Dos de los países con menos población de Latinoamérica son mundialmente reconocidos por la educación y la calidad de vida de sus ciudadanos, los beneficios sociales de sus habitantes, la defensa de los derechos humanos, la biodiversidad, la fortaleza de sus democracias… y podríamos seguir reseñando aspectos positivos que ambas naciones comparten.

A Costa Rica se la conoce como la “Suiza de Centroamérica”, mientras que el otro, Uruguay, recibe el mote de la “Suiza de América”.

Costa Rica comenzó su lucha contra la COVID-19 el viernes 6 de marzo por la tarde, con la detección del primer caso a una ciudadana extranjera que estaba haciendo turismo en San José. Recuerdo que escuché esa noticia a la salida de una reunión en el INS.

La semana siguiente me tocó mantener reuniones de trabajo en otro país de la región, donde ya se estaban superando las primeras decenas de casos detectados.

Llegué a Uruguay el viernes 13 de marzo con el deseo de acompañar a mi hija en su cumpleaños, pero ese día no fue de demasiada celebración, ya que en la tarde se informaron los primeros 4 casos detectados de COVID-19.

Hasta este capricho del azar quiso que ambos países, tan parecidos, comenzaran a transitar juntos el camino de la pandemia.

Las medidas adoptadas en ambos países también fueron muy parecidas, ya que no se optó por el confinamiento obligatorio, sino que ambos gobiernos buscaron el distanciamiento físico de los ciudadanos, con lo cual se suspendieron las clases presenciales en la educación, se incentivó el teletrabajo, se suspendieron actividades con presencia masiva de personas (cines, teatros, deportes, conciertos, centros comerciales, etc.).

Quizás la diferencia principal estuvo en los instrumentos que utilizó uno y otro país para limitar la movilidad. En Costa Rica se optó por imponer restricciones de circulación vehicular diurna según las placas de los carros más la imposibilidad de circulación nocturna; mientras que en Uruguay se apeló a la “libertad responsable”, incentivando a todos los que pudiesen a permanecer en sus respectivos domicilios.

El gobierno de Uruguay conformó un Grupo de Asesoramiento Científico Honorario, para proveer recomendaciones de medidas a adoptar para el retorno a la nueva normalidad, los protocolos a utilizar, las formas de control del posible impacto en el aumento de los casos, las alternativas de mitigación en caso de ocurrir, etc. Este Comité está integrado por más de 70 científicos, 60 de ellos con doctorados en diversas disciplinas médicas, biológicas, químicas, físicas, matemáticas, informáticas y legales. 

A poco más de dos meses de comenzada la pandemia en ambos países (18 de mayo), Costa Rica llegaba a 866 casos, mientras que Uruguay estaba en 737 casos detectados. La cifra que más nos duele, la de las personas que lamentablemente fallecieron, indicaba que habían sido 10 los ticos y 20 los “orientales” que perdieron la batalla contra la enfermedad. 

Ambos países enfrentaban también la escasez de pruebas de PCR para poder realizar el seguimiento epidemiológico y testear a los sospechosos de COVID-19 y sus contactos, y así confirmar o descartar los contagios.

Al 18 de mayo Costa Rica llevaba realizadas poco más de 20.000 pruebas mientras que Uruguay algo mas de 34.000. Las razones por millón de pruebas eran de 4.071 y 9.965 para Costa Rica y Uruguay respectivamente.

Las internaciones en UCI nunca habían sobrepasado las 14 personas en Costa Rica y 10 personas en Uruguay. En Costa Rica a esta fecha se había aumentado la capacidad de UCI hasta cerca de 300 camas, mientras que Uruguay pasaba de 600 a casi 900.

Tan parecidos…

Ambos países habían logrado mantener a raya el nivel de contagios, a pesar de estar rodeados por vecinos con situaciones más complicadas.

