Ninguna estructura productiva en el mundo es perfecta, pero no debe ser excluyente, máxime si se trata del abastecimiento alimentario de un país.
Por consiguiente, la globalización ha obligado a todas las economías del mundo a transformarse, en donde ha prevalecido el sistema de liberalización comercial, el cual ha llevado a la desaceleración del sector agro costarricense.
Queda claro que la transferencia de la riqueza de una a otra persona se mueve en función del bienestar de la segunda y la desmejora de la primera (Stiglitz, 2000), situación que podemos enmarcar en el ámbito productivo al que nos referimos.
Un claro ejemplo es la demanda interna de consumo de frijol en Costa Rica, de la cual entre el 75% y el 80% debe importarse, debido a que muchas veces el precio del grano es más bajo fuera de Costa Rica que localmente, mientras que el 60% de la demanda interna de arroz es importado.
Pero, ¿cuánto estamos dispuestos a sacrificar a costa de nuestros pequeños agricultores? Pocos son los beneficiados y la mayoría se sumerge paulatinamente en la pobreza, bajo sistemas económicos neoliberales que privilegian a los grandes productores en una competencia desigual, en la cual los pequeños agricultores deben lidiar ante muchas adversidades para poder producir, hasta el punto de quedar endeudados por el resto de sus vidas.
Es cierto que en los últimos treinta años nuestro país ha experimentado una gran transformación en la producción, en la cual se amplió y también se diversificó al sector de servicios, llegando este segmento a tener una importancia relativa del 68% del total de producción para el año 2017, en contra parte, la disminución de la participación del sector agropecuario continúa.
Ahora bien, un modelo económico diversificado plantea evitar la concentración del riesgo en solo un sector productivo, lo cual no es malo, la inconveniencia se encuentra cuando se deja perder un sector productivo tan importante como el agro, el cual debe ser el encargado en abastecer la demanda interna nacional.
Ante esta situación, es importante enfatizar que la actividad agropecuaria encauzada en el consumo interno ha mantenido un bajo dinamismo y hoy bajo otras circunstancias como la pandemia, los bloqueos de las zonas fronterizas y la gran burocracia en la búsqueda de soluciones urgentes ante un posible desabastecimiento alimentario, ha dejado claro la relevancia que posee el sector agro nacional.
El transporte terrestre de mercancías ha sido noticia en los últimos días, y las diferencias diplomáticas que ha enfrentado Costa Rica ante sectores productivos y políticos de Panamá, Nicaragua y Honduras a raíz de las disposiciones sanitarias aplicadas por nuestro país, han complicado el actual escenario regional, donde se ha acudido a la Secretaría de Integración Económica Centroamericana con el único fin de buscar alguna solución que satisfaga a las partes afectadas.
Y, ¿acaso Costa Rica no tiene la capacidad para autoabastecerse de alimentos ante una emergencia como la que se está presentando a causa del virus pandémico? Hoy en día no; pero nuestro país tiene la capacidad de autoabastecerse en términos alimentarios, aunque otros sectores estén en crisis, nada más se necesita de voluntad política.
La actual crisis sanitaria producto de la pandemia por COVID-19, nos grita que el Estado debe abrir los ojos y volver la mirada hacia atrás, donde el sistema dejó a miles de pequeños agricultores y sus familias a la deriva. Y analizar que esos bloqueos fronterizos son solo un aviso de lo que estamos expuestos en nuestro país si no se reforma la política económica actual.
Es necesario establecer transformaciones en el sistema crediticio para el sector agrícola, ya que requiere de facilidades para poder tener acceso a innovaciones tecnológicas que hoy en día se están aplicando a nivel mundial en dicho sector.
Además, establecer mejores condiciones en cuanto a competitividad se refiere, ya que se debe arremeter la gran desigualdad que nuestros agricultores enfrentan, ya que son ellos los que deben asumir costos altos en sus insumos frente a la importación de productos libres de aranceles, los cuales en su mayoría son subsidiados en sus países de origen.
Lo que sí me ha quedado claro es que esta pandemia deja en evidencia lo vulnerable que se encuentra la seguridad alimentaria del país, ya que un breve bloqueo de nuestras fronteras puede provocar un desabasto alimentario en la mesa de cada uno de nuestros hogares.
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