En un artículo del pasado 24 de mayo titulado “Frente a la evidencia de crímenes de guerra contra civiles, cancillería opta por la foto y el silencio”, se criticó la participación de la cancillería en una donación que se realizó al Hospital de Niños junto a las Damas Israelitas, mostrando las costuras de una posición no tan humanitaria, sino tan común en la época actual, la política de cancelación.

La participación de la viceministra de Relaciones Exteriores, Lydia Peralta, en un acto de cooperación humanitaria, no constituye ni una banalización del sufrimiento palestino ni tampoco como menciona la autora de una forma casi ofensiva, un acto de “servilismo”, sino por el contrario, consiste en una expresión legítima de una política exterior de nuestro país que se basa en la cooperación internacional, la promoción de la solidaridad y el fortalecimiento de vínculos que benefician directamente a los propios costarricenses.

Se debe recordar un detalle importante sobre las relaciones diplomáticas entre países democráticos como lo son Costa Rica e Israel; estas no pueden ni deben ser reducidas a cuestionamientos simplistas, ideológicos ni a juicios emocionales personales que desatienden la complejidad de la política internacional.

La República de Costa Rica ha construido históricamente una diplomacia respetuosa, basada en el diálogo, el entendimiento mutuo y la búsqueda de soluciones pacíficas, apegados al valor del Derecho Internacional, sobre el cual han abogado para la solución de los conflictos por encima de cualquier solución militar y apelando a la defensa de los más vulnerables.

Así pues, nuestra relación con el Estado de Israel no es nueva ni tampoco responde a un momento coyuntural, se ha mantenido constante desde la propia independencia de Israel en el año 1948 y se ha desarrollado en el marco del respeto a la soberanía entre ambos Estados. Rechazar una donación de un país con el cual mantenemos relaciones diplomáticas por motivos políticos es improcedente, y contrario a los beneficios de nuestro propio pueblo con quien se tiene una obligación inmediata, no se puede instrumentalizar o ideologizar la solidaridad con la niñez costarricense apelando a la defensa de los derechos de otras poblaciones, lo que no quiere decir que no se pueda ser explícito al solicitarlo.

Alguien que sostenga que Costa Rica “es indigno” por mantener relaciones con Israel se olvida que la política exterior debe guiarse por la responsabilidad, la prudencia y el compromiso con la paz, no por la cancelación diplomática, ni otros tipos de cancelaciones que incluso sobrepasan la crítica responsable hacia Israel y tocan otros parámetros.

Si el condicionamiento para establecer y mantener las relaciones internacionales fuera la ausencia absoluta de críticas en materia de DDHH, nuestro país debería suspender relaciones con decenas de países, incluyendo potencias con las cuales compartimos acuerdos comerciales, ambientales y multilaterales. El espíritu de coherencia que se debe tener sobre el tema no se medirá por medio de la ruptura de relaciones diplomáticas, sino por el uso de las herramientas que se poseen para intentar influir e impulsar el diálogo hacia la paz, construyendo puentes incluso en medio de los desacuerdos, las Relaciones Internacionales, incluso para Estados pequeños como el nuestro, deben ser propositivas y funcionales.

Nuestro país continuará siendo un gran defensor del Derecho Internacional Humanitario y de los Derechos Humanos con todos los pueblos de la tierra, incluido el pueblo palestino con quien mantenemos relaciones diplomáticas desde el año 2008 y con quienes, obviamente, no llamamos a una ruptura pese a las atrocidades de los actos de Hamas de octubre de 2023.

Por otra parte, no es incompatible con nuestra política exterior mantener lazos con el Estado de Israel, con quienes hemos compartido a lo largo de la historia cooperación en temas tales como salud, tecnología, agricultura, educación e innovación. El acto en el cual participó la embajadora Peralta no borra ni blanquea el sufrimiento de ningún pueblo, sino que, por el contrario, es reflejo del sano ejercicio de la diplomacia activa, permitiendo con este acercamiento conversar, colaborar y contribuir a soluciones reales y sostenibles, en vez de promover el aislamiento o de emitir un juicio basado en una supuesta superioridad moral que en verdad es estéril.

De igual manera, es poco atinado señalar que nuestra cancillería actúa con “crueldad” o “cobardía moral”, por el contrario, el gobierno ha mantenido una posición equilibrada en este contexto, rechazando todo acto de violencia contra civiles, independientemente de si son israelíes o palestinos, y han abogado por la solución de dos Estados como la única vía hacia una paz duradera entre ambos pueblos, manteniendo el sano reconocimiento de que los palestinos merecen vivir con dignidad e Israel tiene su derecho a existir con seguridad.

En una época como la que enfrentamos actualmente, nuestro país debería seguir apostando por las rutas del sano debate, de la apertura de diálogos y el consenso, evitando caer en posicionamientos radicalizados que buscan simplificar la visión de conflictos tan complejos como este. No se habla en este caso de elegir entre el pueblo israelí o el pueblo palestino, sino de impulsar con ímpetu y liderazgo una política exterior con principios y voz propia, que sea útil en la promoción del diálogo, el fin de las hostilidades y la reconstrucción de la convivencia enfocada con el llamado a la cordura y el retorno hacia las negociaciones y un final oportuno para la actual crisis.

La paz no es un camino que se pueda lograr cerrando espacios a nuestros aliados diplomáticos, sino tendiendo puentes y abriendo caminos para que sea la vía diplomática y el respeto al derecho internacional lo que logre ese proceso transformador, no se puede seguir abogando por los derechos de los palestinos, llamando significativamente a cercar y desmantelar como desean algunos al Estado de Israel, este tipo de llamados son pasivo-agresivos y le harían el juego a los propios radicales que han capturado la causa palestina para sus propios intereses mezquinos, como lo hace Hamás y otras organizaciones similares.

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