Comparemos estos dos datos. Hasta hace pocos días el COVID mató a 3.36 millones de personas en el mundo. La contaminación atmosférica causa entre seis y siete millones de muertes prematuras por año.

La pandemia actual, por grave que sea, es temporal; pero el cambio climático seguirá ahí, viene desde hace siglos y cada día causa más daños. 1.4 millones de personas fallece cada año por diarreas derivadas de la falta de agua potable.

En América Latina y El Caribe, donde campea el subdesarrollo y la desigualdad social, ya pasaron 14 años desde la primera alerta sobre el calentamiento del planeta.

Huracanes, inundaciones, sequías, oleadas de calor y riesgos relacionados con el clima, impactan la salud, la economía y la supervivencia misma de las personas afectadas por estos fenómenos naturales.

Esta situación es una traba más en en el progreso económico de la región, que solo puede enfrentarse mediante estrategias sustentables, que permitan superar la desigualdad y la pobreza.

El cambio climático y su impacto es un problema con muchas aristas, lo que impide la homogeneidad de ideas sobre el mismo, aunque ahora haya una mayor conciencia ambiental.

Centroamérica y el Caribe son de las zonas que se encuentran mayormente afectadas, sobre todo por su cercanía con el mar, y esto incide en todas las fases de la agricultura, en la disponibilidad de agua potable, la preservación de los bosques y el poblamiento de zonas costeras.

El medioambiente y la percepción del cambio climático coparon la lista de las problemáticas fundamentales de los latinoamericanos; pero, en esta zona del planeta no hay un interés colectivo hacia esta temática.

Las prioridades ambientales antecederán a cuestiones —también críticas— como el desarrollo de infraestructuras de transporte, la productividad y la innovación tecnológica.

Debemos sensibilizar a los demás, crear conciencia sobre la necesidad de buscar nuevas fuentes de energía renovables; detener la tala indiscriminada y mover a Costa Rica hacia regulaciones que enfrenten el problema.

Si ignoramos el impacto del cambio climático, la humanidad hipotecará su futuro y pondrá en peligro hasta su propia existencia como especie.

Ante este panorama, todos los costarricenses deben de tomar conciencia de su responsabilidad ambiental y combatir la desinformación y la confusión sobre este tema.

El riesgo climático es real; dar a conocer de su letalidad y cómo atacarlo es un deber social que no puede postergarse.

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