Trabajar en comunicación política es todo un mundo. Recuerdo que cuando era solo una joven pasante en el Congreso aprendí cierta dinámica. Resulta que los medios de comunicación siempre andan en busca de reacciones sobre hechos políticos.

Las reacciones buscadas a veces van por el lado de hacer preguntas incómodas, a veces solo pretenden recoger el punto de vista de algún diputado o diputada, o el algunas otras ocasiones pretenden balancear alguna información. 

En el caso de la oficina para la que trabajaba, el diputado en aquel tiempo estuvo en un enredo mediático (y digo mediático porque debo decir que es una persona decente y nunca se comprobó que hubiese actuado contrario a la ley) del que aprendí algo importante. 

Él, mi ex jefe, era políticamente muy correcto. Entonces, aunque no quisiera atender a alguien de la prensa siempre decía que sí los atendería pero en ocasiones salía con “algo de última hora”. Total que poco a poco al periodista le tocaba darse cuenta por sí solo que no sería atendido y buscar otra fuente.

Con el tiempo me di cuenta que esta práctica era muy común, no solo mi jefe la aplicaba. Y ahora que estoy del otro lado de la acera lo he terminado de comprobar. 

Para el programa de radio que producimos en las radios de la UCR, mi compañera Valeria Navas y yo hacemos un repaso legislativo semanal, los viernes. Uno de estos tantos días necesitábamos conversar brevemente por teléfono con el presidente del Congreso Carlos Ricardo Benavides

Contactamos su número pero no contestó. Entonces, solicitamos un espacio con su asesora Maricia Obando, solo necesitábamos cinco minutos. Maricia nos dijo que lo llamáramos a determinada hora. Lo llamamos y nada. Le enviamos un mensaje a Maricia y ella nos dijo “llámenlo ya, él espera su llamada”. 

Entre indignada y muerta de risa, Vale me escribió “poné canal 7”. Ajá. Era el diputado Benavides atendiendo una entrevista en vivo con el periodista Marcelo Castro. “Olvidalo Vale, demosle con otra fuente”, le contesté.

Entonces, cuando le solicité a Maricia que por favor me ayudara a gestionar un espacio con Benavides para esta entrevista tenía mis dudas. Sin embargo, esta vez nos confirmaron el espacio y el diputado nos atendió en la casa usual de los presidentes del Congreso: el Castillo Azul. 

La vieja construcción es linda, pero tiene esa facha de edificio público cuidado a medias. Los sillones estilo Luis XV son bellos, pero es una lástima que algunos estén quebrados y todos tengan el mismo tapiz. Creo que como país no hemos sabido hacer el balance entre no despilfarrar dinero y procurar el mantenimiento de la cara del primer poder de la República. 

 

Carlos Ricardo Benavides Jiménez, recién cumple medio siglo de vida. Su imagen siempre me ha parecido lejana. Un hombre serio, de ceño fruncido. De un sujetado apretón de manos me da la bienvenida a su oficina. Entramos y de inmediato él se va al baño.

Me quedo con Eduardo nuestro fotógrafo y con Maricia su asesora. Decidimos que lo mejor será sentarlo en un sillón individual para aprovechar la luz de la ventana. A Edu no le gusta que los televisores queden en el fondo de las fotografías. 

Al aproximarse al sillón, el diputado presidente del Congreso, se sienta en la orilla y no suelta sus músculos durante la hora completa que dura nuestra conversación. De aspecto casual y de espíritu romántico, Carlos Ricardo creció en el puerto. 

Yo me crié en una Puntarenas fantástica. Llena de libertades. Podíamos correr y jugar en la calle hasta las 11 de la noche sin que nos pasara nada.

Su infancia transcurrió en casa de sus abuelos maternos. Vivía también con su mamá y su hermano Mauricio. En total, tiene otros cuatro hermanos. En algún momento fueron cinco, pero hace algunos años una hermana murió. 

