Un día te despiertas y desde tu teléfono programas el coffee maker y el horno que ya tiene el pan listo para tostar. Desde tu teléfono empiezas a reproducir las noticias del día que primero suenan en el parlante de tu baño y después el de la sala donde tomas el desayuno.
Observas que la sala y tu cuarto están desordenados y programas el limpiador inteligente para que lo haga durante la mañana. Solicitas la posición global del bus que te llevará al trabajo o tienes un auto inteligente que te lleva, conducir es historia del pasado.
Ya en la oficina puedes monitorear por las cámaras de tu casa, que el robot limpiador cumpla con su programación y además activas una olla inteligente para que prepare unas lentejas con costilla.
De camino te sientes mal, revisas en tu correo electrónico tu último examen de sangre y fue hace un año, entonces, solicitas una toma de sangre y el audio del doctor analizándolo vía WhatsApp, luego llamas a tu padre que es diabético, él ya tiene un chip integrado, de esta forma es monitoreado por la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) que vigila su nivel de azúcar las 24 horas.
Esa realidad, podría ser tan irreal como la serie Viaje a las Estrellas, solo que está, como todos sabemos, más cerca de lo que pensamos. Es la realidad de lo que ha sido denominado, el “Internet de las Cosas”, esto es, la vinculación de cada vez más objetos de nuestra vida diaria a la red mundial. Este proceso avanza a paso rápido y nuestro proyecto país en ese campo, determinará el lugar que Costa Rica ocupe en el mundo.
Regresemos a esa realidad cercana, y haré un esfuerzo por intentar explicar de la forma más sencilla el funcionamiento técnico de esa realidad. Pensemos que todos esos elementos que mencionamos: parlantes, ollas inteligentes, cámaras, nivel de glucosa en la sangre, automóviles inteligentes, posicionamiento GPS, todo se comunican sin necesidad de cables, todos envían datos en código binario (unos y ceros) por una carretera inmensa, que está ahí, que no podemos ver, pero que se denomina espectro radioeléctrico.
Sin ese espectro radioeléctrico, es imposible que funcione ese “Internet de las Cosas” y la conectividad sin cables, pues bien, esa carretera, que es fundamental para el mundo del futuro, que está cada vez más cerca, necesita de ese espectro radioeléctrico, que los constitucionalistas de 1949, visionariamente definieron que fuera patrimonio del pueblo de Costa Rica, un bien demanial que no podía ser privatizado, el cual en los años 60 del siglo pasado se le encargó al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) desarrollar a través del Sistema Nacional de Telecomunicaciones.
Bien, los datos de los que hablamos viajan por frecuencias del espectro, las ubicadas en un alto rango, dos de ellas, la de 2600GHZ y la de 3500 GHZ, las cuales en el pasado estaban relegadas al desuso por falta de tecnología, en este momento esas dos frecuencias están gestionadas por el Grupo ICE y son las más factibles para desarrollar el “Internet de las Cosas”, ya por ellas viaja eso que llamamos tecnología 5G. De hecho la tecnología 4.5 G LTE opera en las frecuencias 2400 y 2500 también en manos del ICE.
A diferencia de la voz conmutada, con tecnología de telefonía celular tradicional, tal y como la conocemos, esa que se mueve por antenas grandes a gran distancia una de la otra, la tecnología 5G de tráfico de datos, que es 200 veces más rápido que el 3G, viaja por antenas a muy corta distancia y requiere de muchas antenas de tamaño pequeño, eso que llaman la onda de expansión es muy corta y por eso deben existir repetidoras a muy corta distancia. Su capacidad para traficar datos es monstruosa pero su alcance es similar al control remoto de un portón eléctrico de cochera.
Entonces, para dar el salto a ciudades inteligentes, no solo se necesitan las frecuencias, se necesitan las antenas, pero además cuando tantos equipos deben estar interconectados, la producción de datos es tan inmensa, tan grande, que necesitas varios centros de datos (data centers), conectados a sólidas redes de cables de fibra óptica, con inmensos procesadores que administren un gran sistema de información y comunicación 5G, esa tecnología, en parte solo la tiene el ICE, porque la empresa privada está a muchos años luz de desarrollarla.