Uruguay tiene fronteras con Brasil y Argentina. Con Brasil son más de 1000 kilómetros, la mayoría de “frontera seca” o sin accidentes geográficos que impidan o dificulten el paso de un país a otro y con varias ciudades binacionales (Rivera, Chuy, Río Branco, etc.), donde ambos países están separados apenas por una avenida y se puede transitar libremente de un país a otro sin ninguna restricción. Uruguay tiene casi 900 kilómetros de frontera fluvial con Argentina, existiendo solamente 3 puentes para cruzar de un país al otro en transporte terrestre.

Costa Rica limita con Panamá y Nicaragua por poco más de 300 kilómetros con cada país y también la mayoría de ellas siendo “frontera seca” y compartiendo igualmente algunas ciudades con sus vecinos. 

Por esos días de mayo una noticia ilusionó a los uruguayos… 

Mediante el trabajo conjunto del Instituto Pasteur de Montevideo (perteneciente a la Red Internacional de Institutos Pasteur (RIIP) y las Facultades de Medicina y de Ciencias de la Universidad de la República (de carácter gratuita para todos los alumnos que estudian allí y con matrícula irrestricta) lograron el desarrollo para producir los estudios PCR a nivel nacional, con lo que se lograba la autonomía en unos bienes que estaban sometidos a demandas insatisfechas en todos los países del mundo, comenzando la producción inmediata de 50.000 estudios PCR. Hasta esta fecha, solamente en 4 oportunidades Uruguay había logrado realizar mas de 1.000 estudios PCR en un mismo día. Esto permitiría hacer seguimiento epidemiológico a los contactos de los contagiados e incluso a los contactos de los contactos de los contagiados, con lo cual los brotes se logran aislar muy rápidamente.

En las mismas fechas surgía la ilusión en Costa Rica con las investigaciones a cargo del prestigioso Instituto Clodomiro Picado tanto en relación al suero equino como al plasma convaleciente. Se abría la esperanza de contar con mejores instrumentos para tratar a los pacientes con COVID-19.

Junio

Sin embargo, algo sucedió en Costa Rica en junio que comenzó a disparar la cantidad de casos de forma sostenida. Las especulaciones y supuestos han sido varios (cuarterías, barbacoas, día del padre, idas a la playa, finales Heredia-Saprisa, etc.); pero lo cierto es que al 21 de julio, a unos 4 meses del inicio de la pandemia en ambos países el comportamiento de la misma comenzó a ser muy diferente. 

Costa Rica había superado los 12.000 contagios, mientras que Uruguay había mantenido el ritmo de meses anteriores, acumulando casi 1.100 casos. Los fallecimientos también tenían una tendencia diferente… Costa Rica superaba los 70 y Uruguay los 33. En mayo Uruguay tenía el doble de fallecimientos que Costa Rica y en dos meses se había invertido esa relación; estando ahora Costa Rica con el doble que Uruguay.

Ambos países habían comenzado el retorno gradual de las actividades en diferentes momentos.

En Uruguay primero fue el sector de la construcción, que retomó actividades a mediados de abril. En mayo fueron las escuelas de áreas rurales, luego las de ciudades y pueblos con poca población y finalmente en junio las áreas metropolitanas y la educación secundaria. Esta elección tuvo un sustento científico. Las personas que menos sufren el contagio de COVID-19 son aquellas con buen estado de salud y los jóvenes. El personal de la construcción está acostumbrado a trabajar al aire libre y con mucha actividad física. Los niños han sufrido pocas consecuencias, entonces hacerlos volver a clase con asistencia gradual y grupos reducidos suponía también un bajo riesgo. En todos estos casos se realizó un monitoreo para identificar posibles incrementos de contagios en esos grupos. Fue fundamental contar con disponibilidad de pruebas PCR para realizar estudios sin restricciones.

La apertura continuó… posteriormente volverían a abrir las oficinas públicas, los comercios pequeños comenzaron a aplicar los protocolos de atención segura; más adelante, y con aforo reducido, los centros comerciales, teatros, restaurantes con música en vivo, etc. Hasta el día de hoy no ha sido necesario dar marcha atrás en ninguna de las medidas adoptadas; pero la condición ha sido que, si se detecta un incremento de casos por alguna actividad en particular, esta se revertiría de inmediato.