Su madre, quien trabajaba como educadora, procuró una buena educación para Benavides. Desde que era pequeño, recibió clases de inglés en su casa. Cuando cuenta esta historia, de pronto se le sale una risa algo forzada. O al menos es lo que me parece. 

También me cuenta sobre su novia de la escuela. Una pequeña un año mayor que él. 

En la escuela Nuestra Señora de Sión tuve la particularidad de estar en la primera graduación mixta, porque antes de que llegáramos los varones, la escuela era sólo de mujeres. 

Cuando yo estaba en quinto grado, mi primera novia fue una niña de sexto. 

Aún la recuerdo por el olor de su perfume, y obviamente la recuerdo en general. Era muy particular aquello, porque mientras íbamos subiendo los grados, los grados superiores estaban todos llenos de niñas.

Una curiosidad. En el preciso instante que el diputado menciona que recuerda a su novia de la escuela por el olor, justamente yo anotaba en mi libreta que, aparte de lucir un rostro perfectamente rasurado, su colonia es agradablemente perceptible. 

Vestido de pantalón de mezclilla, zapatos casuales y saco azul. De su muñeca izquierda se amarra un reloj y en el dedo del anillo, la banda matrimonial. Abogado de profesión. El también ex ministro de Turismo tiene una especialidad en Derecho Público. Con 16 años ingresó a la Universidad de Costa Rica.

¿Cómo fue entrar de 16 años a la U? 

—El cambio en lo social no fue sencillo. Yo venía de una Puntarenas pequeña, donde yo los conocí a todos y todos me conocían a mí. Entre mis compañeros nuevos de la U no había ningún conocido. 

Además, me vine a una casa que no era mía. Unos tíos me dieron la oportunidad de vivir con ellos, lo cual se los agradezco eternamente. Estuve ahí los primeros dos años, en Curridabat. 

Pasaron varias cosas. La primera, al principio no era muy activo o muy participativo en clases, como sí lo había sido durante mi adolescencia. Me tuve que ir adaptando, conociendo gente y tomando confianza.

Pero además de una situación particular. No me metí en política en primer plano. Me dediqué a otras cosas. Concentrado en el estudio, en las novias y en la fiesta. La verdad es que La Bohemia siempre me gustó.

Pero sí apoyé a algunas personas en la política, a algunos amigos los ayude. Tanto en la Asociación de Estudiantes de Derecho, como en la Federación de Estudiantes de la Universidad. 

El experimentado congresista, participó activamente de las actividades estudiantiles de su escuela y colegio. Dice que escogió la política como su carrera profesional porque tiene vocación. “No recuerdo un momento de mi vida de niño que no haya estado ligado de alguna forma a la participación cívica o social”, afirma. 

En un reciente intercambio de fotos con sus compañeros de escuela, se da cuenta que a sus 10 años estaba dirigiendo un acto en su escuela. Un discurso del que no recuerda mayor cosa. Supone que era una graduación, y él como presidente de la escuela dijo algunas palabras. 

También fue presidente del colegio y fundó un grupo de teatro. A Liberación Nacional lo escogió como partido porque en su casa siempre simpatizaron con los colores verdiblancos. 

En mi casa, mamá y mi abuela eran mujeres de opiniones fuertes y decididas. Mi abuelo también había participado en política, de manera que yo nunca tuve dudas.

Estuve convencido de que ese era mi color político, y nunca tuve duda después.  A pesar de que en la universidad le mueven a uno todos los cimientos, especialmente en los dos primeros años. Porque sí hay una fuerte corriente de izquierda.

Indudablemente eso te hace pensar en muchas cosas y te nutre. Pero, en mi caso me convencí de qué Liberación Nacional era el espacio en el que quería estar.

Yo era familiarmente verdiblanco.

Yo sé que hablar de supuestos es una cuestión muy filosófica, pero usted dice que siempre fue liberacionista porque su familia siempre fue liberacionista. Si tal vez hubiera nacido en una generación como las actuales, donde las familias están despolitizadas, ¿qué hubiera escogido? 