Pensemos este asunto en temas geoestratégicos, la conectividad del internet de las cosas, que unifique las infocomunicaciones entre las dos partes del continente pasa por el control de la red de centroamérica, dominada casi en su totalidad por la empresa mexicana Claro, el único obstáculo es Costa Rica. Es en esa justa dimensión, que debemos pensar el papel del ICE y de nuestro sistema nacional de telecomunicaciones, no solo para el desarrollo del país, sino de la región, básicamente somos el “hub” de América en tema de tráfico de datos.
Es por eso que las alianzas que deberá hacer el ICE en un futuro que está a la vuelta de la esquina con la CCSS, con el Ministerio de Educación Pública, con los servicios de transporte público, con empresas públicas y privadas, van a ser fundamentales para el desarrollo del país.
En eso que llamamos la “cuarta revolución industrial”, las empresas de telecomunicaciones han tenido que transformar radicalmente sus operaciones, debido principalmente a dos factores, primero a la aparición de las empresas “Over the top” (OTT, por sus siglas en inglés), estas empresas y servicios como uber, netflix o spotify utilizan el espectro radioeléctrico y las redes públicas y privadas de telecomunicaciones sin pagar nada ni a las empresas que administran las redes, ni al pueblo de Costa Rica por lucrar con el espectro.
Detengámonos un momento en estas empresas que pensamos nos facilitan la vida. La lógica del modelo neoliberal, nos hace perder de perspectiva que el conocimiento que se trafica a través de internet es producido por todos y todas. Una empresa como Uber o Uber eats maneja una gran cantidad de conocimiento que construye la sociedad costarricense a través del espectro, ese conocimiento sería de mucha utilidad para que el Ministerio de Obras Públicas y Transportes (MOPT) defina las prioridades en construcción de carreteras o regulación del tránsito, o para que el Ministerio de Salud vea la forma (saludable o no) en que se alimentan ciertos espacios geográficos de la población. Sin embargo la empresa Uber monopoliza esa información, producida por todos, sin que ninguna ley le obligue a compartirla con el Estado. Es decir, sin que eso se transforme en conocimiento de dominio público.
El otro elemento, que hemos intentado hilar en este texto, es que las telecomunicaciones, que hoy se denominan info comunicaciones, abarcan cada vez más y más esferas de nuestra vida, desde operar una cirugía médica en forma remota, hasta cocinar lentejas con costilla. Ese es el Mundo del futuro, al cual debemos incursionar, y aquí hay que decirlo, la principal institución que debe ser el soporte tecnológico de ese gran salto de desarrollo nacional, es el Grupo ICE.
Además, el ICE es el mejor garante de que todo ese conocimiento que el internet y el espectro radioeléctrico nos ayuda a sistematizar, sea de acceso público para el desarrollo del país.
Por eso no nos extrañe que el Grupo ICE esté llamado a hacer muchas, muchas cosas, desde vender ollas inteligentes junto a los teléfonos móviles, hasta trabajar con el Poder Judicial en un software de inteligencia artificial para análisis de jurisprudencia y producción de sentencias, revisadas finalmente por jueces pero que aceleraría mucho el acceso a la justicia, o bien plataformas que permitan analizar exámenes e imágenes médicas. Todo lo anterior en una multiplicidad de alianzas público privadas.
Nunca antes en la historia de nuestro país, una empresa como el ICE, había sido tan determinante como lo es para Costa Rica, en eso que llamamos “sociedad del conocimiento”.
Liberemos al ICE de la corrupción, cuidemos ese valioso patrimonio, permitamos que el Instituto desarrolle todo su potencial y permitamos que nuestras primeras ciudades inteligentes con tecnología 5G, vayan llegando poco a poco a todo el territorio nacional, para que como decían nuestros antiguas sociedades originarias: Que nadie se quede atrás.
El ICE no se vende. Hoy quizá más que nunca: El ICE se defiende.
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