El fin del año 2019 es una oportunidad para una breve revisión de la gestión de política exterior de la administración Alvarado Quesada (2018-2022), pues el actual Gobierno está cerca de alcanzar la mitad de su periodo y la práctica de los últimos periodos gubernamentales muestra que la primera parte es cuando el mandatario y su canciller trazan las líneas de acción y sientan las bases para lo que será la política exterior del resto del periodo. Por supuesto, excepción hecha de aquellas situaciones imprevistas que obligan a cambios de rumbo; pero que por ahora no se observan en el horizonte de los primeros años del decenio de 2020, en el contexto doméstico.
El análisis de la política exterior de un Gobierno parte de varios aspectos. Uno, y es el que más facilita la tarea, son los lineamientos y directrices que establece la administración (léase presidente y ministro) al inicio del mandato. Otro es la agenda internacional y las relaciones entre los principales actores en el sistema mundial. Y el tercero es el aparato burocrático que opera en la toma de decisiones en materia de relaciones exteriores (no confundir con política exterior, que es parte de aquellas), en donde se operativiza la agenda externa de un país.
Si nos atenemos a esos tres aspectos (por supuesto hay otros), la tarea resulta compleja. Esto por cuanto, a diferencia de la administración Solís Rivera —para mencionar a una del mismo partido gobernante—, el actual Gobierno no estableció una agenda de política exterior e identificó las prioridades, sino que la tarea resultó más un trabajo reactivo que proactivo. Muy distinto a lo que sucede en otros ámbitos del frente externo, como comercio exterior y lo ambiental. Prueba de ello son los logros y reconocimientos que el país ha recibido en esas áreas. Es decir, la política exterior fundamentalmente política no ha estado en las prioridades reales del mandatario y su equipo.
En segundo lugar, porque el contexto internacional no ha sido favorable para la gestión de Estados pequeños como Costa Rica. Las tensiones entre las superpotencias y el estilo nacionalista, populista y autoritario de los principales líderes mundiales dificultan el quehacer de un cuerpo diplomático limitado en recursos y personas. Pero esto se contrarresta con una mayor y mejor gestión de política exterior, que en el caso de Costa Rica tiene un factor a favor: el prestigio que tiene el país como un defensor del derecho internacional, la paz y los derechos humanos (por cierto, venido a menos desde la década de 2000). Pero el prestigio hay que fortalecerlo y utilizarlo.
Y en tercer lugar porque el eje presidente-canciller-vicecanciller, como la pieza clave del quehacer de política exterior o tiene un perfil muy bajo o está ausente. De nuevo, a diferencia de administraciones anteriores, no se tiene certeza en dónde está y qué hace el señor ministro. La cancillería no ocupa espacio en los medios de comunicación. Si la prensa no busca la información, pues el ministerio debe difundirla para conocimiento de la opinión pública. Y si en mi caso, que doy seguimiento a esta materia, es poco lo que hay que anotar, me imagino la situación para la sociedad en general.
Algunas personas dirán que Costa Rica tiene una importante presencia en espacios internacionales, y que el mandatario Alvarado ha realizado giras con resultados significativos. Pero, repito, no toda acción exterior es parte de la política exterior. Comex y Minae han tenido una importante proyección allende las fronteras costarricenses; no así la cancillería.
Por supuesto, no pretendo desconocer logros importantes en materia de la acción exterior desde mayo de 2018; sin embargo, lo cierto es que la mayoría de estos han sido resultado de iniciativas que vienen de la administración anterior o de esfuerzos personales de funcionarias y funcionarios diplomáticos, y no de una gestión concertada de nivel gubernamental.
Históricamente, y con pocas excepciones, la política exterior y la gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto no han sido la prioridad de los Gobiernos; pero en esta ocasión me parece que la convirtieron en la cenicienta de la administración. De ahí el muy bajo perfil que la acción exterior ha tenido en los medios de comunicación a lo largo del año 2019. Sin embargo, considero que la administración Alvarado aún tiene tiempo para cambiar el rumbo de la política exterior.
Esta temática la abordé con mayor detalle en el documento elaborado para el XXV Informe del Estado de la Nación, intitulado “Relaciones exteriores de Costa Rica, 2017-2019: un periodo de incertidumbre y vaivenes”.
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