Brasil será el punto de encuentro de la cumbre del clima de las Naciones Unidas (COP30). Movilizar la acción climática es el objetivo principal de los más de 160 países que se reunirán durante dos semanas en la ciudad de Belém.

¿Por qué es crítico que el océano sea un elemento central en todos los frentes de la agenda climática? Porque el pulmón del planeta no es solo verde, también es azul.

Belém, puerta de entrada a la Amazonía, es una ciudad estuarina que conecta la cuenca amazónica con el Océano Atlántico. La interdependencia Amazonía–Atlántico es vital: ambos se sostienen mediante flujos de agua, energía y nutrientes que inciden en el equilibrio climático global.

La ciencia es concluyente: el océano hace posible la vida tal como la conocemos. Organismos marinos productores de oxígeno permitieron que la vida trascendiera del mar a la tierra.

El océano regula el clima. A lo largo de nuestra historia, ha absorbido más del 90% del exceso de calor generado. Ecosistemas marino-costeros como manglares y praderas marinas han capturado y almacenado CO₂ durante siglos; son los principales sumideros de carbono del planeta.

El océano alberga una biodiversidad extraordinaria, tan diversa que hoy seguimos descubriendo nuevas especies en sus profundidades. Provee servicios ecosistémicos que sostienen economías costeras, seguridad alimentaria y protección frente a eventos climáticos extremos.

En América Latina y el Caribe, casi un tercio de la población vive en la franja litoral. Su relevancia cultural evoca patrimonio, saberes y tejido social para comunidades ribereñas e insulares.

El océano en la agenda climática

El vínculo océano-clima es evidente para la ciencia y los territorios costeros. Pero hoy, a diez años de la negociación del Acuerdo de París, sigue sin estar lo suficientemente integrado en todos los frentes de la agenda climática global.

Los instrumentos que guían la acción climática nacional también deben integrar la conservación marina como una solución climática. La buena noticia es que la COP30 es una oportunidad concreta para cerrar esa brecha.

Los compromisos de mitigación deben incorporar soluciones basadas en el océano. Esto implica acelerar la descarbonización de las actividades marítimas y portuarias y orientar la economía azul hacia cadenas de valor bajas en emisiones.

Incentivos de mercado y políticas públicas pueden favorecer prácticas pesqueras selectivas, que eviten la destrucción de hábitats, mientras agregan valor a la pesca responsable. La transición energética del transporte marítimo también debe ser parte de la solución.

Adaptación y resiliencia

Debemos adaptar nuestras pesquerías a un océano cambiante. La variabilidad térmica modifica la distribución y productividad de los recursos; ignorarlo compromete el bienestar de miles de familias.

Se requiere inversión sostenida en investigación y monitoreo, así como planes de manejo adaptativos que ajusten vedas, artes de pesca y zonas de manejo conforme a la evidencia. Estos ajustes deben ir de la mano con la implementación de alternativas productivas sostenibles.

Las negociaciones climáticas también deben respaldar explícitamente la meta de proteger de manera efectiva al menos el 30% del océano al año 2030.

La pronta entrada en vigor del Acuerdo para la Conservación de la Biodiversidad en Áreas Fuera de la Jurisdicción Nacional (conocido como Acuerdo BBNJ) abre una ventana histórica para crear áreas marinas protegidas en alta mar, realizar evaluaciones de impacto ambiental y fortalecer la cooperación científica.

Reconocer la interdependencia entre la meta 30x30, el acuerdo BBNJ y los compromisos climáticos permitirá conservar ecosistemas vulnerables, proteger rutas migratorias mediante corredores biológicos, mantener procesos ecológicos y, con ello, reforzar la resiliencia climática.

Financiamiento y gobernanza azul

Para abordar estos desafíos, es indispensable asegurar financiamiento climático azul.

Reconocer que la gobernanza marina a escala nacional debe fortalecerse mediante la cooperación transfronteriza y una gestión holística también es necesario para asegurar la efectividad de las metas climáticas.

Que una COP tan decisiva tenga lugar en Latinoamérica subraya la oportunidad de una región que concentra una porción significativa de la biodiversidad marina del planeta, de unirse en una voz que conecte la ambición climática con el cuidado del océano.

Precisamente porque las realidades sociales, políticas y económicas de nuestra región son complejas, es urgente posicionar una narrativa informada y sin ambigüedades: llegó el momento de pasar de la negociación a la implementación, con ambición y justicia, con el océano como protagonista.

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