Para ser sincera, creo que nunca antes había tenido conciencia del papel que juegan los vicepresidentes del país, hasta en este Gobierno. No por alguna razón ideológica o partidaria, sino porque creo que la juventud y la ignorancia me jugaron la mala pasada de asociar, exclusivamente, gobierno con presidente y ministros.

Dicho lo anterior, les cuento que la semana pasada estuve con la segunda Vicepresidenta de la República, Ana Helena Chacón. Una mujer, al menos en apariencia, demasiado políticamente correcta pero en el fondo exquisitamente irreverente.

Ana Helena, por mucho, ha sido uno de los rostros más conocidos de las luchas por los derechos de las minorías. Diría yo que, además, ha tenido la virtud de reconocer que las luchas sociales no necesariamente son partidarias. Anteriormente fue Viceministra de Seguridad en el gobierno de Abel Pacheco y diputada por el PUSC del 2006 al 2010.

Hoy día es una de las figuras de Gobierno más fuertes, donde, junto a su equipo, desempeñó un papel determinante en la reducción de casi un punto porcentual en el nivel de pobreza extrema.

Esto no se trata de simpatizar o no simpatizar con ella. Esto se trata de reconocer que el resultado de su trabajo, y el de su equipo, ha beneficiado a muchos costarricenses, principalmente a aquellos que nadie pudo, o quiso representar.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, esta semana conversamos con la Vicepresidenta número siete que ha tenido Costa Rica desde que vive en democracia. Con Ana Helena hablamos acerca de la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, sobre la situación de los Derechos Humanos de las mujeres en Costa Rica y sobre la articulación de narrativas y políticas públicas que fomentan esta igualdad de derechos.

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¿Cuál cree usted que es la situación de los Derechos Humanos de las mujeres en Costa Rica actualmente?

— Las desigualdades estructurales entre hombres y mujeres en países latinoamericanos las hemos vivido siempre, y Costa Rica no es la excepción. Ha sido difícil para nosotros entrar en la búsqueda de la igualdad, aún así no quisiera negar lo hasta ahora andado.

Por ejemplo, INCAE sacó el año anterior un estudio que se llama Progreso Social de las Mujeres en América Latina, que vino a respaldar lo que las mujeres ya sabemos, pero es bueno contar con evidencia científica. En Costa Rica las mujeres tenemos una franca desventaja en algunos temas trascendentales...

Yo vengo siendo la vicepresidenta número siete que tiene la democracia costarricense en casi 200 años de vida independiente, o sea, es a finales del siglo XX, en los setentas, cuando empezamos a ver mujeres en altos puestos de elección popular, pero hay que reconocer que seguimos teniendo enormes desigualdades.

Según el estudio mencionado por la vicepresidenta, en nuestro país las mujeres perciben discriminación de género en el acceso a puestos de liderazgo político o de responsabilidad pública. El 89% de personas consultadas para este estudio cree que es más difícil para una mujer, que para un hombre, acceder a estos puestos y el 51% cree que es más difícil para una mujer hacer carrera política, que para un hombre.

“Las mujeres siguen viviendo mayor violencia por parte de sus parejas, violencia callejera, violencia patrimonial; las mujeres seguimos teniendo una brecha salarial que dependiendo del estudio que veamos fluctúa entre un 20% y un 25%, por el mismo trabajo que los hombres.

Todas estas realidades para mí, como mujer feminista y vicepresidenta, han sido fundamentales para trabajar especialmente en la erradicación de la pobreza y la pobreza extrema con mayor énfasis. Con este trabajo hemos comprendido que el 80% de las familias que se encuentran en pobreza extrema están jefeadas por mujeres. Y aquí hay que dejar algo claro, lo que nos pasa en Costa Rica no es nuevo pero sigue siendo ignorado de algunas formas. Como dije antes, nuestra situación sigue siendo de franca desigualdad”.

¿Quién ha puesto sobre la mesa el tema de derechos de las mujeres? Habrá quienes digan que para eso siempre ha existido el INAMU, pero contrastemos la responsabilidad institucional vs la responsabilidad social. ¿realmente quién pone este tema sobre la mesa?

— Que el INAMU siempre ha existido, la verdad es que no siempre... es decir la lucha política para pasar del enfoque de un Centro Nacional para el Desarrollo de la Mujer y la Familia a un Instituto Nacional de las Mujeres, fue una lucha que se dio a finales del siglo pasado, entonces tener un lugar de privilegio para atender a las mujeres en sus particularidades, no únicamente en su rol como parte de la “familia”, como esposa o como madre, fue importante para el país porque de ahí vinieron cambios paradigmáticos en la sociedad.

