Suena pretencioso decir que –dentro de las formas de conocimiento– la ciencia tiene el método que produce las mejores aproximaciones a la verdad, pero lo cierto es que las predicciones que realiza suelen ser las más precisas. Estamos hablando de resultados comprobables, que no parten de la intuición, la fe, ni la imaginación artística.

Aunque no en todos los casos se siga el mismo método, la fortaleza de la ciencia se basa en la obstinación por verificar o refutar de sus ideas, y con suerte generar nuevas explicaciones, más completas o más exactas. Las pseudociencias –por su parte– son “disciplinas” impostoras que suelen pasar por ciencia real frente a personas con poco conocimiento específico de la materia.

Ahora bien ¿es efectivamente la Medicina una ciencia? En sus aspectos fundamentales sí. Las bases de la medicina moderna son científicas, sobre todo la fisiología y fisiopatología, es decir las explicaciones del funcionamiento del cuerpo en la salud y la enfermedad. Tratamientos como la angioplastia, los antihipertensivos, y los antirretrovirales se basan en conocimiento de la fisiopatología.

Pero la práctica de la medicina ha sido descrita como un arte. Yo lo describiría como una habilidad en múltiples aspectos: escuchar y examinar atentamente, elaborar hipótesis usando conocimiento actualizado, solicitar las pruebas correctas y escoger un tratamiento basado en guías clínicas o de ser posible la evidencia. Todo esto en un tiempo oportuno y con un trato humano.

Este es un ideal lejano a la realidad por limitaciones tanto en los servicios de salud (largas listas de espera, imposibilidad de elegir médicos, carencia de medicamentos) como en la misma práctica médica (enfermedades de difícil diagnostico o de pocas opciones terapéuticas). Por este motivo una satisfacción del cien por ciento sólo se logrará en algunas circunstancias y con algunos pacientes.

Mantener o recuperar la salud es un derecho humano reconocido por la OMS y a la vez una prioridad para la mayoría. Por eso si un servicio de salud no cumple nuestras expectativas, buscaremos otras alternativas porque como clientes o usuarios queremos al menos la libertad de escoger lo que nos parezca más apropiado para tratar nuestro cuerpo. ¿Por qué no usar alguna medicina alternativa?

Una medicina alternativa o pseudomedicina es aquella que propone explicaciones acerca de cómo funciona o se enferma el cuerpo aunque tales explicaciones sean inconsistentes con lo que se ha demostrado que es cierto. Recordemos que es quien propone algo, el que debe demostrar que es verdadero. Afirman —por ejemplo— que hay una energía que circula por meridianos, que existen chacras en el cuerpo, que hay puntos en la oreja que afectan otros órganos, que la física cuántica explica que un pensamiento produce una enfermedad o que la cura.

Son pseudociencias, o en este caso pseudomedicinas, porque no les interesa refutar sus principios o irlos afinando con nuevos hallazgos. Sus bases explicativas son estáticas desde que fueron creadas por algún personaje dotado de una particular intuición reveladora de la verdad. En cambio, las prácticas que no implican una fisiopatología “no convencional” como la fitoterapia o el uso de plantas medicinales, no debería llamarse “medicina” sino terapia alternativa.

Las plantas están llenas de compuestos químicos y es probable que algunos de ellos modifiquen receptores celulares o produzca cambios moleculares demostrables. Por ese mismo motivo las plantas medicinales comparten con la terapia convencional y los medicamentos la posibilidad de interacciones y efectos secundarios. En cambio, cuando se trata de una pseudomedicina como la homeopatía o el reiki, que carece de principios activos reales, lo esperable es que no se tengan efectos secundarios.

Unos cuantos ejemplos de pseudomedicina son acupresión, ayurveda, biomagnetismo, biodescodificación, flores de Bach, hidroterapia de colon, homeopatía, iridología, kambo, magnetoterapia, medicina cuántica, orinoterapia, osteopatía, quiropráctica, reflexología, reiki, terapia con ángeles, terapia quelante, terapia con cristales, y el toque terapéutico.

Suena contradictorio, pero de todas ellas podremos encontrar testimonios de eficacia ¿Puede un ingeniero diseñar un buen puente usando ecuaciones matemáticas equivocadas? Por lo general no. Entonces ¿cómo podemos explicar que estas prácticas con fundamentos falsos, produzcan mejoría o curación en algunas personas? ¿No es suficiente evidencia las anécdotas de casos en los que ha sido efectivo?

