A un año de las elecciones nacionales para Presidencia, Vicepresidencias y Diputaciones, el país se encuentra de cara a un proceso electoral el cual pareciera ser similar al anterior, marcado por la polarización causada por la Opinión Consultiva OC-24/17 que reconoce la identidad de género autopercibida y el matrimonio igualitario.
Sin embargo, en el contexto actual se trata de un escenario sobrevenido por una economía golpeada por la pandemia, así como sus efectos en materia laboral, social y la ampliación de Derechos Humanos a sectores históricamente marginalizados.
En ese sentido, el surgimiento de líderes populistas se apodera del ambiente político para acrecentar su caudal electoral que, sin duda alguna, ya comienzan a resonar con bombos y platillos los primeros líderes populistas, tratando temas de Derechos Humanos como moneda de cambio y ganar réditos.
Tal es el caso del precandidato del Partido Liberación Nacional Claudio Alpízar Otoya, quien el 21 de mayo publicó en su perfil de Facebook una imagen con lo que sería uno de los ejes de su plan de trabajo, este es, el tema migratorio.
“Una cosa es ser xenofóbico y otra cosa es querer tener orden, información y control sobre los extranjeros que nos visitan o que se vienen a vivir a nuestro país”, expresa Alpízar en su publicación de Facebook, donde propone regular el flujo migratorio en apego a la ley y normas.
El profesor Paul Watzlawick decía que la lengua no solo transmite información por medio del discurso, sino que, además, es vehículo de expresión de una determinada visión de la realidad; la profesora Alicia Ruiz alertaba del discurso como medio ideológico para legitimar el poder.
En ese sentido, sobre migración encontramos dos tipos de discursos políticos referido a la migración: discursos re-activos, los cuales son una respuesta al proceso histórico de la multiculturalidad que trae intrínsecamente la inmigración, buscando una vuelta al pasado monocultural, por las alteraciones negativas que supone este proceso, además de la interpretación de la persona migrante por su condición legal (migrante, extranjero, inmigrante legal/ilegal…), ubicándole como proclive a realizar actividades ilícitas o beneficiarse de distintos servicios. Existe, también, el discurso pro-activo que se caracteriza por reconocer el proceso irreversible de la multiculturalidad, y apuesta por su gestión, a la vez que trata a la persona por su carácter humano, es decir, en consonancia con el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y la dignidad humana.
En el caso del precandidato Alpízar, la utilización del discurso re-activo, parece no ser casual, a quien las encuestas lo posicionan en los últimos lugares de la terna liberacionista por la candidatura presidencial, es lógico pensar que utilizará discursos migratorios populistas donde, lamentablemente, apele al sentimiento nacionalista para levantar su campaña. Sumado a esto, los discursos xenófobos re-activos como el de Alpízar arrastran consigo una serie de propuestas para regular la situación migratoria en el país, las cuales denotan un fuerte populismo punitivo como medida para afrontar la migración, ya sea con reforzamiento policial, fortalecimiento de centros de reclusión para personas migrantes, o como el precandidato de una manera muy elocuente, “cotizando antes de disfrutar de los servicios sociales del país”, estas medidas han mostrado ser inefectivas, y sólo promueven un derecho penal del enemigo toda vez que refuerzan la criminalización secundaria del poder punitivo, acrecentando el racismo y la aporofobia que caracteriza al sistema penal carcelario.
Migrar es un Derecho Humano, concebido en distintos instrumentos internacionales, sustentado en el derecho a la vida digna, a la igualdad y no discriminación, en la obligación de los Estados de respetar, proteger y defender la dignidad de las personas migrantes, así concebido en la Declaración Universal sobre Derechos Humanos, la Convención sobre el Estatuto de Refugiados, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, entre otros muchos, los cuales reiteran la importancia del derecho a migrar y el compromiso de los Estados a respetar la dignidad humana a la vez que deben velar por el bienestar de las personas migrantes. Además, las migraciones traen consigo riqueza económica, humanística y cultural a las naciones, es ilógico promover discursos xenófobos y fascistas cuando todas las personas somos migrantes, cuando las fronteras han sido trazadas por personas sólo para alejar y crear rivalidades absurdas entre las sociedades y cuando tenemos sociedades multiétnicas y pluriculutares que permite progresar en materia de Derechos Fundamentales. Negar este carácter multicultural es xenófobo, racista y altamente fascista, además contrario al principio de progresismo de los derechos humanos. Ninguna persona es ilegal y por eso, nadie debe ser supeditada a regulaciones discriminatorias de un gobierno de turno.
En ese sentido, es el deber de una sociedad democrática y defensora de los Derechos Humanos señalar y denunciar estos discursos de odio, callar ante esta situación representa, cuando menos aceptarla, o peor, promoverla.
Por último, el voto de las personas costarricenses no debe ir dirigido a candidatos con discursos de odio: el ímpetu xenófobo sumado al discurso reactivo que se hace presente en los populistas es el que les permite a las personas candidatas hacer eco de la migración como apología del odio y la ignorancia; es responsabilidad moral de la ciudadanía demostrar su inminente rechazo a estas actitudes ante las juntas electorales.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.