Esta nueva realidad educativa nos enfrenta a unos desafíos nunca conocidos, por lo menos no por las actuales generaciones de docentes y estudiantes. Esta realidad tampoco es algo parecido a unas vacaciones, porque nos vemos enfrentados todos los días a estar juntos en casa, conviviendo, interactuando unos con otros, todos tratando de organizar el día, para teletrabajar, conversar, jugar, hacer tareas, comer y vivir juntos en la misma casa. Ahora es cuando se pone mayormente a prueba nuestra capacidad de resolver problemas e interactuar entre familia.

Esta sensación desconocida de incertidumbre sobre lo que podría pasar, cuándo podremos retornar al trabajo, a clases, a ir al mercado y a salir en bicicleta al parque de cada pueblo, es compartida por todos, no solamente en este pequeño país, sino que es una sensación compartida por miles de personas en el mundo. Estamos acompañados en esta nueva forma de ver la realidad.

La escuela, el centro educativo, es el contexto social más importante en el que niños, niñas y adolescentes desarrollan capacidades, no solamente en la dimensión académica, sino también aquellas relacionadas con sus necesidades de vincularse afectivamente con otras personas de manera sana y constructiva. En muchos casos, la escuela o el colegio es el único espacio social que hace la diferencia para que una persona demuestre resiliencia y sea capaz de sobrellevar condiciones de vida que pronostican fracaso o expulsión escolar.

Es por esta razón, que el Ministerio de Educación Pública ha insistido en la permanencia del contacto, del vínculo de los docentes con sus estudiantes, e incluso de los estudiantes entre sí. En el reconocimiento de que ese vínculo es el que da “sentido de existencia” a miles de estudiantes que conforman nuestro Sistema Educativo. Es en la escuela donde le llaman por su nombre, le invitan a jugar, a ser parte de un grupo. Es en el colegio donde esa persona estudiante puede levantar la mano y decir lo que piensa, preguntar algo que no conoce e incluso, muchas veces, el único lugar donde su inocente voz es escuchada cuando se siente triste. El currículo, la evaluación del aprendizaje, las pruebas FARO, la transformación curricular, son todos temas de mucho interés para el Ministerio, por eso los tenemos dentro de nuestras mayores prioridades, pero aparejados con el bienestar físico, cognitivo, social y afectivo de nuestro estudiantado.

Durante este período, muchas personas se encuentran sobre todo interesadas en que podamos poner en números o referirnos a las consecuencias sobre estas generaciones de estudiantes la suspensión del curso lectivo. Están muy interesados por la posible baja en los puntajes de PISA, en los resultados de las pruebas FARO y en general del desempeño académico de nuestros estudiantes. Nosotros también estamos intensamente preocupados por las consecuencias y por lo tanto, tratando de tomar acciones que en el corto y mediano plazo contrarresten los resultados provocados por esta situación, sobre todo en poblaciones más vulnerables. No obstante, es interesante cómo no se nos ha preguntado por el impacto negativo en las condiciones físicas de las personas estudiantes, esas que nos han involucrado en un plan nacional de distribución de paquetes de alimentos que aseguren, primero lo primero, condiciones básicas para que nuestros niños, niñas y adolescentes se mantengan bien corporalmente. Estado esencial para que una persona pueda aprender. ¡Y que también generan vínculo! Del Ministerio con sus familias y a través de sus colaboradores, los directores y del extraordinario y voluntario trabajo que hacen las Juntas de Educación.

Esta es una situación en que nuestra propuesta al personal docente ha sido buscar algún medio, digital o a distancia, primero para mantener el vínculo con sus estudiantes y las familias, y seguidamente para dar sentido educativo al día a día, a través de actividades que se puedan hacer en la casa con alguna ayuda, pero sobre todo de manera autónoma. Bien sabemos que es una coyuntura donde será imposible “llevar el centro educativo a la casa”, porque las dinámicas que ahí se construyen todos los días, los horarios, los hábitos, las relaciones entre estudiantes y docentes no se puede trasladar intactas al hogar. Pero sí se presentan nuevas oportunidades de interacción, que quizás para muchos docentes son nuevas a través de soluciones virtuales, una manera de mantener el contacto con sus estudiantes que no habían considerado antes, pero que hoy por hoy es lo que hace posible que sientan a su maestra presente, a sus profes activos y dando ánimos, a sus compañeros viviendo conjuntamente un desafío que es de todos.

Las familias se convierten en el aliado más importante de las personas docentes para mantener ese vínculo que buscan y dándole el valor necesario para que se consolide y permanezca el tiempo que se requiera. Es un momento importante para involucrarse en el proceso de aprendizaje, y ¡quién sabe! A lo mejor también un buen período para aprender con sus hijos sobre aspectos interesantes del mundo que no conocían, palabras en otros idiomas o datos históricos. Del interés que demuestren las familias también dependerá que se puedan contrarrestar las consecuencias de la situación enfrentada por esta pausa en el ciclo lectivo.

Los medios serán variados y unos tendrán más y mejor alcance que otros. La experticia generada ya por miles de docentes en el aprovechamiento educativo de las Tecnologías de la Información y Comunicación los posiciona en ventaja sobre aquellos que todavía no se han atrevido a incursionar en estos métodos. Y eso por eso, que es importante, que aquellos que se sientan en la capacidad de apoyar a sus otros compañeros del centro educativo, que todavía requieran esa ayuda, tomen la iniciativa para generar prácticas de aprendizaje entre pares. Dicho sea de paso, la práctica o actualización profesional más efectiva que otras, aprender de otro que al igual que yo, se enfrenta a los mismos desafíos en el aula. En este contexto compartir es la clave.

Los docentes que trabajan con las poblaciones estudiantiles más vulnerables, en zonas urbanas, rurales y rurales dispersas, enfrentan a su vez mayores desafíos para mantener el vínculo. Sobre todo porque es muy probable que a pesar de los esfuerzos, las personas estudiantes encuentren bajo apoyo de sus familias en tareas de aprendizaje, provocadas a su vez por la baja escolaridad de sus miembros. Es en esos contextos donde la población docente y el Ministerio debemos hacer una amalgama consolidada de esfuerzos conjuntos, que les permitan sentirse respaldados a la vez que ven sus intereses y energía materializados en el acompañamiento de sus estudiantes. Sobre esto esperamos trabajar directamente con nuestras Direcciones Regionales de Educación que son las que conocen y manejan de manera más profunda los contextos educativos, y quienes han demostrado en repetidas ocasiones una alta capacidad de respuesta y de adaptación a los requerimientos del país.

Es menester de todos los actores del Sistema Educativo fungir de la manera más adecuada posible su rol, sus tareas y responsabilidades. No solamente, como un compromiso ético asociado a su trabajo educativo, sino como una función cívica asociada al bienestar del país en que habita y la comunidad a la que sirve.

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