Desde hoy le he declarado la guerra al edadismo y he abierto los brazos a la edad.

Espero tener muchos aliados en estas batallas que debemos librar como individuos y como sociedad en contra de prejuicios, estereotipos y realidades que hacen que la vejez se vea como una desgracia o algo desagradable y no como lo que realmente es: otra etapa de nuestra vida que debemos afrontar sin miedos y disfrutar a plenitud en las mejores condiciones posibles de salud, bienestar y realización plena.

Mientras nos preparamos como nación para celebrar los 200 años de vida independiente, deberíamos al mismo tiempo, prepararnos para afrontar en el corto y mediano plazo, la nueva realidad nacional, que desencadenara más rápido de lo que pensamos, una serie de cambios tectónicos en la estructura y composición demográfica, y en consecuencia, en la estructura política y socioeconómica como nunca antes haya experimentado nuestro país.

Aunados a los males históricos que arrastramos, cuyos efectos se han visto agravados por la pandemia del COVID-19, como el desempleo sostenido, el estancamiento de la actividad económica, la injusta desigualdad entre los centros de desarrollo y las desatendidas periferias y territorios, se suma una situación fiscal frágil y desbalanceada diseñada para mantener a toda costa, a un aparato estatal caro, lento e ineficiente; señales que alimentan un panorama confuso y desalentador.

La evidencia de datos es abundante, así lo revela el más reciente Reporte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INEC y el II Informe del Estado de Situación de la Persona Adulta Mayor en Costa Rica, de finales del año 2020; los cuales nos indican lo rápido que nos estamos envejeciendo, no solo por el cambio en la composición de los grupos etarios, como resultado del aumento de los nacimientos en las décadas de los 70 y 80s y el bono demográfico que ello generó. Sino, además, que como sociedad no supimos aprovechar la ventana de oportunidad en lo social, educación y salud, como resultado de la apatía, ignorancia y miopía política de aquel entonces y de ahora, de generar desarrollo económico, prosperidad y mayor equidad cuando se podía. Hoy no solo somos más viejos, sino que vivimos más, incluso después de los 65 años.

Actualmente la población adulta mayor costarricense representa un 13%, para el año 2030, que está a la vuelta de la esquina, será más de un 15% y para el año 2042, dos de cada 10 ticos seremos adultos mayores; puesto en números, en el 2008 eran 430.000 adultos mayores, actualmente son 600.000 y para el 2045 seremos más de 1.200.000. La cantidad de adultos mayores ha crecido un 60% solo en los últimos 12 años y para estar más que claros, para el año 2045, seremos en Costa Rica más adultos mayores que jóvenes menores de 19 años. ¡Por si queda alguna duda!

Atacar el edadismo y no la vejez

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) el Edadismo son todos los estereotipos, los prejuicios y la discriminación contra las personas debido a su edad.  Debe ser explicado, discutido y combatido a todos los niveles y en todo momento, empezando hoy por lo más obvio y necesario, con educación y discusión en las escuelas, colegios y universidades., en las comunidades, en las cámaras, en las asociaciones e instituciones.

El edadismo está tan arraigado en nuestro conjunto de valores y no solo me refiero a Costa Rica, sino en todo el mundo, que nos hemos acostumbrado a convivir con él y a promoverlo casi sin darnos cuenta. Hoy forma parte de nuestro imaginario colectivo como ha ocurrido por siglos con el racismo y el sexismo, por mencionar dos de los muchos males sociales más destructivos y nefastos que como sociedad creamos y cuestionamos, pero al mismo tiempo, disfrazamos y toleramos.

El edadismo debe ser combatido de manera frontal y urgente, principalmente en los medios de comunicación, en redes sociales y plataformas digitales, convertidas todas en espacios de adoración a la juventud y sitios de antagonismo y negación de la vejez, como si fuese un delito, una enfermedad o un pecado llegar a la adultez mayor.

Esta guerra no se ganará solo con analizar o discutir el problema, sino que se requiere urgentemente de acciones concretas, esencialmente en dos direcciones; la primera ya mencionada, en los sistemas y programas educativos y de formación, así como en los medios de comunicación que empiecen a presentar la edad como un camino continuo que debemos disfrutar desde que nacemos y hasta el último día de nuestra vida; recordando que cada etapa de vida tiene sus pros y sus contras. Y también promoviendo una mejor relación de convivencia en todas las edades y no como un absurdo juego de antagonismo entre lo joven y lo viejo, lo lindo y lo feo, entre lo productivo y lo desechado, entre sobrevivir y vivir plenamente.

La segunda, en la buena gestión para el planeamiento, desarrollo y puesta en práctica de una amplia serie de políticas públicas y programas sociales agresivos, orientados a focalizar esfuerzos y recursos para la atención de la nueva realidad marcada por una población creciente de adultos mayores.

Esto desencadenará cambios tectónicos en nuestra sociedad y necesariamente en la composición del gasto público, empezando por lo urgente: la inversión en la atención primaria de salud, cuido, albergue y manutención.

Pasando por políticas y programas de re-educación, alfabetización tecnológica, creación de espacios de convivencia intergeneracional y el ejercicio pleno de los derechos humanos de los adultos mayores, contenidos todos en la legislación costarricenses y en la Convención Interamericana de los Derechos Humanos de las personas mayores, así como en los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas, dirigidos a la población de adultos mayores.

El año 2021 es un año especial para los costarricenses como sociedad y un buen momento para recordar los grandes logros y conquistas sociales, económicas y ambientales que sembraron nuestros antepasados. Es además coincidente con la propuesta que debe realizar el país de la nueva Política Nacional de Envejecimiento y Vejez 2021-2031, la cual coordina y lidera el Consejo Nacional de Personas Adultas Mayores, CONAPAM y otras instituciones públicas.

Estamos frente a una oportunidad dorada como nación para redefinir el rumbo y tomar un camino viable y realista que oriente nuestras decisiones ante los cambios demográficos que se vislumbran en el futuro cercano, que nos permita estar mejor preparados o al menos bien advertidos, ante los retos y desafíos que traerán los años plateados de una Costa Rica más madura y vieja, que nos tocará vivir en las décadas venideras.

También, representa una excelente excusa para que empresarios, líderes y la sociedad civil que hoy se encamina hacia la vejez, presionen e influyan afirmativamente en los partidos y los políticos de cara al proceso electoral del 2022. De ellos y de quienes tomen decisiones en favor de la creciente población de adultos mayores, esperamos una nueva perspectiva y visión de futuro que incorpore proyectos transformadores y movimientos sociales profundos en esta revolución silenciosa de la edad y la vejez, que impacten a la Costa Rica Bicentenaria que se envejece y los ticos con ella.

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