La carrera presidencial está próxima a calentar. Las maquinarias electorales de los partidos políticos están trabajando arduamente en la preparación de todos los mensajes para tratar de convencer a un electorado polarizado. Por ejemplo, ya vamos a ver las vallas publicitarias en donde una tendencia política ofrece el progreso mediante un tren. Las demás tendencias no pueden quedarse atrás, al día siguiente en la valla que está a la par se leerá: "nuestro tren será más rápido y bonito".

Lo anterior corresponde a la caracterización típica de la contratación pública durante la campaña electoral. Una acumulación de promesas que incluyen carreteras, aeropuertos, puertos, hospitales, casas, delegaciones policiales, etc. Todo es necesario, pero habría que hacer magia para poder cumplirlo durante un periodo administrativo de cuatro años. Este es el vaivén de la contratación pública que, como política pública, debería tener una visión a largo plazo, pero se ve altamente afectada por el cortoplacismo que representan las contiendas electorales. Sobran los ejemplos de proyectos de obra pública conceptualizados o con algún grado de madurez que se ven interrumpidos o cancelados ante los cambios de rumbo que traen las elecciones, sin importar si realmente la ciudadanía los necesitaba.

Así, la contratación pública y en particular la obra pública, terminan siendo el mecanismo improvisado que surge al calor de la discusión política o el tema que esté de moda. Las promesas de campaña no necesariamente responderán a un plan nacional o alguna política de desarrollo. Existe una desconexión entre lo que fueron esas promesas de campaña y la obra pública que realmente se logre llevar adelante. Esta desconexión también deriva del hecho de que las promesas se realizan sin ningún tipo de planificación o bien visión a largo plazo. Cuando en campaña veamos en televisión esa promesa del proyecto estrella lo primero que debemos de cuestionar es como se va a financiar, que se va a dejar de pagar para poder darle contenido presupuestario, ¿Se creará un impuesto nuevo? La parte más importante de una promesa normalmente es a la que menos se le presta atención y es el cómo se va hacer.

Claro, la improvisación con las promesas de obra pública en campaña tiene sus riesgos durante el periodo presidencial. Tenemos obras anunciadas sin estudios de prefactibilidad, sin presupuesto, sin análisis de costo beneficio, sin planificación, lo que significa que hay que correr. La necesidad de cumplir con estas promesas viene acompañada de la tentación de buscar los mecanismos para hacer contrataciones rápidas obviando los procesos concursales de la ley, de dinamitar cualquier especie de fiscalización que se visualice como una obstrucción y ambos ejemplos van en contraposición de la transparencia. Indudablemente, la carrera llevará a errores procedimentales que también servirán para cuestionar la institucionalidad democrática y el sistema de pesos y contrapesos. La ciudadanía tendrá los mismos problemas sin capacidad de respuesta, los proyectos inconclusos terminan dinamitando la confianza de las personas y es cuando se empiezan a distribuir culpas.

La contratación pública debe ser un instrumento de política pública a largo plazo, más allá de una herramienta para ganar elecciones. La corrección está en manos del electorado para dirigir la discusión electoral sobre el fondo en cómo se resolverán los principales problemas y no en esos proyectos estrella sin contenido ni rumbo. Todos tenemos un criterio sobre los principales problemas del país que debe pesar en nuestra elección, cuando se nos prometa el proyecto más "sexy" obligatoriamente tiene que estar alineado a un plan de desarrollo existiendo claridad sobre el impacto que esa promesa tendrá en el interés público y cómo se va a desarrollar. Es en este escenario, en donde debemos ser más exigentes con los planes de gobierno que deberían tener desarrolladas ampliamente esas promesas vacías para dar una idea del cómo se va a hacer. También debería ser la principal herramienta para llamar a cuentas al futuro gobierno y revisar el cumplimiento de sus promesas.

Ojalá decidamos en función de los planes de gobierno, sobre una discusión política que gire en el fondo de cómo resolver los problemas nacionales y no sobre esas promesas vacías sin rumbo.

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