Hace unos meses viajé durante más de cinco horas, desde Cartago hasta Guanacaste, para asistir a un taller sobre hidrógeno verde: un vector energético que resulta ideal para descarbonizar sectores difíciles de electrificar, como el transporte pesado o ciertos sectores industriales. Podría parecer un esfuerzo desmedido, pero me parece una decisión necesaria. Aportar a la transición energética justa de Costa Rica requiere de convicción, pero sobre todo de preparación.
En los combustibles limpios, y en particular en el hidrógeno verde, encontré la convergencia entre mi formación en ingeniería química y ambiental, y mi experiencia en cooperación internacional. Y tras haber investigado, cursado talleres y facilitado espacios de diálogo, reafirmo una convicción: la educación es la llave para que Costa Rica se convierta en un centro de innovación energética que genere empleos verdes de calidad, en las próximas décadas.
Potencial y crisis educativa
Costa Rica tiene credenciales únicas para posicionarse como referente regional en transición energética. Más del 95 % de su matriz eléctrica es renovable, ocupó el tercer lugar en innovación en América Latina según el Índice Mundial de Innovación 2021 y se ubicó como el primer país latinoamericano de acuerdo con el Índice de Desempeño Ambiental 2024.
La Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde de Costa Rica plantea una visión alentadora: crear al menos 12 000 empleos y consolidar al país como laboratorio vivo de soluciones en hidrógeno verde. El verdadero motor de esta transición es el talento humano. Sin personas jóvenes e innovadoras formadas en energías limpias, ingeniería, economía y ciencias sociales, entre otras áreas, ese centro será apenas una promesa.
Por otra parte, el panorama educativo enciende alarmas. Según un informe de Manpower Group, los empleadores en el sector energía encuentran dificultades para cubrir puestos vacantes en el sector energía en el 2025 en Costa Rica. El X Informe del Estado de la Educación advierte que la inversión en esa materia cayó a mínimos históricos, mientras las pruebas PISA 2022 reflejaron retrocesos en lectura, matemáticas y ciencias.
En otras palabras, mientras la demanda de empleos verdes crece, la capacidad del sistema educativo para prepararlos disminuye. Si no se revierte esta tendencia, Costa Rica corre el riesgo de perder oportunidades estratégicas que promuevan su liderazgo en la transición energética.
Un espacio de oportunidades
El pasado 19 de agosto contribuí en la coordinación como agente articulador del foro “Hidrógeno Verde en Costa Rica: Innovación y Juventudes”, organizado por la Escuela de Ingeniería Química de la Universidad de Costa Rica, la Asociación Costarricense de Hidrógeno (ACH2), la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) y la Red de Juventudes y Cambio Climático.
Esta oportunidad surgió también gracias al respaldo que obtuve de un programa internacional de liderazgo juvenil, el Young Professional Fellowship Canada’25, que fomenta la preparación y la voz activa de nuevas generaciones en debates globales. La actividad reunió a voces clave de la academia, la cooperación internacional, el sector privado y la sociedad civil, colocó la innovación en hidrógeno verde y la participación de las juventudes en el centro de la discusión y evidenció la importancia de espacios de encuentro intersectorial.
En este foro, jóvenes de diferentes disciplinas compartieron una misma inquietud: “quiero aprender más”. Esa frase refleja el interés genuino de una generación dispuesta a sumarse a la transición energética, pero también destaca la urgencia de abrir más opciones de formación flexible, diplomados, carreras técnicas cortas y cursos en línea, que permitan responder ágilmente a la demanda del mercado.
El futuro en nuestras manos
Si Costa Rica quiere consolidarse como un centro energético, debe enfrentar con decisión la crisis educativa, modernizar la oferta académica, invertir de manera sostenida en formación de talento y abrir espacios de liderazgo para las juventudes.
La transición energética no es únicamente una cuestión tecnológica. Es un proyecto de desarrollo humano, de empleabilidad y de cohesión social. Con alianzas entre academia, sector privado, gobierno, cooperación internacional y juventudes, el país puede no solo exportar hidrógeno verde, sino también conocimiento y servicios especializados de alto valor, que podría diferenciar a Costa Rica a nivel regional.
El hidrógeno verde representa para Costa Rica una oportunidad estratégica de generar empleo, diversificar la economía y reforzar su independencia energética. Pero ese futuro depende de una decisión urgente: apostar por la educación como pilar estratégico. El talento joven existe y está motivado. Lo que falta es abrir puertas y crear las condiciones para que ese potencial se convierta en innovación y desarrollo. La clave está en la voluntad política, en la transformación de las aulas y en la multiplicación de espacios de intercambio multisectorial.
Costa Rica tiene la oportunidad de ser reconocida no solo por su riqueza natural, sino también por formar líderes capaces de guiar una transición energética justa. La transición energética no es únicamente un asunto de tecnologías limpias; es también una cuestión de personas provistas con las herramientas necesarias para contribuir al desarrollo de su país.
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