¿Cuántos votos se necesitan para una reforma constitucional?, ¿cuántos votos se necesitan para una moción de alteración de orden del día?, ¿cuántos votos se necesitan para dispensar de trámite un proyecto de ley? ¿cuántos votos se necesitan para aprobar la mayoría de proyectos en segundo debate?, ¿cuántos diputados se necesitan para sesionar en el Plenario Legislativo?

Si por algo se ha caracterizado el gobierno de Rodrigo Chaves es por el desconocimiento del funcionamiento de la institucionalidad y los Supremos Poderes de nuestro país.

Han señalado en reiteradas ocasiones, a diestra y siniestra, que necesitan 38 diputados para poder gobernar, pero allí han estado siempre los 38 diputados. Han estado en discusiones como la del combo del ICE cuando se aprobó con 45 votos, discusiones álgidas como las del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y las 14 leyes complementarias, el intento de plan fiscal de Laura Chinchilla, la reforma o la vía rápida al plan fiscal de Carlos Alvarado, la promulgación de la Ley Marco de Empleo Público y un sinfín de iniciativas más.

Lo que no ha estado presente en este gobierno, es la capacidad de diálogo, negociación y de comprender que las mayorías en la Asamblea Legislativa se construyen diariamente, pues no basta con conseguir votos para una vía rápida si no existe el convencimiento de los diputados y diputados para el proyecto de ley.

La democracia requiere diálogo, entender que pueden existir opiniones diferenciadas, de allí que se hace necesario siempre apuntar a los equilibrios, pero, además, es necesario concebir que en la Asamblea Legislativa, los diputados no hacen lo que les da la gana, sino lo que es posible.

No existe diferencia alguna en la cantidad de diputados oficialistas entre los períodos 2018-2022 y 2022-2026; sin embargo, sí se han evidenciado estilos de gestión exageradamente distintos. Estilos que se reflejan, por ejemplo, cuando el propio presidente de la república afirma sin inmutarse: «Prefiero quemar los puentes con la Asamblea Legislativa». Con ello, el Poder Ejecutivo, el presidente y sus allegados se equivocan al intentar homologarse con la Asamblea Legislativa.

La Asamblea Legislativa requiere de humildad, sentido de responsabilidad, comprender que la Administración Pública es continua y que más allá de la política electoral está el país; y ese es el trabajo que este gobierno no ha estado dispuesto a hacer: el del diálogo, el del consenso, el del convencimiento, pilares fundamentales en la construcción de los acuerdos.

Como diputado, me resulta sumamente frustrante el nivel de polarización al que nos hemos acercado, en el cual, tanto desde el oficialismo como de la oposición, se han roto o traspasado aquellas reglas —no escritas— del funcionamiento solemne y formal de los Poderes de la Segunda República.

Hoy a casi cuatro años de haber asumido la curul legislativa y a menos de un año de finalizar la gestión como diputado, me resulta absolutamente imperativo señalar que seguimos en la improvisación, en la poca capacidad de convencimiento, en no entender la importancia del debido proceso, para así efectivamente alcanzar lo que todas y todas queremos: los cambios estructurales que Costa Rica tanto necesita.

Sería mezquino no reconocer la labor de algunas personas, ministros y presidentes ejecutivos, cuya labor genuina por aportar al país he visto durante sus cuatro años; sin embargo, existen algunos otros que con tal de que fueran llamados ministros, directores ejecutivos, presidentes ejecutivos, fueron capaces de someterse y renunciar a sus principios, convicciones y a la misma responsabilidad con la Patria.

Hemos sido 38 —y en ocasiones aún más— los diputados provenientes de diversas fracciones que, con un profundo sentido de responsabilidad, entendemos que la Asamblea Legislativa no es, ni debe ser, un órgano homogéneo. Es, por esencia, el foro del debate, el espacio del intercambio de ideas y el punto de encuentro de distintas visiones de país. Las 57 personas que aquí ocupamos una curul, coincidamos o no en nuestras posturas políticas, estamos sentadas en este Plenario porque un sector de la ciudadanía, con sus esperanzas y demandas, depositó en cada uno de nosotros su confianza y su representación.

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