Fascismo, una advertencia (Editorial Planeta, 2018) es un libro imprescindible en esta nueva geopolítica de Latinoamérica que se reconfigura con abundantes cambios determinados por sus ciudadanos.

Su autora es Madeleine Albright (82), exsecretaria de Estado en la administración Clinton (1997-2001), docente de la Universidad de Georgetown en Washington, pero, sobre todo, agonista ella misma de la persecución nacionalsocialista a la comunidad hebrea en su Checoslovaquia natal. Muchos de sus parientes fueron víctimas de los campos de concentración nazis.

Estas 350 páginas escritas en colaboración con el periodista estadounidense Bill Woodward deberían ser incorporadas a la bibliografía de los primeros semestres universitarios de las disciplinas de Historia, Sociología y, por supuesto, Ciencia Política.

Es un libro necesario también para generaciones que conocimos el fascismo presentado exclusivamente como una etapa superior del capitalismo, sistema económico que asumía el gobierno ejerciendo el dominio desembozado sobre la sociedad. Esa era la definición proveniente de los analistas defensores de la ex-URSS, divulgada durante el siglo pasado, acerca del surgimiento de Mussolini y Hitler, como “enemigos” de la gran ilusión que significó el comunismo en las primeras décadas del siglo XX.

Fue la prédica del ex primer Ministro búlgaro, Georgi Dimitrov (1882-1949), víctima en 1933 de una provocación del nazismo; también durante la Guerra Fría del teórico trotskista Ernest Mandel. “El talón de hierro” lo llamó Jack London, uniendo la represión al movimiento sindical organizado con los intereses de los trust económicos estadounidenses y así tituló uno de sus magníficos libros.

Trump

Albright ofrece una visión bien diferente. Se pregunta por qué la democracia está en nuestros días asediada y en franco retroceso. Su respuesta, sin tapujos, es: “Si consideramos el fascismo como una herida del pasado que estaba prácticamente curada, el acceso de Donald Trump a la Casa Blanca sería algo así como arrancarse la venda y llevarse con ella la costra” (pág.17).

Así mismo, Albright demuestra con múltiples ejemplos, abonados por el acontecer diario, que el fascismo puede ser de derecha o de izquierda, pero que su característica es el desprecio por la democracia, de la que no obstante se sirve para escalar al poder. El fascismo “fue la innovación política más importante del siglo XX y la fuente de gran parte de sus padecimientos” (pág. 25).

En 1924, Mussolini, un experto convocador de plebiscitos siempre ganados, “obligó a aplicar una ley electoral que dejaba al Parlamento en manos de los fascistas”. Cuando el líder de los socialistas —Giacomo Matteotti— presentó pruebas del fraude electoral, la violencia y las intimidaciones contra los rivales de Mussolini, fue secuestrado por unos matones fascistas y asesinado (pág.40).

La advertencia de Albright, o su prevención o aviso, desde que eso constituye su libro, traza un recorrido histórico sobre diferentes gobiernos o movimientos fascistas. El de “La Cruz flechada” húngara de 1939; la iniciativa, por la misma época, del británico Oswald Mosley; Konrad Henlein, en Checoslovaquia; el Partido Hindú que saludaba “el renacimiento de la cultura aria” (pág.81); la Legión de Plata de EE. UU., fundada por el escritor William Paley en 1933; la Gran Alianza Germano-americana, impulsada también en Norteamérica por Fritz Kuhn.

La autora vincula permanentemente en su libro la experiencia del fascismo de los años treinta y cuarenta del siglo xx, con los gobiernos y o movimiento totalitario posteriores hasta los que surgen y amenazan nuestro presente.

Stalin, lo que fue el engaño soviético y el de sus aliados entre 1945 y 1989, respecto a la democracia, las libertades, la justicia independiente y elecciones libres (pág.107) está analizado en el capítulo séptimo, La dictadura de la democracia. Albright resume sus conceptos en la página 117: “La Unión Soviética siguió mostrando en ese período muchos de los síntomas clásicos del fascismo”. En esa parte del libro también analiza lo que la dramaturga Lillian Hellman llamara el Tiempo de canallas: la peripecia del senador estadounidense Joe McCarthy y su psicopatía anticomunista.

