Este mes de mayo tomaron posesión las nuevas autoridades locales en Costa Rica, que gobernarán hasta el 2024. La realidad que se imaginaban meses atrás las alcaldesas, alcaldes, concejales o síndicos electos, es hoy muy distinta, y está ahora marcada por la pandemia de COVID-19. La agenda atiende temas propios de la emergencia, la economía es incierta, los presupuestos están comprometidos y hay una pérdida inédita de empleos.
Sin embargo, una pandemia es solo uno de los riesgos globales ante los que, de haber sabido antes y haberlo tomado con seriedad, nos hubiéramos preparado mejor. El cambio climático y la variabilidad del clima plantean riesgos que ocasionan impactos cada año con pérdidas humanas y materiales.
La reactivación económica es necesaria y debe ser una oportunidad para ajustar lo que no funciona. Negocios y pequeños comercios que desaparecen, presas interminables para llegar al trabajo, contaminación, por nombrar algunos de los problemas. Un artículo publicado en de Peter C. Baker, decía que “la tarea actual no es combatir el virus para volver a los negocios como de costumbre, porque los negocios de siempre ya eran un desastre. El objetivo, es combatir el virus y, al hacerlo, transformar los negocios en algo más humano y seguro”.
A continuación, presentamos seis ideas clave para blindar el desarrollo local ante los riesgos de corto, mediano y el largo plazo.
De la emergencia a la estrategia del mediano y largo plazo
Las municipalidades deben planificar conociendo todos los riesgos en sus cantones, buscando mantener seguros a sus ciudadanos hoy y en el futuro. El cambio climático se ve como un riesgo lejano; pero se materializa continuamente con sequías, inundaciones u olas de calor que ocasionan incendios con graves impactos para la salud, las vidas humanas y las economías (ver base de datos de pérdidas y daños de Mideplan). Los costos de los fenómenos climáticos extremos entre 1988 y 2010 variaron entre 0,3% y 1,7% del PIB por año, y en promedio cada trimestre es un 3% más costoso que el anterior, según la CGR. Las inversiones de las municipalidades deben responder varias agendas para aprovechar los recursos, con un balance entre lo urgente y lo importante.
Planificar con datos
La crisis por COVID-19 ha demostrado que los datos en tiempo real son claves para tomar mejores decisiones. ¿De qué manera? Permiten tomar acciones basadas en el estado actual y planificar para posibles escenarios. ¿Qué datos se podrían utilizar para guiar el quehacer de las autoridades municipales en el mediano plazo y guiar así la adaptación de los cantones? Trabajar conociendo las pérdidas económicas y daños por cantón, el número de viviendas expuestas a crecidas de ríos, el número de personas dependientes, o la cantidad de agricultores que puede verse afectada por una sequía son algunos de ellos. Iniciativas como gobierno abierto pueden ser medulares en la gestión.
Transparencia
El mundo trabaja ante la pandemia apelando a la transparencia del número de contagios y la tasa de letalidad del virus. ¿Qué tal si conociéramos de primera mano, los datos sobre el desempleo en nuestro cantón, el desempleo de mujeres, o la deserción escolar?. Conocer la realidad hará la gestión más eficiente, efectiva e involucraría más a la sociedad civil. Tanto el Principio 10 de la Declaración de Río sobre acceso a información, participación pública y justicia ambiental, como el Acuerdo de Escazú respaldan los beneficios del acceso a la información ambiental.
Invertir en naturaleza en los barrios y el espacio público
En el contexto de la enfermedad COVID-19 necesitamos una distancia de seguridad de un mínimo de 1,8 metros para evitar contagios. Hoy todos valoramos poder dar unas caminatas en la naturaleza dentro o cerca de la ciudad y valoramos el espacio público seguro. Las municipalidades necesitan revisar las áreas caminables de sus cantones y dictar reglamentos para ampliar este espacio para los peatones utilizando las aceras e incluso el espacio de las calles; la experiencia ya está en marcha en varias ciudades del mundo. Parques lineales, calles amplias y áreas verdes urbanas pueden ofrecer una oferta segura a los ciudadanos, revalorizar el suelo y a la vez conservar los servicios de ecosistemas, preciados para hacer frente al cambio climático.
Transformar la movilidad
El transporte debe ser seguro para las personas y ayudar en la lucha contra el cambio climático. El uso de combustibles fósiles es responsable de la contaminación y la mala calidad del aire en nuestras calles, lo cual magnifica los efectos de la enfermedad COVID-19. La bicicleta es una alternativa barata y con beneficios para la salud; y es ideal para distancias cortas. A nivel mundial varias ciudades reajustan sus calles para darle espacio a la bicicleta y se habla del fin de la cultura del carro. Las municipalidades pueden instalar parqueos de bicicletas y asignar carriles y seguros para esta modalidad de transporte. Con traslados más cortos, también se fomenta el comercio local, y los ingresos quedan en el cantón. Menos presas, menos contaminación del aire, más salud mental y más tiempo con sus seres queridos.
Seguridad alimentaria y consumo de alimentos locales
Según indica la FAO, la pandemia afecta a los sistemas alimentarios mundiales, las cadenas de distribución, y los precios de los alimentos. La producción agrícola y la industria agroalimentaria son fundamentales para la reactivación económica. En Centroamérica, la agricultura es uno de los sectores más susceptibles a los impactos del cambio climático. La continuidad de la producción local de alimentos no solo debe fomentarse, sino hacerse de manera resiliente. Quizás es el momento de evaluar si podemos sobrevivir con la producción de alimentos local.
El cambio climático es un riesgo real, pero se puede atender poniendo en el centro de las acciones la conservación de la naturaleza y la salud de las personas. Actuar para los riesgos del corto plazo –como la COVID-19– y del largo plazo –como el cambio climático– habrán de tener un inteligente balance. Solo así, las nuevas autoridades podrían blindar el desarrollo local.
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