—No lo sé porque especular es muy complejo. Pero estoy seguro de que estaría en alguna corriente de centro. 

No me gusta la derecha libertaria. Nunca me ha gustado. Tampoco me gusta la izquierda comunista o socialista extrema. No creo que hubiera podido acomodarme nunca en ninguna de esas dos opciones. 

Siempre hubiera buscado una opción de centro. No sé cuál hubiera sido en caso de no haber tenido esa raíz [liberacionista].

¿Cómo describiría el momento político que está atravesando el partido Liberación Nacional? 

—Liberación Nacional como partido grande, extendido por todo el país y por casi toda la geografía socioeconómica (si se me permite usar ese tipo de comparación) del país,  ha vivido en una crisis de carácter permanente. 

 Es decir, las peleas a lo interno de Liberación Nacional siempre han sido. Pero la dispersión de hoy es quizá más grande que antes. 

Tenemos pleno registro de las peleas entre don Pepe y don Daniel, entre Luis Alberto y don Oscar, o entre los disgustos de los mismos don Daniel y don Pepe con el ex presidente Arias. Nunca fue pacífico, y tampoco tuvo nunca una sola corriente. Siempre hubo una disputa. 

Pero, el momento de hoy es un momento de más dispersión. Con liderazgos menos claros y además, creo que hay una división que tiene que ver con los grupos que han estado en gobiernos liberacionistas [y los grupos que no].

Algún grado de resentimiento está fundado en esa no participación. 

¿Por qué cree que esos resentimientos no se han podido limar en un contexto político profesional? 

—Quizás ha faltado voluntad para promover acercamientos. Pero las diferencias se hacen más agrias en momentos álgidos del devenir histórico del país. Porque creo que algunos de esos resentimientos se disfrazan de diferencias ideológicas. 

Entonces, algunos señalan a quienes hemos tenido participación política en las últimas dos décadas como extraviados ideológicamente, que no respondemos a un planteamiento de una supuesta social democracia.

Esos grupos hacen yunta con movimientos sindicales, y otros que son claramente anti liberacionistas, desde hace muchas décadas. 

Desde entonces, he pensado que es un partido de centro con capacidad de adaptarse a corrientes ideológicas, para tomar de lo mejor en pro de la democracia del país. 

“La política es un mundo muy cruel”, me dijo una vez Antonio Álvarez Desanti, durante la primera entrevista política que hice en mi vida, cuando aún era estudiante de periodismo. 

La gente todo lo critica, pero no necesariamente construye. Creo que, en pocas palabras (con todo lo que amo este país), en Costa Rica es sencillo hacer leña del árbol caído. De eso somos testigos casi cotidianamente. 

Carlos Ricardo recuerda como una no grata temporada la que vivió durante su primera diputación, entre el 2002 y el 2006. La dinámica obstruccionista del Movimiento Libertario “era calamitosa”. 

Pocas veces durante la entrevista el diputado me mira a los ojos. Él cierra sus ojos y busca entre sus pensamientos las palabras adecuadas como para no decir algo y luego tener que explicarlo. Es pausado. Precavido. 

De vez en cuando y disimuladamente se queda mirando hacia mis notas. No creo que logre entender algo, porque tengo la letra enredada. 

El obstruccionismo político es la dinámica de no dejar avanzar algo en el Congreso, no porque no están de acuerdo, sino porque, en ocasiones, se busca obtener algo a cambio. Esa es mi definición. Claro que a veces es solo porque no están de acuerdo con el proyecto. 

Durante el gobierno de Abel Pacheco, el Frente Amplio y el Movimiento Libertario se unieron para no dejar aprobar la reforma fiscal que tanto le urgía al país. 

Los grupos extremos siempre terminan unos a la par de los otros. La derecha extrema y la izquierda extrema siempre terminan oponiéndose a algunos proyectos. No recuerdo un momento distinto, y nos pasó también después con doña Laura.