Su definición del peronismo “el primo de izquierdas del fascismo italiano” (pág. 155) Albright la refrenda documentando la ya conocida admiración de Juan D. Perón por Mussolini, así como su anuencia para darle refugio a criminales de guerra como Josef Mengele y Adolf Eichmann, por mencionar solamente a dos de los numerosos ex jerarcas nazis llegados a Argentina a través de “la ruta de las ratas”, propiciada por el Vaticano y favorecida por “el líder de los descamisados”.

El autoritarismo

El autoritarismo hoy avanza notoriamente y no solo en países pobres. También crece en los países del Primer Mundo y allí cobra especial significación lo que ha sido la llegada al poder y su ejercicio por Trump. “La sombra que acecha sobre estas páginas es por supuesto la de Donald Trump (…) Es el primer presidente antidemocrático que tiene Estados Unidos en su historia moderna. Ya desde sus primeros días ha hecho gala de su desdén por las instituciones democráticas, por las ideas de igualdad, y la justicia social” (pág.301). Cuando se escribían estas páginas aún no se conocían las declaraciones del ex abogado de Trump, Michael Cohen, o los exasesores presidenciales Roger Stone y Paul Manafort.

Preguntas clave

En el último capítulo, el 17, la autora realiza las “preguntas pertinentes” para descifrar cuando un líder, o un partido, inicia el desmonte de la democracia para, valiéndose de ella, hacerse del poder y ejercerlo en forma autoritaria, fascista.

Y enumera a los casos de Putin, en Rusia; Erdogan, en Turquía; Kim Jong-il, en Corea; Orbán, en Hungría; Mugabe, en Zimbabue; Hun Sen, que lleva 21 años en Camboya, luego de un primer periodo de ocho años; Museveni, que suma 33 años al frente de Uganda; Paul Kagame, con 19 años en Ruanda; Ilham Aliyev, con 16 años en Azerbaiyán; Gurbanguly Berdimuhamedow, que suma 13 años de poder autocrático en Turkmenistán y la dictadura de Daniel Ortega, en Nicaragua (pág. 298).

La advertencia de Albright para identificar a los futuros fascistas (págs. 308/309) se resume en los siguientes cuestionamientos:

  1. ¿Tratan de explotar nuestros prejuicios étnicos o políticos?
  2. ¿Quieren alimentar nuestra indignación hacia los que creemos que nos han hecho algo malo?
  3. ¿Nos animan a despreciar las instituciones gubernamentales y el proceso electoral?
  4. ¿Tratan de socavar nuestra confianza en principios democráticos como la prensa libre y los jueces independientes?
  5. ¿Explotan los símbolos del patriotismo, como la bandera, el juramento a la nación, para volvernos los unos en contra de los otros?
  6. ¿Tratan de ganarse nuestro favor con un lenguaje campechano?

A casi un siglo del irresistible ascenso de Hitler al poder, la República Bolivariana de Venezuela constituye un ejemplo de cómo un país puede hundirse en el fascismo.

Ciertamente la autora no compara a Mussolini, Hitler y Stalin con Hugo Chávez (pág.167), a quien le reconoce haber impulsado en Venezuela “un cambio trascendental, pero de ahí no se puede colegir que hizo todo lo que prometió” (pág.166). “Chávez trato de ser presidente vitalicio, y de hecho, lo fue, solo que la enfermedad hizo que su mandato no fuese muy largo. La Venezuela que dejó al morir es más pobre que la de 1999, cuando él tomó posesión de su cargo” (pág. 167). Luego la autora analiza la gestión de Nicolás Maduro que ya es conocida en materia de autoritarismo e irrespeto por los derechos humanos.

El libro no se queda solamente en el análisis politológico. Nos recuerda que el fascismo puede anidar en cada uno de nosotros. Y ejemplifica con Mussolini, quien a los once años fue expulsado del colegio por apuñalar a un compañero en la mano y a los quince nuevamente echado por acuchillar a otro alumno en las nalgas (pág. 29). El mismo Mussolini dirigente del Partido Socialista italiano que, tras recibirse de maestro de escuela, en 1914 tiene un cambio: “la oruga socialista se metamorfoseó en la mariposa patriótica” (pág. 31) y con un concepto muy parecido al del dramaturgo alemán Bertolt Brecht —“la perra que parió este bastardo [Hitler] aún está en celo”— pero con una argumentación contrapuesta, avisa en la página 84 que “el fascismo no es una etapa excepcional en la humanidad, sino que forma parte de ella”.

Originalmente pulicado en Las2orillas.co.

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