Esta frase memorable de las sátiras de Chespirito, rebota una y otra vez en mi cabeza, y probablemente en la de muchos otros costarricenses, cada vez que se dan ciertos acontecimientos y decisiones por parte de nuestros políticos o “representantes”.

El titular de varios medios fue esclarecedor "PLN, PAC y Frente Amplio excluyen a universidades de reforma a empleo público…". Tras bastidores, el PUSC se metió en la misma cama, y le cedió su silla al FA para que esto fuera posible….

Delegamos en los diputados la voluntad del pueblo, pero la realidad es que estos representan su propia voluntad y la de sus grupos de interés, presión etc. Si no es para este tema, es para reelegir un magistrado que no merece ser reelecto, o para impulsar una agencia espacial en medio de la peor crisis financiera de los últimos 40 años, nuevos impuestos o para cualquier otra medida que la colectividad no apoya pero que a los políticos les hace sentido porque en un final representan su voluntad, aunque no sea la del pueblo.

Si analizamos las posiciones de los otros dos poderes de la República, podemos concluir algo similar, el grueso de los magistrados liderados por su presidente, son los defensores a ultranza de un régimen de privilegios salariales desmedidos, que defienden a uñas y dientes, siendo literalmente “juez y parte” en la toma de decisiones. ¿El Ejecutivo? Impopular, aislado, sumido en el ostracismo para cualquier tema que no le sea afín, contando los días para salir del poder y entregarle una braza caliente a su sucesor.

¿Cuál es la génesis del problema?

La constitución del 49 estableció restricciones a la libertad política, supeditando el derecho de elegir y de ser electo, a través de partidos políticos, lo cual ha sido ratificado por votos de la Sala Constitucional. El problema de fondo es que los partidos que ostentan el poder, en su mayoría han sido dominados por una oligarquía de facto, que han hecho del Estado, de la política y de la función pública su "modus vivendi”.

Hoy son diputados, ministros, alcaldes, directivos bancarios, mañana serán embajadores, síndicos, etc.. Nombran a sus colegas o familiares en plazas vitalicias en alguna institución pública, brincan de ahí a otro cargo público, se devuelven a sus cátedras universitarias etc. En general son personajes que van de una silla a otra en la función pública, incluso se pasan de un partido político a otro. La constante es que en muchos de los casos no están preparados para ninguna de las funciones que desempeñan, pero se valen del sistema para sostenerse, rotar en el poder y vivir de la colectividad desde el sector público.

Para mantener su cuota de poder y perpetuarse, crearon un sistema legal que ha blindado literalmente los beneficios y el régimen de trabajo en el sector público. Como si no bastará con ser inamovibles, han comprado y corrompido conciencias, a través de prebendas, granjerías, incentivos etc., que son hoy el principal detonante del déficit fiscal que nos tiene al borde del abismo, y de la desigualdad que existe entre los privilegios del sector público y el mundo real, el de todos los demás costarricenses. La exclusión de las universidades públicas del régimen de empleo público es una demostración más del pago que los diputados y los partidos políticos, le dan a su base apoyo, a la burocracia que crearon y de la cual son parte integral.

La meritocracia que debería privar para ocupar cualquier puesto en la función pública quedó de lado. Al gobierno y a la administración pública no llegan los mejores, llega cualquiera, y son la base que sostiene a esa oligarquía de facto en el poder.

Relataba hace varios años la Contraloría General de la República "Siete de cada diez jerarcas carecen de estudios adecuados. Para fungir como ministro o viceministro en Costa Rica, solo se necesita ser ciudadano en ejercicio, mayor de 25 años y ser del estado seglar…”. La mayoría de los ministros tiene un grado académico, pero los problemas más graves están en los rangos inferiores... Lo expuesto conlleva la posibilidad de que los nombramientos en esos cargos recaigan en personas en las que no concurran las competencias indispensables, para el direccionamiento… de los ministerios e instituciones fundamentales para la vida de los costarricenses…”.

Esto reafirma una frase que repite constantemente Rodrigo Chaves, "Costa Rica no es un país pobre, es un país mal administrado”. Es mal administrado, porque la función pública la ejercen personas sin la experiencia y conocimientos necesarios. El déficit fiscal, el desempleo, la desigualdad y demás males que el país sufre, son reflejo de esa mediocridad, improvisación y falta de capacidad.

Se salen de ese molde Comex, Procomer y Cinde, instituciones que históricamente han sido lideradas por empresarios y profesionales de alto nivel, con amplia experiencia en el mundo empresarial: Tomás Dueñas, José Rossi, Dyala Jimenez, Anabel Gonzalez, Alberto Trejos, Gabriela Llobet, Luis Gamboa, Pedro Beirute, Manfred Kissling etc.. El éxito de nuestro sector exportador, atracción de inversión extranjera y empresas en régimen de zona franca, se da gracias al talento, experiencia empresarial y alto nivel profesional de quienes han dirigido esas instituciones, aun cuando haya cambios en la dirección, la visión estratégica se mantiene e incluso mejora.

El mayor reto que Costa Rica enfrenta para retomar el rumbo y el tiempo perdido, es poder constituir un equipo de gobierno que reúna en todas sus instituciones al mejor talento del país, donde la meritocracia esté por encima de los vaivenes de la democracia, siguiendo el ejemplo de estas entidades que son pilares para el desarrollo del país.

Esa talento no está en la función pública o en los partidos políticos, son nuestros compatriotas que lideran empresas locales y globales, o en la academia privada. Si tuvieran la oportunidad, podrían aplicar ese talento para liderar a Costa Rica hacia una senda de prosperidad, innovación y desarrollo. Es lo que ha faltado en la función pública, para establecer un norte estratégico y seguirlo.

¿Nombres?

Ramón Mendiola, Gisela Sanchez, Carlos Wong, Juan José Chacón, Federico Solís, Silvia Castro, Álvaro Luque, Luis Javier Castro, Gabriela Llobet, Roberto Artavia, Anabel González, Alberto Trejos, Franklin Chan, Guillermo Alonso, Wilhelm Steinvorth, Jorge Perera, Christian Marín Müller, Monica Araya, Alvaro Carballo, Eli Feinzaig, Abril Gordienko, Adrián García, Gerardo Corrales, Jorge Woodbridge, y muchos otros nombres de grandes profesionales y empresarios que representan a la CR que es motivo de admiración a nivel global por su visión empresarial, capacidad de innovación y talento. Estos perfiles deberían ser la norma de aquellos lideren la visión y el rumbo del país.

Podrán descalificarlos porque la envidia que generan los empresarios y profesionales exitosos es imposible erradicarla, pero es innegable que son el motor que mantienen a flote el país desde el sector empresarial, y que podrían llevarnos al desarrollo gracias a su liderazgo, conocimiento y experiencia práctica.

Despertemos, en Costa Rica existe el recurso humano, talento y experiencia requerida. No están en la política ni en los nombres que se postulan a un puesto desde los partidos tradicionales, estos son más de lo mismo. Nuestra posibilidad como ciudadanos es impulsar un partido que abra la oportunidad de llegar al poder a los mejores del país, meritocracia desde la democracia.

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