Durante décadas le hemos dado la espalda al mar, tratándolo como un territorio distante en la toma de decisiones. Sin embargo, el océano es la parte más grande de Costa Rica —más de 574.000 km² de superficie marina, unas diez veces la terrestre— y concentra oportunidades para diversificar la economía y fortalecer la cohesión social, siempre que se haga con reglas claras y participación local. El ODS 14 “Vida submarina” reconoce que no habrá desarrollo sostenible sin mares sanos. Costa Rica ha asumido compromisos internacionales y un rol activo en foros globales, incluida la Conferencia del Océano de la ONU (Niza 2025). Ahora toca alinear el discurso con la práctica.

¿Qué hemos hecho y qué falta?

Se han creado áreas marinas protegidas, planes de manejo y mecanismos financieros como el Fondo Azul. La adhesión a marcos como CONVEMAR robustece el anclaje jurídico internacional. En la práctica, la colaboración público–social ha dejado lecciones valiosas: por ejemplo, el trabajo de FAICO en Isla del Coco, aportando equipo, investigación y vigilancia en alianza con el Estado.

Aun así, persisten tres brechas: financiamiento insuficiente y poco predecible; gobernanza fragmentada con baja coordinación interinstitucional; e implementación débil frente a pesca ilegal, contaminación y presión sobre ecosistemas. Firmar tratados es necesario; convertirlos en acción sostenida es imprescindible.

Oportunidades de desarrollo (economía azul)

  1. Turismo mar adentro y pesca sostenible/deportiva: Con estándares de certificación, trazabilidad y valor agregado, Costa Rica puede posicionarse como destino azul de alta calidad.
  2. Acuicultura sostenible y servicios ecosistémicos: Manglares y pastos marinos capturan carbono azul, abriendo opciones de compensación y financiamiento climático. Un mar sano rinde más: mantiene el recambio de especies, regula el clima y reduce costos por contaminación.
  3. Seguridad: Un océano activo y regulado también es una inversión en seguridad pública frente al uso ilícito de rutas marítimas por parte del crimen organizado.
  4. Financiamiento innovador: En 2024 se colocó el primer bono azul del país por 50 millones de dólares con apoyo de BID Invest, orientado a proyectos costero‑marinos y de economía circular. Este hito debe complementarse con la expansión del Fondo Azul, pagos por servicios ecosistémicos marinos y acceso a fondos climáticos.

Gobernanza: reformar para coordinar

La gestión marina requiere una reforma de gobernanza que ordene competencias, establezca ventanillas claras y recupere la coordinación que alguna vez impulsó la comisión de gobernanza marina (espacio interinstitucional de articulación). Un mandato renovado —con participación de comunidad científica, ONG, sector privado y gobiernos locales— debe priorizar la cogestión: decisiones compartidas, responsabilidades claras y beneficios tangibles para las comunidades costeras.

Recomendaciones

  • Cuentas oceánicas nacionales: Ministerio de Hacienda y Banco Central deben medir periódicamente el valor económico, social y ambiental del océano, siguiendo el marco internacional de contabilidad de capital natural, para integrarlo a política fiscal, inversión pública y competitividad.
  • Escalar el financiamiento: Expandir el Fondo Azul, nuevas emisiones de bonos azules y esquemas de pagos por servicios ecosistémicos marinos con métricas públicas de impacto, auditorías independientes y participación comunitaria.
  • Cogestión vinculante: Consejos locales de manejo marino con representación de pescadores, mujeres lideresas y juventudes; acuerdos de uso con metas y sanciones; acompañamiento técnico permanente.
  • Regulación y cumplimiento inteligentes: Monitoreo con satélites, sensores, patrullaje coordinado y ciencia ciudadana; conexión de datos ambientales con seguridad pública para disuasión temprana de ilícitos.
  • Transversalizar el mar: Integrar objetivos marinos en NDC, adaptación/mitigación climática, turismo, ordenamiento territorial y educación.

No se trata de elegir entre conservar o producir, sino de entender que la producción futura depende de la conservación hoy. Con más de 574 000 km² de mar, Costa Rica puede convertir su patrimonio natural en una plataforma de bienestar, empleo y resiliencia. Si medimos bien (cuentas oceánicas), financiamos con reglas claras (bonos azules y Fondo Azul), coordinamos en serio (reforma de gobernanza) e involucramos a quienes viven del mar (cogestión), pasaremos de la retórica a los resultados.

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