En este caso específico que me preguntás creo que la tarea la hemos sacado en grupo, Alejandra Mora Presidenta del INAMU, Gianina Dinarte Ministra del MEIC, Sonia Marta Mora Ministra de Educación y por supuesto con la primera dama Mercedes Peña.

También hemos tenido el acompañamiento de hombres líderes en instituciones importantes como el INA y el INVU.

Caigamos en cuenta de lo que nos dice Ana Helena, una lucha que se dio a finales del siglo pasado. Para ser exacta 1998. En ese año se promulgó la Ley del Instituto Nacional de las Mujeres cuyo fin principal es formular e impulsar la política nacional para la igualdad y equidad de género y proteger los derechos de las mujeres.

Con tremenda tarea asignada, la vicepresidenta deja claro que aunque el INAMU desde la institucionalidad pone sobre la mesa el tema de derechos de las mujeres, no es suficiente dejar la responsabilidad por visibilizar las luchas por la igualdad de género sobre una sola institución. Por tanto la tarea la han ejecutado entre varios jerarcas, tal vez no tanto como se deseara en lo legislativo, pero sí en visibilizar a mujeres en altos puestos políticos.

Respecto a la realidad social de quién visibiliza la lucha por los derechos de las mujeres Ana Helena fue políticamente correcta y prefirió no decir quién sí y quién no hace la tarea, por lo que volví a replantear la pregunta desde un punto de vista que no podemos obviar, y es que parte de la ciudadanía validó posiciones conservadoras al instalar en el Congreso a 14 diputados del Partido Restauración Nacional.

Ahora que este Gobierno va de salida y el ala conservadora quedó validada en el Congreso, ¿sobre quién cree usted que recae la responsabilidad de seguir impulsando políticas públicas con perspectiva de género?

— Cada gobierno tiene su propia manera de organizar su estructura. En nuestro caso a mí me dan la coordinación del Consejo Presidencial Social, entonces lo que hacemos, por ejemplo, es que las instituciones que tienen que ver con mejorar la economía de las mujeres las invitamos al Consejo a reuniones bilaterales para que sean parte de la formulación de políticas públicas, porque pienso que las jerarquías deben estar en función de generar este tipo de sinergias.

Strike dos. La Vicepresidenta sigue siendo demasiado políticamente correcta. Reformulemos. Como sociedad, ¿cómo se logra construir una narrativa social para lograr una cultura de igualdad de los derechos entre hombres y mujeres?

— Se logra con una narrativa basada en una mirada 360, que es una mirada complementaria entre hombres y mujeres para la creación de políticas públicas. Por ejemplo, a mi me tocó liderar el proceso de pasar (aprobación) la Ley de Penalización de la Violencia Contra las Mujeres cuando era diputada. Esa ley no la propuse yo, pero era unalLey que tenía 8 años de rezago en el Congreso... Desde mi punto de vista todos merecemos una vida digna y libre de violencia.

No se trata de atacar y decir “ustedes hombres son quienes nos golpean y nosotras somos las víctimas” porque he encontrado hombres absolutamente maravillosos que son solidarios, entienden que hay que hacer una ruptura del status quo de ellos y están dispuestos a ceder aunque eso cueste, ¿y por qué cuesta? vamos a ver, yo siempre digo que estoy sentada en esta silla (de vicepresidenta) no porque un caballero llegó y me sentó, es decir, esta silla ha sido tradicionalmente ocupada por un hombre, pero las luchas dadas desde inicios del Siglo XX, como cuando Ángela Acuña Bravo escribió el primer manifiesto feminista para alcanzar el derecho civil al voto, fueron abriendo espacios para que hoy yo esté aquí. Así que yo no quisiera ocupar este espacio, desperdiciándolo, sin abrir más espacios para otras mujeres.

Ahora, a pesar de que estos espacios se han ido abriendo —dice Ana Helena exaltada—, observo mujeres que llegan a la política con discursos asumidos absolutamente machistas. Si miramos las redes sociales hoy hay mujeres sosteniendo pancartas que dicen “no a la igualdad de género” y parte de eso es porque la persona oprimida asume la posición que quiere su opresor, o sea, una posición complaciente, y no, las mujeres tenemos derecho a ser irreverentes.

Tenemos derecho a ser como somos, a ser felices como somos y también tenemos derecho a hacer felices a nuestras parejas.

