De acuerdo con los datos dados a conocer por el INEC en las últimas semanas uno de los efectos más severos de la crisis que el país experimenta actualmente por la pandemia de COVID-19, es el aumento del desempleo y la pobreza en los hogares. Esta última paso de un 21% el 2019 a 26% el 2020, lo que significa que al número de hogares pobres que ya teníamos de 419.000 se sumaron 83,888 nuevos.
Un dato relevante y que no debe pasar desapercibido es que en 1 de cada 3 de esos hogares pobres viven niños y adolescentes que ven limitadas sus oportunidades para poder desarrollar sus capacidades y ser parte activa del futuro. Buena parte de esos hogares se concentran en las zonas urbanas, especialmente en la Gran Área Metropolitana, en cantones densamente poblados como por ejemplo Pavas, Desamparados, La Unión y Curridabat, justamente estos tres últimos son el área de influencia de iniciativas como el Parque La Libertad (PLL), un programa del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), gestionado en alianza público-privada por la Fundación Parque La Libertad.
Esta iniciativa surgió hace más de 10 años y enfoca su trabajo hacia todos los habitantes de estas comunidades con énfasis en las personas jóvenes que se encuentran en condiciones de pobreza y alta vulnerabilidad social y económica. Se busca mejorar la calidad de vida de la población ofreciendo oportunidades de formación técnica, artística, cultural y ambiental con una oferta y una infraestructura de alta calidad. El Parque es un claro ejemplo de cómo combatir la pobreza desde la cultura y la educación, generando un círculo virtuoso de oportunidades desde un modelo de política social que pone en el centro la cultura como eje del desarrollo y la transformación social. Bajo un esquema de cooperación entre sectores públicos y privados con anclaje en el territorio y las comunidades, con fiscalización de los recursos por parte de la Contraloría General de la República.
Por medio de diversas actividades generadas por gestión comunitaria, gestión ambiental, el Centro Infantil y Juvenil y la Escuela de Danza, Teatro y Circo se promueven en las personas jóvenes habilidades para la vida, la empleabilidad y el desarrollo personal (atención psicológica, salud mental, psicoterapia grupal, prevención de la violencia, equidad de género, familia y también atención para personas con discapacidad y adultos mayores). Mediante clubes infantiles y para adolescentes se estimula también: la lectura, la tecnología, la robótica, la expresión creativa y estilos de vida saludables como el deporte y la cultura urbana que apuntan a la construcción de ese ciudadano del siglo XXI que el país requiere para renovar su apuesta por el desarrollo humano.
En momentos en que el país más requiere combatir la pobreza y reactivar la economía, el PLL con una visión adelantada de “Economía Creativa” hacia la cual muchos países del mundo se han movido, promueve programas como el Centro de Tecnología y Artes Visuales (CETAV), Programas de emprendimientos para mujeres con Mypimes culturales y Centros de cómputo que apuntan a la alfabetización digital, la formación y actualización profesional. Mediante los cuales los jóvenes beneficiados logran altos grados de empleabilidad que les permite romper el círculo de pobreza y generar, al mismo tiempo, desarrollo local en sus comunidades.
A lo anterior se suma la promoción de un enfoque de desarrollo sostenible con el cual el Parque no solo se ha preocupado de cuidar del ambiente con más de 45.000 m2 de áreas verdes y 22.000 árboles sembrados que brinda un pulmón más a la GAM, sino que también trabaja con once escuelas de la zona para apoyar y fortalecer los contenidos curriculares de ciencias para niños de tercer y cuarto grado, generando en ellos una conciencia ambiental desde pequeños.
“Para que tractores sin violines” Urge reeditar nuestra herencia cultural con visión de futuro.
La pandemia ha llevado a decisiones difíciles a todos los países y los ha obligado a reinventarse. La forma como salgamos de esta difícil coyuntura dependerá mucho de los liderazgos pero sobre todo de la capacidad que tengamos como sociedad de pararnos sobre las fortalezas históricas que hemos desarrollado y reeditar nuestro futuro. Fue en esta línea que en el siglo pasado ante coyunturas complicadas figuras, como Jose Figueres Ferrer, tuvieron la visión y la decisión de eliminar el ejército para invertir en educación. Figueres señaló con claridad: “la necesidad de que el país hiciera un esfuerzo cultural superior a sus posibilidades económicas para pensar no solo en el nivel de vida de las personas sino en su calidad de vida” y se preguntó: “¿Para qué tractores sin Violines?”. Es decir, se reconoció que apostar por la cultura era fundamental para el desarrollo. Este listón lo tomó el país con entereza desde distintos frentes y comunidades generando amplios frutos en todos los campos que han sido reconocidos internacionalmente.
El recorte presupuestario al Ministerio de Cultura y Juventud recientemente aprobado en el Congreso afecta proyectos y ofertas programáticas como las que brinda el Parque La Libertad y otras iniciativas igualmente valiosas como las Casas de la Cultura, ubicadas en distintas zonas del país. En el caso del Parque La Libertad esto significa que 230 mil personas que se atienden anualmente perderían la posibilidad de seguir creciendo y fortaleciendo la búsqueda de un mejor hoy y un mejor mañana para ellas y sus familias.
Mirar al sector creativo y cultural como algo marginal al desarrollo no está en el ADN de nuestra historia. Es por ello que recuperar su centralidad y potenciarlo desde una visión prospectiva de economía creativa y desarrollo humano es una de las mejores apuestas que el país podría hacer hoy para combatir la pobreza. Pero también para diseñar y amplificar las oportunidades de las generaciones futuras y actuales las cuales, por cierto, hoy más que nunca lo demandan.
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