Este artículo fue originalmente publicado en inglés en el sitio Techpolicy.press
El 26 de agosto, tras meses de arduas negociaciones, la Asamblea General de las Naciones Unidas alcanzó un hito histórico: los 193 Estados Miembros lograron consenso sobre una de las cuestiones más trascendentales de nuestro tiempo: ¿cómo debe gobernarse la inteligencia artificial?
Bajo la cofacilitación de Costa Rica y España, los gobiernos acordaron establecer un Panel Científico Internacional Independiente sobre IA y lanzar un Diálogo Global sobre la Gobernanza de la IA. Esta resolución es más que un documento más de la ONU: constituye el primer intento colectivo de situar la gobernanza de la IA en el foro más universal del mundo, donde cada país tiene voz.
Inspirado en las recomendaciones formuladas casi un año antes por el Órgano Asesor de Alto Nivel sobre IA de la ONU, que había propuesto la creación de un panel científico y un diálogo global de políticas —junto con un fondo mundial de IA para reducir las desigualdades entre países desarrollados y en desarrollo—, el proceso fue diseñado para involucrar a una gama más amplia de actores más allá de los Estados poderosos o de las empresas tecnológicas.
Promesas y riesgos
Sin embargo, la resolución dista de ser perfecta. A menos que se subsanen sus deficiencias, este audaz marco corre el riesgo de repetir los errores que han marcado esfuerzos internacionales pasados —desde acuerdos climáticos hasta tratados nucleares— donde los grandes compromisos se desmoronaron ante la falta de rendición de cuentas y mecanismos de aplicación.
El Panel Científico estará integrado por 40 expertos independientes, seleccionados para garantizar un equilibrio geográfico y de género, quienes publicarán informes anuales sobre los riesgos, oportunidades e impactos de la IA. El Secretario General de la ONU tendrá a su cargo lanzar una convocatoria abierta y basado en criterios. En teoría, esta es una salvaguarda importante.
Pero la resolución también estipula que no más de dos expertos podrán compartir la misma nacionalidad o afiliación institucional. Esta regla, en apariencia técnica, podría tener consecuencias no deseadas: excluir a talentos de primer nivel —especialmente a quienes poseen doble nacionalidad o vínculos institucionales superpuestos— y, al mismo tiempo, dejar espacio para que Estados poderosos ejerzan influencia discreta en los nombramientos.
Si las selecciones son percibidas como políticas en lugar de meritocráticas, el Panel podría perder credibilidad antes incluso de publicar su primer informe.
Representación de género
Otro desafío será la representación de género. La resolución exige equilibrio, pero sin un lenguaje claro, el “equilibrio de género” corre el riesgo de convertirse en un mero ejercicio burocrático. La delegación de Estados Unidos subrayó acertadamente durante la adopción que la ONU debe garantizar la participación significativa de mujeres y niñas, especialmente del Sur Global.
La sociedad civil comparte esta preocupación: la organización ARTICLE 19 advirtió que el Panel y el Diálogo corren el riesgo de convertirse en espacios de inclusión simbólica si no se anclan explícitamente en los derechos humanos y la equidad de género.
Con demasiada frecuencia, los órganos de la ONU exhiben paridad en cifras pero fallan en sustancia. Para que este Panel sea legítimo, las mujeres no solo deben estar presentes: deben influir en los resultados, aportando perspectivas indispensables para comprender cómo la IA transforma a las sociedades.
El “diálogo” global
El segundo pilar de la resolución, el Diálogo Global sobre Gobernanza de la IA, está concebido como un foro inclusivo para que gobiernos y actores intercambien ideas, mejores prácticas y soluciones. En principio, podría ser innovador. Pero el camino hacia su adopción ofrece una advertencia.
Durante ocho meses de negociaciones, la sociedad civil, la academia, la industria y las comunidades más afectadas por la IA fueron invitadas únicamente en dos ocasiones, por unas pocas horas cada vez. El resto del proceso se llevó a cabo en consultas cerradas, exclusivamente entre gobiernos. Si este desequilibrio persiste, el Diálogo corre el riesgo de convertirse en una cámara de eco intergubernamental, donde se promete inclusión pero no se cumple.
Las advertencias ya son visibles. Irán declaró abiertamente que la selección de expertos “debe permanecer firmemente bajo la autoridad de los Estados Miembros”, una posición compartida en silencio por otros. Tales posturas socavan la independencia que el Panel buscaba garantizar. Si el tira y afloja politico prevalece sobre el mérito científico, el organismo podría convertirse en un nuevo escenario de influencia estatal en lugar de una fuente confiable de orientación imparcial.
La resolución también reconoce las enormes brechas de capacidades en IA —tecnológicas, éticas, culturales y lingüísticas—, pero pospone sus soluciones a futuras discusiones. Esto resulta preocupante. Sin compromisos concretos de financiamiento, capacitación y transferencia de conocimiento, la brecha entre las potencias avanzadas en IA y los países en desarrollo solo se profundizará.
En su declaración, China destacó su Conferencia Mundial de IA de julio de 2025, en la que presentó un plan de acción global para la gobernanza de la IA y propuso la creación de una nueva organización internacional de cooperación en IA. Queda por ver si tales iniciativas paralelas competirán o complementarán el proceso de la ONU.
Un llamado a construir, no solo a debatir
A pesar de sus limitaciones, esta resolución marca un hito. Demuestra que, incluso en una era de fragmentación geopolítica, todavía es posible alcanzar consenso sobre cómo gobernar tecnologías transformadoras. Pero el verdadero trabajo comienza ahora.
Si el Panel es transparente, meritocrático e inclusivo —y si el Diálogo Global se convierte en una plataforma donde se escuchen todas las voces, no solo las de los Estados—, la ONU habrá sembrado las bases de un sistema mundial que trate la IA como un desafío y una oportunidad compartidos.
La IA dará forma a todas las sociedades y a todas las generaciones por venir. Que el primer paso de la ONU conduzca a una gobernanza duradera dependerá de lo que ocurra a continuación: si los Estados Miembros deciden proteger únicamente sus intereses o cultivar un marco que pertenezca a toda la humanidad.
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