Recuerdo la primera vez que vi la campaña #MeToo, esta manera de alentar a las mujeres a no callar, a saber que pueden denunciar, una campaña de solidaridad y sobre todo de sororidad, con la cual todas nos sentimos identificadas. Esto tan esperanzador que ha logrado empoderar a tantas mujeres, pero evidencia una realidad desesperante, triste, indignante y produce una frustración enorme, que evidencia un mundo en el cual cada mujer ha sido acosada, abusada y/o violada.

Siendo mujer aprendí a vivir con miedo, siempre a la defensiva y cuidándome en cada situación. Tengo muy presente que durante toda mi infancia y adolescencia mi mamá y mi papá nunca me dejaron quedarme a dormir a ningún lado sin ellos, quedarme en la casa de algún compañero o compañera era un rotundo NO, y por algún tiempo no lo entendí, hasta que una amiga me contó que la primera persona que la había acosado había sido el papá de un compañero de la escuela, esta historia la conocí cuando tenía 11 años, ella tenía 12.

Imagínense tener que entender esto desde niña, nada tiene sentido, por ejemplo, recuerdo que mi papá nunca entraba a mi cuarto, me hablaba desde la puerta cosa que durante un tiempo interpreté como una exageración, cuando crecí escuché muchas historias sobre violaciones de papás o padrastros a sus hijas y comprendí que esto resultaba inconcebible para mí gracias al papá que tuve.

Viví en una burbuja de protección creada por mi papá y mi mamá, que a pesar de todo su esfuerzo no pudieron mantenerla más allá de mi niñez. Desde mi primer año de colegio sufrí acoso por parte de profesores, tuve que escaparme de circunstancias muy incómodas, y me acostumbré a evitar muchas situaciones, a pesar de esto, el acoso incrementó estando en la universidad, a tal punto que se convirtió en parte de mi vida. Tener miedo de caminar sola, no ir al baño sola en un bar, no atravesar un parque sola, no quedarme sola con hombres a los cuales no les tenía confianza, desconfiar de casi todos, todo esto se convirtió en mi realidad. Lo más impresionante es que mis historias parecen quedar cortas en comparación con muchas otras, pero pongo algunas anécdotas muy generales, porque nada de esto es aceptable, y esto que cuento es lo mínimo que vive una mujer diariamente.

He tenido tantas conversaciones con amigas que me cuentan que fueron acosadas o abusadas sexualmente, con el sufrimiento y la vergüenza en sus ojos y en sus voces, historias a las cuales siempre he podido responder con un: a mi también me ha pasado (#MeToo), no estás sola, con el mismo sufrimiento y sobre todo con la misma frustración, siempre he tenido ejemplos personales con los cuales se pueden relacionar. Este # que se ha convertido en una tendencia, no se reproduce como moda, no lo compartimos sólo para apoyar, decimos #MeToo, porque lo hemos vivido, porque nos identificamos, porque no estamos solas.

A todas las mujeres que han denunciado, que se han expuesto, que han sufrido señalamientos, quiero decirles que gracias por la valentía, por darnos esperanza de que esta situación puede cambiar, por inspirar a tantas más a denunciar, a poner freno a tantas situaciones que nos han atormentado siempre. Gracias por poner el cuerpo por nosotras, no están solas. La presunción de inocencia se la dejo a los tribunales, #YoTeCreo, te acompaño y te admiro.

Hoy puedo decir que quiero que los hombres que nos tratan como cosas tengan miedo, es más quiero que tengan pánico, que logren entender que no pueden hacer lo que quieran con nuestros cuerpos, que vamos a denunciarlos, que no nos vamos a dejar nunca más y que ahora que estamos juntas, ahora que si nos ven, el patriarcado se va a caer.