, diferenciar el compromiso real de las compañías del marketing o greenwashing, escoger ediciones limitadas y locales en lugar de las producciones masivas, reparar y cuidar lo que está en nuestro armario e intercambiar o modificar prendas para alargar su uso o renovar su estilo.

La sostenibilidad es un proceso de mejora continua. Reducir el consumo es la clave para que el cambio sea posible. Por esa razón es muy probable que la prenda más sostenible sea la que ya está en nuestro armario, sin importar si es de poliéster o algodón orgánico. En otras palabras, no importa qué tan sostenible sea un producto; lo más importante es preguntarse si realmente lo necesito. Si es así, debo elegirlo considerando que podemos impactar de manera positiva al comprar prendas que sean fabricadas con materiales de calidad, bajo impacto ambiental y condiciones laborales justas en toda su cadena de suministro.

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