Cuando fui ministro de la Presidencia, luchamos muchísimo para aprobar el proyecto de la reforma fiscal integral.

Nuevamente se volvieron a unir los mismos. La izquierda del PAC y el Frente Amplio con la derecha Libertaria para impedirlo.

Y cuando digo la izquierda del PAC es una ala más izquierdoza del PAC, que se alió a Villalta que estaba en el Frente Amplio, con la derecha representada por el Movimiento Libertario y algunos de la Unidad Social Cristiana que hicieron difícil el tránsito de la reforma fiscal en el caso de doña Laura.

Si para la ciudadanía la política es una pesadilla constante, para quienes ejercen la política como profesión el camino que transitan a veces se vuelve insufrible. 

A veces, quienes queremos hacer algo por el país topamos con pared. Entonces, nos desanimamos. Nos hartamos. Y aunque al final del día nos acostamos esperando que mañana tendremos una mejor jornada, a veces, queremos salir corriendo. 

Para el puntarenense, sus ilusiones son más grandes que las frustraciones. Recuerda amargos momentos durante su paso por el gobierno de Laura Chinchilla Miranda. Benavides fue ministro de Presidencia. 

Cuando habla de la odiosa misoginia que cercó a la presidenta Chinchilla tensa los labios y me mira a los ojos. 

Benavides tiene claro que cuando alguien pierde un argumento ideológico recurre al arma barata de tachar a la persona contraria como “corrupta”. De eso, él tiene conocimiento de causa. Sin embargo, dice, eso está por debajo de las satisfacciones alcanzadas cuando se logran resultados.

Parte de mis preocupaciones más importantes es que el país tenga herramientas para crecer más rápido, y crecer más rápido también quiere decir tomar decisiones democráticas con mayor facilidad.

Este es un país que ha permanecido durante décadas con un permanente veto sobre las decisiones de las personas que democráticamente llegan al poder. Es decir, se ha creado un aparato en el que casi todas las decisiones hay que tomarlas por consensos, y yo no creo en eso.

Yo creo que las decisiones (después de un proceso de escuchar a todos y conversar) las toma la mayoría, y particularmente los funcionarios que fueron electos por la mayoría.

Las decisiones no se deben revisar permanente, ni deben estar sujetas al arbitrio de grupos de interés que no quieren que el país avance.

Por eso, muchos de los proyectos de ley con los que me he apuntado antes y ahora tienen que ver con brindarle mayor gobernabilidad a las personas que están en el poder.

¿Cuál es la lectura que hace del momento político-histórico que vive el país?

—-Es un momento particularmente difícil. La economía está dañada. La reforma fiscal se hizo de manera tardía, y se acumula un déficit gigantesco. 

En materia política, nos encontramos con un partido como el PAC diseñado para ser oposición,  que finalmente estando en su segundo gobierno logró entender lo complejo que es gobernar, y los sacrificios que eso implica. 

Afortunadamente, el presidente Alvarado eso lo ha entendido. Él ha tratado que su grupo lo siga y gobernar de manera seria y responsable. Contrario a lo que hizo su antecesor. 

Los partidos políticos de oposición nos encontramos en condición compleja, con un país muy golpeado económicamente, con pequeñas fuerzas que se han impuesto sobre las decisiones de las mayorías durante mucho tiempo. 

Estamos en una encrucijada: la de hacer oposición (en términos de control político), colaborar decididamente con los proyectos que el país necesita (con el riesgo de ser acusados de gobiernistas) o hacer ambas cosas.

Yo estoy convencido de que no importa si uno está en oposición o en Gobierno. Uno tiene que darlo todo por lo que cree que es mejor para el país sin cálculo. Sin cálculo. 

Al país el cálculo le ha hecho un daño enorme. Ya hay gente que está tomando sus decisiones con base en lo que le vayan a decir en la calle. O con vistas a su futuro electoral inmediato. 

