Apenas empieza el segundo año en la pandemia provocada por el COVID-19 y falta mucho camino por recorrer. La pérdida evitable de vidas humanas, los costos económicos, la incertidumbre generalizada, el impacto a la salud mental, la dramática brecha en la formación académica de las personas menores de edad, son todas consecuencias cuyos alcances últimos aún desconocemos. Para peor, la más palpable amenaza global en ochenta años vio a la comunidad internacional terminar de desarticularse en facciones según sus diferentes estilos de gestión de gobierno. La mala gobernanza que ha sido vista en muchos países, incluso algunos que se considerarían “desarrollados”, revela la sempiterna importancia de producir buenas bases jóvenes de líderes en diferentes agrupaciones políticas para estimular su vocación de servicio público. Crear políticas públicas eficaces requiere de liderazgo.

Recientemente fue publicado el reporte del Panel intergubernamental de ciencia y política pública sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos (IPBES) en el que analizan elementos que constituyen la “era de las pandemias”, y en el cual alegan que nos encontramos en una era de la humanidad donde habrá más pandemias que la actual, sumada al SARS, Zika, Ébola y sida, entre otras. La próxima pandemia vendrá más pronto de lo imaginado debido a las causas que las disparan, y que son las mismas que causan y aceleran la gravedad del cambio climático, a saber: cambio en uso de suelos, expansión e intensificación agrícola y aumento en el consumo y tráfico de vida silvestre.

El reporte estima que hay cerca de 1.7 millones de virus no descubiertos y que podrían existir en mamíferos y aves, de los cuales varios cientos de miles tendrían la capacidad de infectar al ser humano. Ello incrementa el riesgo de pandemias, sobre todo considerando que, anualmente, surgen más de cinco nuevas enfermedades en seres humanos y cualquiera de ellas posee el potencial de propagarse por el mundo con rapidez.

Los costos de esta pandemia son aún inciertos, pero el Fondo Monetario Internacional estimó que podría rondar los 28.000 billones (en inglés, trillion) en productividad perdida al 2025. Este insoportable monto, aunado al riesgo de que otra pandemia surja a la vuelta de unos años, exige prepararse para otro escenario eventual similar al presente. La estrategia actual ha dependido de la reactiva respuesta a la emergencia de salud pública y al diseño de soluciones tecnológicas y terapéuticas tales como las vacunas. Esta estrategia ha resultado lenta e incierta y ha causado muchísimo sufrimiento y pérdida en todo el mundo.

Prepararse implica tener mayor rigor en la conservación de ecosistemas y áreas protegidas de manera que se reduzca el riesgo de explotación de vida silvestre en regiones de alta biodiversidad. Ello ayudaría a separar las interacciones entre la vida silvestre y la ganadería, que resulta ser un vehículo de transmisión entre un virus y el ser humano. El cambio en el uso de suelos debería buscar la manera de mejorar la productividad enriqueciendo la biodiversidad y fertilidad de los suelos, produciendo alimentos más sanos y teniendo como efecto secundario la regeneración de los campos de cultivo de alimentos. También, un enfoque holístico de la salud sería preponderante en el diseño de políticas de salud pública, vinculando la salud humana con la salud animal y con los sectores ambientales. En suma, transformar la orientación hacia una producción de bienestar desde y para la biósfera.

Por último, y quizás lo más importante, es que la pandemia ha revelado lo desigual que ha sido su impacto en poblaciones vulnerables: personas con condiciones de salud, comunidades pobres, trabajo informal. En particular, el COVID-19 ha provocado un éxodo de millones de mujeres de sus trabajos de vuelta a sus hogares para atender a menores que no tuvieron educación presencial durante el 2020. Prepararse para la próxima pandemia implicará, también, construir una sociedad donde esa carga intensa de trabajo en el hogar se reparta de manera más equitativa y evitar que recaiga de manera tan parcializada en las mujeres.

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