Casos se han presentado principalmente en comunidades de Puntarenas, Guanacaste y Limón.

Un creciente número de casos de dirofilariosis o “Gusano del corazón” en perros de comunidades costeras del Pacífico encendió las alertas en el gremio veterinario costarricense, que advierte sobre las graves consecuencias de esta enfermedad parasitaria si no se detecta y trata a tiempo.

El padecimiento, causado por el parásito Dirofilaria immitis y transmitido por la picadura de mosquitos, puede provocar alteraciones cardíacas, pulmonares y, en casos avanzados, la muerte del animal.

Según Víctor Manuel Montenegro, médico veterinario y presidente de la Sociedad del Gusano de Corazón del Colegio de Profesionales en Medicina Veterinaria, los casos se están concentrando en zonas como Punta Morales, Costa de Pájaros, Puntarenas Centro, Tamarindo, Puerto Jiménez, Río Claro y Parrita, además de algunos puntos en Sarapiquí y Tortuguero.

“En algunos lugares se está reportando una positividad de hasta dos de cada cinco perros examinados. Esto es un indicio claro de que el vector está presente y que el riesgo de infestación es alto”, señaló Montenegro, quien agregó que los datos se obtuvieron mediante un muestreo realizado entre 2021 y 2025 por el Laboratorio de Parasitología de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional (UNA).

El Colegio de Médicos Veterinarios (Colvet) detalló que a enfermedad es silenciosa en sus primeras fases, por lo que muchos animales pueden estar infestados sin mostrar síntomas visibles. Posteriormente, conforme avanza, comienzan a manifestarse señales como jadeo en reposo, tos persistente, fatiga, pérdida de apetito, anemia y desmayos.

En su etapa final, el gusano interfiere con el flujo sanguíneo desde el corazón hacia los pulmones, comprometiendo el funcionamiento de órganos vitales.

¿Cómo llega el gusano a los perros y cómo protegerlos?

El parásito no se transmite de perro a perro, sino a través de un ciclo biológico que involucra a los mosquitos como vectores. Cuando un mosquito pica a un perro infectado, ingiere larvas que luego maduran en su organismo en un plazo de aproximadamente 14 días.

Al picar a otro animal, el insecto inocula las larvas, que migran hasta el corazón del nuevo hospedador, donde se desarrollan como gusanos adultos capaces de vivir hasta por siete años.

Ante esta situación, el experto indicó que los tutores de mascotas, especialmente en regiones cercanas a cuerpos de agua como esteros, ríos y zonas costeras,  deben adoptar una rutina preventiva.

La administración de antiparasitarios de forma continua durante el año, sumado a pruebas de detección de antígenos en sangre, es clave para reducir los riesgos. En zonas de alta prevalencia, la recomendación es hacer pruebas cada seis meses”.

En caso de infección confirmada, los tratamientos existentes incluyen el uso de clorhidrato de melarsamina o el método “slow kill” con doxiciclina, siempre bajo la supervisión y prescripción de un médico veterinario. La elección del tratamiento depende de factores como edad, peso y estado general del animal.

Montenegro subrayó que esta es una enfermedad evitable si se toman las precauciones adecuadas. “El compromiso de los tutores es fundamental. En la mayoría de los casos, el descuido en la prevención es lo que lleva a consecuencias trágicas. Es una enfermedad silenciosa, pero devastadora si no se actúa con responsabilidad”, concluyó.