Eso es realmente injusto para el país. Pero ese es el ambiente. Algunos políticos de oposición han caminado con un gran temor y una calculadora en la mano. Creyendo que si se atreven a tomar ciertas decisiones se juzgue de co-gobernar o ayudar a un PAC que fue realmente ingrato con Liberación Nacional 

Es mi caso, yo antepongo el país. En mi orden de prioridades está el país y luego mi partido. 

¿Temas álgidos? 

—Hay que terminar la discusión de huelgas; empleo público; resolver el tema de transporte Uber-taxis; jornadas excepcionales de trabajo. 

En materia económica y fiscal, hay que terminar de ver ajustes relacionados con los préstamos para la estabilización macroeconómica, eso en lo inmediato. 

Luego, hay que plantearse algunos otros asuntos que pasan por seguir en la ruta de mejorar las condiciones de la producción nacional. 

Costa Rica no puede quedarse de brazos cruzados con la producción eléctrica. Es muy caro producir, y entre menos produzcamos menos empleo generamos. Y al respecto no se está haciendo gran cosa. 

Tenemos que buscar una forma de que nuestro modelo de generación eléctrica permita tener mayores ventajas para la producción, sacando ventaja de la enorme capacidad que tiene el ICE. De la enorme cantidad de profesionales que tiene. Pero haciendo ajustes en el sistema para que pueda haber mayor participación privada, y podamos tener un conjunto más robusto de alternativas en la producción de energía. 

Eso incidirá claramente en nuestras oportunidades de generar empleo.

¿Eso es abrir el mercado? 

—Creo que hay alternativas. Sí. El mercado debe de tener una apertura paulatina y tener consideraciones especiales con determinados segmentos. 

Creo que es algo en lo que nos hemos quedado rezagados por mucho tiempo. De haberlo movido más rápidamente quizás hoy no tendríamos un ICE ingratamente endeudado como lo tenemos hoy. 

Pero eso es una opción el gobierno de doña Laura pudo haber hecho, puesto que don Óscar había dejado casi listo un proyecto que iba en esa línea, ¿porque no se hizo? 

—(piensa un poco) Doña Laura optó desde el primer año por enfocarse en lo que ella sostenía era el principal problema del país, el fiscal. 

Me parece que las fuerzas difícilmente le hubieran dado para promover dos reformas de esa naturaleza. A don Oscar tampoco le dio. Él tuvo que escoger por el TLC, entre otras reformas importantes que hizo el presidente Arias. Pero la pelea por el TLC fue colosal.

De manera que también ahí hay consideraciones de orden político, porque los últimos dos gobiernos de Liberación llegaron con una importante desventaja en lo parlamentario. Negociar con tantos grupos no es tan sencillo. 

Durante el gobierno de Doña Laura hubo muchas acciones colectivas en la calle. Hubo muchísimo movimiento. ¿Cuáles insumos de esta experiencia le sirvieron para la propuesta de ley que le brinda seguridad jurídica a las huelgas? que me parece que es LA propuesta de don Carlos Ricardo Benavides durante el paso por esta legislatura.

—La primera es no impresionarse por los movimientos en la calle, creyendo que eso es necesariamente negativo [para el Gobierno]. 

Si algo le hizo daño a parte de la opinión pública durante los años de doña Laura es que la señalaron (especialmente desde el Estado de la Nación) como una administración en donde constantemente había trifulca callejera. 

Que no era más que un símbolo que se estaba avanzando en temas arduos. Distinto al gobierno que la sucedió, de Luis Guillermo. En donde no sucedió nada relevante. No se tomaron riesgos en nada importante. Únicamente firmaron pactos con sindicatos en el Melico Salazar, a partir de la Reforma Procesal Laboral. Para tener una absoluta tranquilidad en la calle. Pero al país estancado, en términos de su evolución económica y política. 

Entonces, yo comprendo que cuando se toman decisiones importantes, que majan callos a determinados grupos, puede haber ambiente de protesta. No por eso hay que asustarse ni echarse para atrás. 

