El título de este artículo tal vez nos resulta inofensivo, pero, es una realidad para muchas mujeres cuyas relaciones terminan justamente con la muerte a manos de sus parejas. De hecho, según el Observatorio de Género del Poder Judicial, entre 2007 y 2016 fueron asesinadas 287 mujeres por hombres con quienes habían mantenido alguna relación sentimental. Además, se registraron 26 de estos casos en 2017...
Estos casos siguen un patrón muy similar, que los especialistas han denominado femicidio. El femicidio se da cuando una mujer muere a manos de un hombre con quien ha mantenido una relación cercana, en donde se usa el poder y la violencia sobre la mujer. Así, los femicidios se diferencian de los homicidios regulares por darse dentro de relaciones de pareja. Visibilizar esta problemática ha sido posible gracias a avances jurídicos en esta materia. En el año 2007 Costa Rica se convirtió en el primer país de la región en promulgar una ley de penalización contra la violencia hacia la mujer.
Han pasado once años desde que fue aprobada esa ley y, sin embargo, el panorama sigue siendo estremecedor. La delgada línea entre el amor y la muerte sigue presente en nuestras frases cotidianas. La ley avanza, las muertes violentas de mujeres se acumulan, pero, para la sociedad este tipo de violencia no pareciera representar un problema prioritario.
Ante esto, vale analizar la forma en que se presentan los casos de femicidio en la prensa que leemos diariamente, pues los medios de comunicación influyen bastante en la forma en que entendemos los problemas del país.
“Morir de amor”
Al revisar un total de 25 artículos, publicados entre marzo de 2017 y febrero del 2018 en los medios digitales La Teja, La Nación, CrHoy y la Prensa Libre, se llegó a distintas conclusiones, una de ellas fue que todos los medios presentaban componentes similares en el reporte de estas noticias:
- El hombre como protagonista.
- Una justificación de tipo amoroso.
- La culpabilidad indirecta de la mujer, a través de la presencia de opiniones y juicios de “testigos”.
Para ilustrar esto, se veamos dos noticias como ejemplo:
El primer caso tomado de la Prensa Libre se titula: “Jefe de Tránsito mata a novia y se suicida en San Carlos”. Desde el mismo título se presenta al hombre como el protagonista del hecho, se resalta su profesión; mientras que a la víctima se le reduce a ser “la novia de”, o sea, se presenta en términos posesivos. Además, la nota justifica el crimen argumentando que se dio a razón de una presunta infidelidad, con lo cual el hombre sintió celos, y esto se apunta como la principal causa. En esta narración el detonante de la muerte recae en las acciones de la mujer, y no en las acciones del hombre “quien sintió celos”, a pesar de que fue él quien perpetró el crimen.
Aparecen así los celos como un problema individual, de hecho, en la noticia se menciona que a él se le conocía por ser una persona muy celosa, pero, nos detenemos a preguntar ¿qué hace que una persona sea muy celosa? ¿Cómo se han generado las relaciones amorosas afirmando que cuando hay celos hay amor? ¿Serán los celos un problema social al que debemos poner atención? Creemos que lo son, pero no el único.
En esta noticia, como en otras de las que revisamos, abundan las pruebas de que, en la mayoría de los casos, había antecedentes de denuncias o intentos de separación por parte de las mujeres, ante las cuales la familia o las instituciones no asumieron un rol de apoyo para ellas ¿acaso se ha vuelto tan natural esta forma violenta de amor que no se apoya a quién lo vive?
En otra noticia del mismo periódico titulada: “Taxista escribió carta antes de matar a pareja y suicidarse en Tilarán”, se repite el protagonismo del femicida, y la víctima como su pareja. Y es que ¿no resultaría mucho más claro apuntar en el titular que una mujer fue asesinada por un hombre con quien mantenía una relación? Así, sí se reportaría lo sucedido, pero, un titular sin el amarillismo que produce la carta del asesino ¿sería igual de morboso?
En este segundo artículo, se menciona la profesión y el nombre completo del taxista, se añade además “que era un hombre bueno”, en palabras de un testigo, Sin embargo, de la víctima no se menciona más que la forma en que murió. Se enfatiza más en lo que el hombre dejó en la carta: “los celos me mataron” y “por favor cuiden a mis hijos”. En este caso, como en otros de los revisados, el uso de testigos lleva a incluir frases que justifican al hombre o culpan a la mujer de su propia muerte, aumentando el amarillismo y añadiendo tintas de chisme.
Ante estos ejemplos no queda más que pensar en la responsabilidad que tienen los periodistas que escriben estas notas y que, consideramos pocas veces se cuestiona.
“En la Guerra y el amor todo se vale” Si en la guerra se mata ¿en el amor también?
Es necesario que reflexionemos sobre lo que estamos leyendo, cómo se están divulgando estas noticias y qué es lo que realmente nos están diciendo.
En materia de femicidio aún falta mucho camino por recorrer, a pesar de que la ley define y reconoce el femicidio, no existe una regulación en cómo se presentan las noticias de los femicidios. Y esto no deja de ser importante, parece que lo que nos dice la prensa ayuda a justificar los actos “en nombre del amor y de los celos”, y esto convierte los hechos de violencia en algo cotidiano, esperable y legítimo.
En este sentido, sería importante que los medios utilicen siempre el término de femicidio en estas noticias, llamando las cosas por su nombre. Al igual que urge visibilizar que estos casos responden a un ambiente y contexto de violencia en el que convivimos, y que no son hechos aislados.
No está demás cerrar este análisis invitando a quien lee a tomarse el tiempo de pensar en la forma en que nos dan estos mensajes, si la violencia se justifica y nos empieza a parecer normal, nos volveremos insensibles ante ella. Seamos personas críticas, y no partícipes de esta venta amarillista que nos hacen de las muertes de tantas mujeres.
Pero, sobre todo, recordemos que si construimos nuestra idea de amor, naturalizando los celos, la posesión de la pareja y la muerte como las bases de nuestro romance, entonces fácilmente la estrofa de la famosa canción de Bosé pasará de ser una declaración romántica, a convertirse en la justificación de un crimen...
“...Morir de amor
Que no morirse solo
En desamor
y no tener un nombre
Que decirle al viento...”
El artículo es una producción colectiva de los estudiantes de Antropología de la UCR: Diego Quesada Hernández, Karol Vargas Fonseca, Keylin Rodríguez Nájera, Cristian Montenegro Morales, Henry Martínez Hernández y Farlen Blanco Solís.
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