Costa Rica está en una encrucijada. Mientras se discute la implementación de jornadas laborales 4x3 —cuatro días de trabajo por tres de descanso—, algunos celebran la promesa de eficiencia y tiempo libre. Pero, ¿quién piensa en la niñez? Como pediatra, tengo la posibilidad de escuchar a diario las historias de las familias de mis pacientes más vulnerables y entiendo cómo se podrían ver afectados.

Este modelo de jornada ignora una realidad dolorosa: en muchos hogares costarricenses, la escuela es mucho más que un centro educativo. Es el lugar donde los niños reciben alimentación, orientación, seguridad y afecto. ¿Qué pasará cuando sus cuidadores trabajen 12 horas diarias durante cuatro días consecutivos? ¿Quién velará por esos niños y niñas durante esas largas jornadas? ¿Quién les dará la merienda, les ayudará con las tareas, les leerá un cuento o simplemente escuchará cómo estuvo su día?

El proyecto 4x3 se presenta como una modernización laboral, pero su trasfondo revela prioridades que poco tienen que ver con el bienestar social. En un contexto donde la inversión estatal en programas de cuido, apoyo educativo y redes comunitarias ha disminuido drásticamente, esta propuesta no sólo es insensible, es peligrosa.

Mientras el país desmantela poco a poco las ayudas sociales que servían de sostén a miles de familias, crece también la deserción escolar, la falta de oportunidades laborales dignas y la sensación de abandono en muchos adolescentes. No sorprende que el narcotráfico y el sicariato encuentren campo fértil en esta tierra sin siembra. ¿Cómo exigirles a nuestros jóvenes que escojan un camino distinto si el Estado les ha cerrado tantas puertas?

Pedirle a una madre soltera que trabaje 12 horas mientras su hijo pasa la tarde en la calle no es desarrollo: es abandono institucional. Promover jornadas laborales extensas sin garantizar redes de apoyo integrales para la niñez y adolescencia es sembrar violencia futura. Un niño sin vigilancia, sin acompañamiento emocional, sin guía, sin vínculo, es un niño en riesgo. Y ese riesgo no desaparece el viernes por la tarde cuando llegan los tres días de descanso.

La salud pública se construye desde lo cotidiano: una comida compartida en familia, una tarde de juegos, un libro antes de dormir. El bienestar infantil no se negocia por productividad. Necesitamos una Costa Rica que priorice a su niñez, no que la sacrifique en nombre de la eficiencia económica de algunos pocos.

Antes de aplaudir los beneficios de las jornadas 4x3, pensemos en los rostros de quienes no tienen voz en esta discusión. Y preguntémonos con honestidad: ¿vale la pena este modelo si para avanzar como país debemos dejar atrás a los más pequeños?

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