También entendí que algunos de esos grupos llegaron a entender que la huelga por sí sola no le quiebra el brazo a los gobiernos, entonces empezaron a sumar acciones. 

Ya no les bastaba con irse a la huelga, entendida como dejar de trabajar, sino que además comenzaron hacer de los bloqueos su oficio. Han hecho un traslado de sus disputas a los campos estudiantiles y al filibusterismo parlamentario. 

Entonces era un combo. Lo que hacían era, en la calle bloqueo y en la Asamblea Legislativa obstruccionismo, y siempre estaban conectados.

Así es como funcionaba y de esa forma le quebraban el brazo al gobierno democráticamente electo, porque era la forma de paralizar sus proyectos. Esto es parte de lo que ahora les duele que empiece a dejar de existir. 

Aun sentado en el borde del sillón, Carlos Ricardo representa una figura política aspiracional. Piensa antes de hablar. No se toma las preguntas demasiado personales. No evita responder aunque la pregunta lo descoloque. 

Por el lado personal, él no se permite decir una sola palabra fuera de lugar. No hay cabida para puteadas ni para off the record. Además, tiene una sólida historia personal. Una niñez en el puerto. Una adolescencia normal. Un paso por la U como cualquier otra persona. 

Es, en apariencia, como cualquier ciudadano. Pero en la vida real carga con el nombre que algunos desde ya mencionan como posible ficha liberacionista para ocupar la jefatura del Ejecutivo a partir del 2022. 

Un tercer gobierno del PAC nadie lo ve sucediendo. Otras personas sostienen que el sistema de contrapesos costarricense no permitirá que las fuerzas los religiosos radicales se hagan de Zapote. Y a la Unidad Social Cristiana aún no le llega la invitación. 

¿Será Carlos Ricardo Benavides Jiménez, el siguiente presidente de la República? Mientras elaboro la pregunta, él escucha atento. De camino se imagina con el domingo 7 que le saldré y entonces deja ver su amplia sonrisa. Poco conocida, por cierto. No le dura mucho. Agacha la cabeza y reitera que el cálculo político le ha hecho un enorme daño al país. 

Francamente creo que adelantar procesos electorales le hace un gran daño a Costa Rica. Entre más podamos evitar adelantar una campaña interna en los partidos, y por ende con vistas al 2022, le hacemos un beneficio al país.

Yo en lo particular he estado muchos años en política. Me gusta. Creo que sé cómo manejar situaciones complejas.

Pero eso no necesariamente alcanza para tomar una decisión de esta naturaleza.

De su personalidad, el presidente del Congreso sabe que le hace falta mejorar en escucha activa. Tampoco es muy empático con quienes lo adversan. La severidad con la que dice juzgarse a sí mismo es la misma que aplica con quienes él cree que tienen responsabilidades en el país. Y esto incluye a personas fuera del ámbito político también. 

“Pero también sé que debo estar siempre abierto para poder construir. Trato de vivir y asimilar eso”, reconoce Carlos Ricardo. 

En medio de la última respuesta del diputado, recuerdo que a ratos durante la entrevista me pareció verlo desconcentrado. Sus oscuros ojos cafés se perdían entre el suelo y las blancas paredes de su oficina. 

Por algún rato estuve observándolo y pensando que no me podía marchar sin hacer click con la persona que es. ¿Será el cine, será la música? ¿Qué tal andará su pasión culinaria? Finalmente me decido. 

Al apagar la grabadora le digo, “don Carlos Ricardo (porque decirle solo Carlos o solo Ricardo no sería lo mismo), ¿a usted qué música le gusta?

De una sonrisa se tira en el sillón. Se sienta completo, no solo en el borde. Me dice que le gusta el rock, las baladas y los boleros. Muy diverso él. La música es lo que más le acompaña en su vida, afirma. “Podríamos hablar más horas de música que de política”, luego se vuelve a incorporar hacia el borde del sillón.