Luego de haber registrado caídas muy importantes en la actividad económica, estas medidas le permitieron a Uruguay comenzar un lento proceso de recuperación. Ahora se evidencia la mejoría de varios indicadores de la economía, llegando en algunos casos a valores similares o cercanos a los pre-pandemia.

El Índice Líder CERES (interno de Uruguay) mide el nivel de actividad general de la economía. Tomando el valor a enero 2019 como base 100, se cayó a 97 en mayo y llegó a 99,3 en agosto.

Con el mismo criterio de medición, la producción industrial estaba en 95 al inicio de la pandemia, cayó a 82 en abril y mayo y se encuentra en 92 en agosto. El personal ocupado en la industria está 4% por debajo del valor al inicio de la pandemia.

La recaudación de IVA en agosto volvió al mismo valor antes del inicio de la pandemia.

La venta de autos nuevos está en el mismo nivel pre pandemia, habiendo caído a menos de 60 en abril.

La venta de combustibles está en 107 para la gasolina y 104 para el gasoil, mientras que en abril la gasolina había caído a 70 y el gasoil a 90.

Aún no se ha recuperado el crédito. La cantidad de operaciones está un 30% por debajo y el monto del crédito es también un 5% inferior (ambos comparados al valor de enero de 2019).

El nivel del subsidio por desempleo (beneficio social con más de 115 años de antigüedad) está un poco por encima del doble de los valores habituales mientras que en marzo se había multiplicado por cuatro. Los despidos, en los últimos años, estuvieron en una banda de 4.000 a 6.000 mensuales. En abril se llegó a un pico de casi 8.000, fue descendiendo hasta los 5.000 de junio y volvió a subir a casi 7.000 en julio.

En Costa Rica se instrumentaron los Bonos Proteger, que han ayudado a enfrentar la pandemia a unas 700.000 personas, con los desafíos que implica diseñar, implementar y controlar un beneficio social tan abarcativo. 

Tan diferentes… 

El tico es alegre, colorido, pura vida, le gusta la música divertida, la celebración, las reuniones con amigos.

El uruguayo está caracterizado como de muy bajo perfil, quizás hasta “gris”… la música que lo representó por décadas fue el tango y más recientemente Drexler.

Quizás estas características ayudaron a su población a sobrellevar de mejor manera las medidas de confinamiento y, por el contrario, para personalidades como las ticas resultan muy difíciles de mantener por períodos prolongados, como está sucediendo en la actualidad. 

Hoy día se siguen viendo diferentes comportamientos de la pandemia en ambos países.

Al 24 de setiembre Costa Rica está cerca de los 70.000 contagios (42.110 activos) y Uruguay está por debajo de 1.950 (238 activos). Lamentablemente en Costa Rica han fallecido 795 personas mientras que en Uruguay  46.

Otra diferencia importante ha sido la cantidad de estudios PCR realizados y el nivel de contagios detectados en ambos países.  Costa Rica supera las 206.000 pruebas PCR, con una razón de 40.600 estudios por millón de personas. Con estas cantidades, se obtiene mas de 32% de positividad. O sea, de cada 100 estudios PCR realizados, 32 han resultado positivos.

Uruguay ha realizado 218.000 pruebas PCR, con una razón de 62.800 estudios por millón de personas. Con estas cantidades, se obtiene un 1% de positividad. O sea, de cada 100 estudios PCR apenas 1 da resultado positivo.

Costa Rica actualmente tiene casi 260 personas en UCI. Uruguay al día de hoy tiene 2 pacientes en este tipo de sala.

Sin dudas que el nivel de acatamiento y de responsabilidad individual que tuvo la población en Uruguay ha sido un factor clave para mantener bajo control la enfermedad hasta la fecha, lo mismo que la decisión del Gobierno de apoyarse en un Comité de Expertos para tomar las diferentes decisiones asumidas a lo largo de estos 6 meses; aunque también ayuda la baja densidad de población, ya que la superficie del país es 3,5 veces superior que la de Costa Rica con una población un 20% inferior.

Dos países muy parecidos… a los que la pandemia se ha encargado de recordarles algunas diferencias.

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