Costa Rica es hoy un país donde un presidente se siente cómodo diciéndole al pueblo: “Veánme aquí, frente a líderes religiosos, tomando decisiones para complacerlos”.
Con la modificación de la Norma Técnica del aborto terapéutico, Rodrigo Chaves no solo modificó un decreto: dio una señal política. Mostró que está dispuesto a gobernar en función de los votos de grupos de poder religioso, no del bien común.
Alguien dirá: “todo eso es obvio, ¿para qué repetirlo?”
Porque no todos los seguidores del chavismo lo hacen de manera irracional. Algunos verdaderamente consideran que es lo menos malo actualmente. No están de acuerdo con mucho, pero ven con horror el pasado de quienes nos han gobernado.
Pero llegará un punto donde algunas de esas personas dirán: “ya basta, esto no está bien” Por eso debemos seguir exponiendo estas situaciones por lo que realmente son.
No es fe, es cálculo político
Un gobernante puede tener su fe, pero no puede gobernar bajo su moral religiosa o para complacer grupos religiosos. Su deber es con todo el pueblo, con las leyes y la Constitución. Además, su color político debe acabar en el minuto que es elegido como Presidente de la República.
Chaves sabía exactamente qué hacía: un espectáculo político con dudoso efecto material (la norma del 2019 solamente se había aplicado en 10 casos desde el 2019). En una puesta en escena cuidadosamente montada —rodeado de líderes religiosos, con una oración incluida— anunció una decisión que contradice la posición técnica de su propia ministra y vicepresidenta, Mary Munive, quien defendió hace unos meses frente a la Sala IV la vigencia y necesidad de la norma original para la salud de las mujeres.
Nada cambió en el Código Penal. No puede hacerlo con un decreto. Lo que cambió fue la ambigüedad de la norma técnica: entre otras cosas, el Ejecutivo la sustituyó para limitarla sólo a casos de riesgo para la mujer, dejando sin cobertura clara situaciones de graves daños a la salud (física o mental) o de inviabilidad fetal cuando no exista peligro vital. Además, incluyó varios guiños claros a través del mismo lenguaje que estos grupos utilizan, no científico ni legal.
Manipulando con la fe
Aunque usted crea que la norma debía modificarse, no puede ignorar el show político detrás. Chaves no actúa por principios compartidos con usted; actúa porque sabe que ese gesto le compra aplausos y votos a su movimiento.
Utilizar la fe de miles de costarricenses creyentes sinceros como herramienta de manipulación es una forma de instrumentalizar la religión para el poder y sus fines. El mismo estilo de política vieja de la cual tanto se queja.
El problema de fondo
Aceptar que grupos religiosos influyan en decisiones de Estado de esta manera es un terreno resbaladizo. Hoy se aplaude porque se alinean con su moral; mañana podría ser otra religión o una versión más radical de la misma, o inclusive una interpretación que usted no apoye de su misma biblia.
¿Qué pasaría si un futuro presidente decide gobernar para congraciarse con líderes musulmanes y prohibir el consumo de cerdo? ¿O si otro se deja guiar por fanáticos que promueven “leyes de pureza familiar”?
Lo que hoy parece un triunfo moral, mañana puede convertirse en una imposición contraria a sus creencias. Sólo piense por unos segundos: si la “guía moral” de esas decisiones fuera de otra religión, ¿cómo se sentiría usted?
El Estado no puede tener credo porque su deber es proteger por igual a católicos, evangélicos, agnósticos, ateos y a todos los demás. Gobernar con fundamentos religiosos o respondiendo a grupos de presión que buscan imponer su moral por sobre la justicia, el pensamiento crítico, la evidencia y la ciencia, abre la puerta a una tiranía de la mayoría moral.
Una justicia del siglo XXI
Costa Rica ha avanzado lentamente hacia un Estado más secular, con hitos como la fertilización in vitro, las uniones civiles y la educación sexual integral (aún debatida). Abrir esta puerta hacia políticas dictadas por una fe particular es negar el derecho de las personas a una justicia basada en evidencia, empatía y razón, no en mandatos espirituales.
La ética pública no necesita dogmas para ser moral. Necesita coherencia, transparencia y respeto por la diversidad.
Debemos decir las cosas como son
Rodrigo Chaves no actuó como un estadista, sino como un candidato, aunque no opte por la presidencia directamente. No defendió valores, defendió intereses electorales. Y mientras los gobernantes sigan poniendo los colores de su movimiento por sobre el interés de los costarricenses y usen la religión como arma de poder, Costa Rica seguirá anclada al Siglo XX.
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