El tiempo es la única certeza que compartimos; pasa sin pedir permiso y transforma nuestras sociedades. En Costa Rica, el reloj demográfico ya marca una nueva hora: somos un país que envejece y aún estamos a tiempo de decidir si ese envejecimiento será sinónimo de plenitud o de exclusión, porque una enorme mayoría de nosotros, tarde o temprano, viviremos ese tiempo.
Según el INEC, para el año 2050, una de cada cuatro personas en Costa Rica tendrá 65 años o más, esto representa una realidad ineludible: debemos prepararnos para que esa longevidad sea sinónimo de bienestar, participación y autonomía; y no lo lograremos repitiendo fórmulas del pasado, sino innovando y articulando respuestas desde el presente.
Desde CRUSA, y en alianza con el Banco Interamericano de Desarrollo y el Gobierno de Japón, hemos dado un paso decidido en esta dirección; recientemente, aprobamos el primer proyecto en Costa Rica enfocado en soluciones de economía plateada con un modelo de pago por resultados, una innovación sin precedentes en la región.
Este proyecto busca algo profundamente humano: mejorar la calidad de vida de personas mayores de 60 años que viven en condiciones de pobreza o vulnerabilidad. Lo haremos identificando, implementando y evaluando soluciones innovadoras que respondan a necesidades reales como la prevención de la fragilidad, la formación laboral y el emprendimiento dinámico.
Pero no se trata de programas asistenciales, se trata de desbloquear oportunidades; de reconocer que llegar a los 60 o 70 años no es una carga para la sociedad, sino una nueva etapa con capacidad de aportar, reconociendo que las mujeres mayores enfrentan barreras específicas —laborales, de salud y de cuidados— que debemos visibilizar y transformar; de construir un ecosistema donde la innovación y el impacto social caminen de la mano.
El modelo de pago por resultados para este tipo de intervenciones representa una nueva forma de diseñar políticas públicas y proyectos sociales: se paga no por actividades, sino por resultados medibles. Esta innovación, que desarrollaremos con el apoyo de Japón —país con amplia experiencia en el diseño e implementación de este tipo de esquemas— impulsa la eficiencia, promueve alianzas público-privadas y genera evidencia útil para escalar políticas sostenibles.
Costa Rica tiene el potencial de convertirse en un referente regional en esta materia, pero para lograrlo, debemos sumar voluntades: desde la academia que investiga y propone, desde el sector público que regula y garantiza derechos, desde la empresa privada que innova con propósito, y desde la sociedad civil que moviliza soluciones colectivas.
Estamos convencidos de que invertir en las personas adultas mayores es también invertir en el futuro del país, porque no hay desarrollo sostenible sin inclusión. Porque una enorme mayoría de nosotros, tarde o temprano, caminaremos por ese sendero llamado longevidad.
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