Como doctor en Educación, profesor universitario y conferencista me he dado a la tarea de analizar hacia dónde camina la educación en un mundo en constante transformación. Tras varios estudios y reflexiones sobre las tendencias que están marcando el rumbo, me llamó especialmente la atención el tema del microaprendizaje. Considero que profundizar en este enfoque y aprovecharlo con criterio puede generar cambios significativos en nuestros sistemas educativos, y por eso quiero plantear aquí algunas ideas que podrían servir de punto de partida para repensar la enseñanza.
Vivimos en un mundo acelerado, saturado de información y con estudiantes cada vez más dispersos entre pantallas, tareas y estímulos. La escuela tradicional, con clases largas y homogéneas, parece ir en dirección contraria a los hábitos de atención de esta generación. En este contexto ha surgido una propuesta que promete transformar la forma en que aprendemos: el microaprendizaje. Pero ¿es realmente el camino hacia el futuro de la educación o solo una moda pasajera?
El microaprendizaje consiste en dividir los contenidos en unidades breves, focalizadas y fáciles de consumir, muchas veces a través de medios digitales. Pueden ser cápsulas de cinco a diez minutos, un video corto, un cuestionario interactivo o una infografía que refuerza un concepto clave. La lógica es simple: aprender en pequeñas dosis, reforzar de manera continua y permitir que el estudiante avance a su ritmo.
Este enfoque ya ha mostrado resultados prometedores en diferentes partes del mundo. Empresas internacionales como Siemens y Google lo utilizan para capacitar a su personal, logrando reducir el tiempo de entrenamiento hasta en un 60% y aumentando la retención del conocimiento en un 40%. En la educación superior, estudios han demostrado que estudiantes de MBA que usaron módulos de microaprendizaje obtuvieron mejores calificaciones que aquellos que siguieron métodos tradicionales. Plataformas educativas como Duolingo lo han convertido en parte de la vida cotidiana: aprender un idioma mediante cápsulas cortas, repetitivas y gamificadas, con millones de usuarios practicando cada día. Estos ejemplos demuestran que, bien diseñado, el microaprendizaje puede ser eficaz tanto en la educación formal como en la capacitación profesional.
Más allá de los casos concretos, el microaprendizaje se proyecta como parte de un ecosistema más amplio en el futuro educativo. La integración con inteligencia artificial permitirá contar con tutores virtuales capaces de generar ejercicios personalizados y adaptarse al ritmo de cada estudiante. El aprendizaje móvil y ubicuo pondrá cápsulas disponibles en cualquier momento y lugar, aprovechando los teléfonos inteligentes que ya forman parte de la vida diaria. La gamificación y el uso de redes sociales harán que el aprendizaje breve se mezcle con los formatos que consumen los jóvenes, desde videos cortos hasta micro-retos. Y la hibridación con la educación presencial permitirá que lo micro se use para repaso o preparación, mientras las clases presenciales se reservan para la profundización.
En Costa Rica, este modelo abre oportunidades importantes, pero también plantea desafíos. Por un lado, tenemos una alta penetración de teléfonos inteligentes, incluso en zonas rurales, una tradición educativa sólida y la posibilidad de diseñar cápsulas breves para materias críticas como matemáticas, inglés o ciencias. Por otro lado, enfrentamos una brecha digital significativa entre lo urbano y lo rural, la necesidad de capacitar a los docentes para crear microunidades de calidad y el riesgo de que lo superficial sustituya a lo profundo si no se combina con otros enfoques. Imaginar a docentes creando microcápsulas de repaso que los estudiantes puedan ver en casa antes de un examen o entre buses no es ciencia ficción, es una oportunidad que ya está a nuestro alcance.
El microaprendizaje no resolverá todos los problemas de la educación, pero sí puede ser una pieza clave en la transformación que necesitamos. La educación del futuro no será ni completamente presencial ni completamente digital, sino un ecosistema híbrido, flexible y adaptado a la realidad de cada estudiante. Costa Rica tiene la oportunidad de no quedarse atrás. Adoptar el microaprendizaje con criterio, evaluación rigurosa y sensibilidad local puede ser un paso decisivo hacia una educación más equitativa, moderna y significativa
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