Según la Ley 4240 “la Planificación Urbana, es el proceso continuo e integral de análisis y formulación de planes y reglamentos sobre desarrollo urbano, tendiente a procurar la seguridad, salud, comodidad y bienestar de la comunidad”. En pocas palabras, es el proceso en que se define cómo se va a distribuir el territorio de forma ordenada y planificada.

Para lograrlo, se utiliza el Plan Regulador, que es una herramienta técnico-jurídica, que permite definir a través de reglamentos, mapas, planos y otros documentos, con miras a un desarrollo ordenado de la población, las vías de circulación, los usos de tierra, construcción, conservación e incluso recuperación de espacios públicos, entre otros, contemplando al ambiente.

La responsabilidad de elaborar dichos planes recae en los Gobiernos Locales y cada 5 años deben actualizarlos para redefinir el ordenamiento territorial conforme a las necesidades de desarrollo y bienestar de las personas que habitan el territorio y los mismos son revisados y aprobados por el INVU.

Ahora bien, ¿qué es la movilidad? Pues es el conjunto de desplazamientos, de personas y mercancías que se producen en el espacio físico.

Existe una pirámide de movilidad, donde en principio se tenía en la cúspide a los automóviles y de último a las personas; irónico, ¿no? Cuando quienes debían estar en la cúspide son las personas, porque al final, son quienes se desplazan por el espacio físico. Por dicha, de unos años para acá, la pirámide se invirtió y ahora se entiende que se debe poner como eje principal de la movilidad a las personas.

La planificación urbana y la movilidad se interrelacionan, porque al realizar el ordenamiento del territorio, se definen las vías de circulación vehicular y peatonal.

Ahora, quiero hacer énfasis en las personas y en la relación que tienen con la planificación de un territorio y la movilidad.

Empecemos porque el acceso a la ciudad y la movilidad son derechos humanos. ¿Cómo? ¿no sabían?

El derecho a la ciudad está incluso contemplado internacionalmente a través de instrumentos como, por ejemplo, la Carta Mundial del Derecho a la Ciudad, que establece que toda persona tiene derecho a una ciudad sin discriminación por ninguna condición, que es un derecho interdependiente a todos los demás derechos civiles, sociales, políticos, culturales, ambientales y económicos, reconocidos.

Incluso, esta carta señala que el derecho a la ciudad es un derecho colectivo, ya que busca asegurar la distribución y el disfrute, equitativo, universal, democrático, justo, sustentable de los recursos, bienes, servicios, riquezas, a un ambiente sano, preservación de los recursos naturales, también el derecho al desarrollo y a la participación en la planificación y gestión urbana.

La movilidad también es un derecho constitucional, basta con irnos al artículo N°22 de la Constitución Política, donde indica que: “todo costarricense puede trasladarse y permanecer en cualquier punto de la República o fuera de ella…”

Podríamos creer que existe fundamento de sobra para que, en la planificación urbana y movilidad, se garantice la inclusión de todas las personas, sin embargo, en la práctica esto no suele ocurrir. Basta con que una persona con discapacidad salga de su casa y se desplace por el entorno físico, para darse cuenta del mal estado de las aceras o la inexistencia de estas, o intentar ingresar a una edificación y que la misma solo cuente con gradas, o incluso, intentar utilizar el transporte público y que el mismo no cuente con rampa.

Como lo escribí párrafos arriba, es irónico y, además, absurdo que se desee ordenar y desarrollar un territorio si no estamos tomando en cuenta a las personas.

Es necesario contemplar los derechos humanos y darle ese rostro humano a la planificación urbana y movilidad, poniendo no solo como eje principal a las personas, si no haciéndolas partícipes en los diferentes procesos, en especial a los sectores históricamente vulnerabilizados e invisibilizados y por supuesto, teniendo siempre en cuenta la interseccionalidad.

Pensar en las personas como el centro de todo, es realmente pensar en un verdadero desarrollo.

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