Pero cuando yo miro cosas como que se tiene que hacer un acto de violencia porque la decisión que se acaba de tomar es una decisión que no me complace y entonces tengo que quebrar algo diputado Arguedas ahí le hablan—, tengo que gritar y tengo que patear, me parece muy rudo porque es una carga emocional muy tremenda para un hombre que no puede tener el control de su enojo.

Entonces me parece que una nueva narrativa también pasa por trabajar la construcción de nuevas masculinidades que, en alguna medida, pueden significar menos carga emotiva para los hombres (carga emocional negativa) y menos opresión para las mujeres.

Ana Helena se refirió a dos puntos mientras contestaba mi pregunta. El primer punto es la responsabilidad social de formular narrativas entre hombres y mujeres en conjunto, que permitan ir tirando a la basura estigmas que afectan tanto al hombre como a la mujer, tipo que el hombre es el proveedor, que el hombre no puede disfrutar una tierna paternidad por miedo a que sus hijos luego “desarrollen” tal o cual inclinación sexual, y de que el hombre tiene que ser el macho ultra alfa.

El segundo punto al que se refirió es el de construir narrativas desde el Estado. Ella decía que el Gobierno debe demostrar que es capaz de defender a las personas en situación de vulnerabilidad.

“Con esto no quiero decir que no haya hombres en estado de vulnerabilidad pero no son la mayoría. Cuando se aprobó la Ley de Penalización de la Violencia contra las Mujeres fue muy discutida porque es una ley penal y algunos decían que era una ley discriminatoria contra los hombres.

Sin embargo, la resolución de la Sala Constitucional, palabras más palabras menos, dice que “ante la violencia histórica que han vivido las mujeres se hace necesario hacer la excepción para salvar la vida de ellas”. Entonces nos damos cuenta que estás narrativas también pasan por lo Estatal”.

Hablemos de realidades institucionales, yo entiendo que usted representa al Gobierno, pero seamos honestas, ¿cuáles traspiés le pone el mismo sistema al avance de temas de igualdad de género?

— Bueno lo primero que hay que tener en cuenta es que los cambios en las instituciones no se alcanzan únicamente con leyes, sin embargo, yo tengo un eslogan que dice que con la ley no alcanza pero sin la ley no se avanza y esto lo que quiere decir es que hay un marco jurídico que yo la verdad espero nunca vaya para atrás.

Luego de que Ana Helena me dijera eso, que de entrada no parecía tener nada que ver con nada, empecé a entender que se refería a la burocracia, la cual en ocasiones se traduce en que muchas mujeres no se acerquen a las instituciones a pedir ayuda en las diferentes situaciones que vive.

El estudio del INCAE, del que comentamos antes, formula tres preguntas acerca del nivel de conocimiento, acceso y disfrute de las leyes que velan por los derechos de las mujeres, y aunque la mayoría de personas consultadas dijeron saber que en el país existen estas leyes (80%) y la mayoría también dijo que acceso de su comunidad a estas leyes es relativamente fácil (68%), únicamente un 9% dijo conocer a alguien que se haya beneficiado de esas leyes.

Fuente: INCAE Business School

 

“El trato digno en las instituciones que trabajan con las personas en condiciones de pobreza y pobreza extrema (poblaciones con hogares jefeados mayoritariamente por mujeres), es algo que hay que mejorar, no es posible que les digan “ay venga otro día” cuando ir otro día significa perder un día de trabajo para una mujer jefa de hogar, significan los pasajes de autobús, pagar nuevamente quién cuide a los hijos… todo eso nosotros lo hemos querido mejorar”.

Doña Ana Elena para terminar, ¿cómo ve usted la situación las mujeres en el país en 10 años?

— Todo depende de la continuidad de las políticas públicas que se han implementado hasta hoy.

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Al final de nuestra conversación Ana Helena leyó mi rostro. Creo que tenía una expresión de incredulidad, pues como joven creo que la situación política actual amerita autocrítica para crecer y mejorar. Entonces me dijo que generalmente no es una mujer calculadora, lo cual me consta por alguna otra conversación que tuve con ella en el pasado.

La buena noticia es que me dijo que podríamos hablar en alguna otra ocasión (después del traspaso de poderes) para ser menos formal y más irreverente, pero que a la investidura que representa le debe respeto. Cosa que no le discuto.

Así que estaré pendiente, porque la ciudadanía necesita escuchar, leer y ser testigo de lo que los actores políticos tienen que decir acerca de las situaciones que como sociedad nos afectan.

¡Gracias por leer!