Dejando de lado que las anécdotas puedan ser falsas o manipuladas, el principal problema es que hay un porcentaje de personas que mejoran independientemente de lo que usted haga. Las explicaciones fundamentales son la evolución natural, que en algunos casos produce remisión espontánea, regresión a la media y en el caso de una “intervención”, el efecto placebo.

Cuando una persona está convencida que ingiere un tratamiento que le va a funcionar, aunque sea una pastilla de azúcar o gotas de agua y tiene una respuesta positiva entonces ha tenido una respuesta tipo placebo. Pero, aunque digamos que en un 20% de los pacientes se disminuye su dolor con un placebo, eso no autoriza a nadie a vender pastillas de azúcar como analgésicos.

En la práctica de la medicina el tiempo es importante. Un terapeuta alternativo puede dedicar 30 minutos a escuchar al paciente y otros 30 minutos en hablarle mientras lo toca ligeramente con piedras, agujas o pirámides. En ese tiempo el paciente se siente comprendido, valorado, cuidado. En esa relación más humana, yace el poder de la terapia alternativa. Exíjales a esos terapeutas cinco pacientes por hora, su tratamiento fracasará rotundamente.

Del efecto placebo no se escapa la medicina convencional. No podremos afirmar con certeza que un medicamento o terapia funcione si no se ha comparado sus resultados contra el efecto de un grupo control o del placebo. Al tratamiento estadístico de estas observaciones, obtenidas preferiblemente a través de experimentos lo más libre de sesgos posible, es lo que llamamos evidencia.

El término pseudoterapia es más apropiado cuando se realizan afirmaciones engañosas de eficacia, deliberadamente o no, ya que incluye tanto las pseudomedicinas como los verdaderos fármacos usados erróneamente, por ejemplo, usar la vitamina C o el bicarbonato para tratar el cáncer. Para hablar entonces de pseudoterapia habrá que haber examinado la evidencia en aplicaciones específicas.

¿Deben los médicos oponerse a las pseudomedicinas o coexistir con ellas aprovechando su efecto placebo?

Desde hace muchos años el Colegio de Médicos de Costa Rica reconoce la homeopatía y acupuntura como especialidades médicas. Sin embargo, actualmente muchos colegas se han “especializado” en otras pseudoterapias que colindan con el curanderismo. Que un profesional de la salud defienda un sistema de curación sin bases científicas solo puede explicarse por ingenuidad o afán lucrativo. No lo afirmo solo por suponer que no funcionan, ni por defender a las mafias farmacéuticas, sino que he dedicado muchas horas a estudiar estas alternativas.

No es correcto engañar a las personas afirmando que se les va a resincronizar las vibraciones del ADN, desbloquear el chi o limpiar de toxinas. Nada de eso tiene sentido en relación con cómo funciona el cuerpo realmente. Es más honesto decir: vamos a escucharte, vamos a hacer afirmaciones para crear expectativa de mejoría, o vas a llevar este imán en la oreja para recordarte lo bien que te estás sintiendo, no por el imán sino por tus creencias sobre el mismo.

Las limitaciones de la seguridad social y los errores o malos tratos de los profesionales de la salud se deben denunciar sin cesar hasta que se corrijan. Creo que si todos queremos mejores servicios de salud por nuestro propio bien y de las futuras generaciones, la solución no es evadir los problemas recurriendo a las pseudociencias, sino enfrentarlos.

Es claro que las personas tienen derecho a acudir a cualquier pseudoterapia alternativa que deseen. Toda vez que sepan que pueden perjudicarse a sí mismos, que existen los charlatanes, el doctor cuántico, los vendedores de ilusiones, los falsos productos milagrosos. Una infección no se cura con reiki, un cáncer de estómago no se cura con homeopatía, una oclusión coronaria no responde a imanes. Ni siquiera los que reniegan de la medicina convencional pedirían una ambulancia para ir a consultorio alternativo en caso de situaciones graves.

He ido publicando la explicación de diversas pseudoterapias, como homeopatía, medicina germánica y factores de transferencia, del por qué sus bases no son científicas, la evidencia de eficacia y las conclusiones. También he realizado análisis de algunas prácticas no éticas de las grandes farmacéuticas y del uso médico del cannabis. Las investigaciones son de libre acceso, para que usted, consumidor, tome decisiones informadas.

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