¿Usted podría hablar con él y decirle que por favor me deje de acosar, pero sin decirle que fui yo?
¿Ustedes pueden hablarle al grupo y recordarles los entrenamientos de acoso sexual a ver si él para?
¿Ustedes pueden decirle que si sigue acosándome voy a tener que poner una denuncia y no quiero?
¿Ustedes pueden hacer algo? Yo solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes
¿Ustedes me pueden decir si la culpa es mía? ¿Si yo he hecho algo para provocar esto?
¿Ustedes pueden cambiarme a mí o a él de puesto? Yo renunciaría, pero soy mamá sola, con dos hijos chiquitos. Necesito mi trabajo.
¿Ustedes pueden hacer la investigación sin testigos? He hablado con mis compañeros y ninguno de ellos quiere declarar contra él.
¿Ustedes le pueden pedir que no me hable, que no me vea, que no se meta conmigo, que se haga como que yo no existo, que soy invisible?
¿Ustedes pueden ayudarme a parar los chismes? El me está acosando, pero mis compañeros ahora dicen que es que hay algo entre nosotros. Yo soy casada y eso me puede traer muchos problemas.
¿Ustedes me pueden decir quién me va a creer?
Yo no quiero armar un alboroto ni hacer un proceso. Yo quiero que esto pare.
Yo no quiero perder mi trabajo por esto.
Yo no quiero estar en una audiencia con él. No quiero verlo. No quiero hablar delante de él.
Yo solo quiero que esto termine y seguir con mi vida.
El factor en común en las peticiones de muchas de las víctimas de acoso es que la vergüenza cambie de lado y que se haga justicia. Que no se juzgue la duración de su silencio, sino los hechos que se denuncian. Que no quieran silenciarlas de nuevo, acusándolas de locas o de vengativas.
Les decimos víctimas. Pero cualquier persona que haya sufrido violencia (y el hostigamiento sexual es violencia y es discriminación) debería ser reconocida como lo que es: sobreviviente. Después de todo, la palabra crea sus propios simulacros y cada sobreviviente es mucho más que el hostigamiento sexual del que fue objeto.
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