En abril del 2020, en el contexto de la epidemia por la COVID-19, varios funcionarios del Inciensa, así como otros contratados por la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias (CNE), recibimos la noticia que debíamos poner en marcha un laboratorio para aumentar la capacidad del Inciensa para realizar las pruebas de RT-PCR en tiempo real para la detección del SARS-CoV-2.

Teníamos tres grandes retos: poner a andar el laboratorio bajo la presión de la emergencia sanitaria causada por un patógeno emergente poco conocido, capacitar a personal sin experiencia en técnicas de biología molecular y establecer la dinámica de trabajo, considerando los principales procesos a realizar: recolección de las muestras respiratorias en la Unidad de Servicios Técnicos de Laboratorio (USTL), procesamiento de las muestras, extracción del ARN viral, ejecución de la RT-PCR para la detección del SARS-CoV-2 y reporte de los resultados en los informes de ensayo, por mencionar tan sólo los más importantes.

A pesar de estos grandes retos, contábamos también con tres grandes aliados: nuestro compromiso con el Inciensa y la salud pública del país, la experiencia de algunos de los convocados en el manejo de patógenos respiratorios; por último, pero no menos importante, el apoyo de las altas autoridades del Inciensa.

El inicio del laboratorio fue muy duro; sin embargo, un mes después de haber adquirido nuestra nueva responsabilidad, habíamos sido capaces de instalar el laboratorio y ponerlo en marcha, capacitar al personal nuevo y verificar el método comercial que usaríamos para la detección del SARS-CoV-2. En cuestión de días, pasamos de analizar 20 muestras diarias a 100, e inclusive a procesar más de 300 en un solo día.

Conforme aumentó la necesidad de mejorar la eficiencia en nuestro trabajo, aparecieron nuevas necesidades institucionales para incrementar la capacidad de respuesta. El área de extracción del LD-COVID-19 inició contiguo al Centro Nacional de Referencia (CNR) en Micobacteriología, pero poco tiempo después tuvimos que preparar una nueva área en el antiguo CNR en Leptospirosis y también instalar un laboratorio de biología molecular completo en el CNR en Entomología.

Junto con la alta demanda de muestras y el crecimiento acelerado del LD-COVID-19, vinieron nuevos retos relacionados con la implementación, estandarización y verificación de nuevos métodos. Identificamos los parámetros de desempeño más importantes por evaluar y conocer cómo se comportarían los métodos en las muestras de la población costarricense: límite de detección, especificidad diagnóstica, sensibilidad diagnóstica, valor predictivo positivo y valor predictivo negativo.

Los primeros meses de la pandemia por la COVID-19 fueron largos, de mucho cansancio, estrés y presión. Nuestra formación profesional, competencia técnica e inteligencia emocional fueron puestas a prueba, pues debimos ser capaces de cumplir los desafíos, al mismo tiempo que luchábamos por mantenernos ecuánimes ante un escenario sumamente abrumador. Nuestras jornadas de trabajo fueron modificadas para laborar los fines de semana; el tiempo personal y familiar fue sacrificado en su máxima expresión.

Hoy, vemos hacia atrás y reflexionamos sobre el camino recorrido, con nuestra disposición en firme de continuar laborando en esta emergencia sanitaria, hasta que la institución y la población costarricense así lo requieran.

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