Le pregunto por el mejor concierto al que ha asistido en su vida y enciendo otra vez la grabadora. Un Carlos Ricardo Benavides más relajado y con una permanente sonrisa puesta empieza a contarme sobre cómo una vez vio muy borracho a Cerati y de cuando cenó con Serrat

“Era estudiante universitario y una organización mundial decidió hacer una gira para promover los Derechos Humanos. Terminaron viviendo a Costa Rica, gracias a Dios,  Bruce Springsteen con Sting, Peter Gabriel y Tracy Chapman, Youssou N'Dour. Fue un concierto espectacular que nos marcó a aquella generación. Fue hace 30 años, por allá de 1988”. 

Estaba yo en tercer año de la facultad de derecho y lo recuerdo todo como si fuera hoy. Desde temprano llovían perros y gatos. Todos fuimos a un abastecedor donde compramos bolsas para hacer capas improvisadas. 

Recuerdo en medio de la pelota que avanzaba tan estrujada, en algunos momentos mis pies no tocaban el suelo, sino que iba entre la multitud. Sostenido por la fuerza de la gente. Recuerdo el momento preciso en el que vi a Sting y a Bruce Springsteen en el escenario. Estaba con mi amigo Ernesto". 

Como amante de los conciertos, me puedo identificar con Benavides. Yo también recuerdo mi concierto favorito como si fuera ayer. Y me emociono como si al recordarlo lo volviera a vivir. Aun sentado en el sillón individual, continúa contando de sus experiencias musicales.

Dice que hasta hace poco coleccionaba los boletos de entrada. Aún hoy asiste a todos los conciertos, menciona. Nombra el concierto de Juan Luis Guerra “en el estadio de la Liga”. Y cierra sus ojos para decir que “otro momento mágico fue la primera vez que vino Soda Stereo”, él tenía 17 años. 

“Fue en Bonanza y fue algo mágico realmente. Era la primera incursión en grande del rock en español y se presentó una tarde, ni siquiera fue una noche. Realmente impresionante eso es un momento imborrable. Yo soy un gran seguidor. 

Los vi tres veces, dos en Bonanza y una vez en el Gimnasio Nacional. A Cerati también lo vi solo. Conservo un autógrafo de él.

Lo esperé en el Mall San Pedro después del concierto de la gira del que para mí es mi disco favorito, Bocanada. Lo espere horas de horas. Y salió averiado. Muy averiado. 

Salió muy averiado y se montó a un bochillo hecho pistola con una chavala. No quería dar firmas. Y yo me le acerqué con el librito del CD y le pedí la firma, "Gustavo, Gustavo". 

Con el lapicero, y casi en el aire, dibujó la firma en mi librito y se montó al carro. Fue la única firma que hizo. Obviamente lo guardo como una reliquia.

Tengo fotos con artistas a los que amo. 

Alguna vez tuve la oportunidad de cenar con Serrat y conservo fotos con él. También conocí a José José en México y pude conversar un buen rato con él. A los románticos nos marcó por muchos años su música. 

Soda Stereo, los Enanitos Verdes, Miguel Mateos, los Hombres G, marcaron mi tiempo de juventud universitaria. Era la música que realmente me marcó y hoy sigo escuchando.

Sigo escuchando Sting, una de mis grandes favoritos como también lo fue The Police

Me falta conocer al maestro Sabina, ojalá pueda".

Acto seguido apago la grabadora y Edu prepara sus cámaras para guardarlas. Empieza una breve conversación entre ellos. Sabrán ustedes que Edu es músico. Tras el lamento de Carlos Ricardo por nunca haber podido ver a Spinetta, Edu le comenta que él tuvo la oportunidad de verlo en el Melico Salazar, en 2011. “Puta, que dichoso”, le dice Benavides. 

Sin más por ahora, le pido al diputado que si no le incomoda, me gustaría que me comparta su perfil de Spotify. “Claro”, me responde. “Ahora Maricia te lo pasa”. Y claro, esta vez no me la aplicó. Acá el perfil.

Gracias por leer. Recuerden que siempre estoy disponible en [email protected]