Nací en San Felipe de Alajuelita y viví ahí hasta mis 24 años. Ahí siguen viviendo mi familia más cercana y buena parte de la familia de mi esposa. Conozco de primera mano lo que significa vivir con miedo, y por eso el tema de la seguridad no me es ajeno. He trabajado temas de cultura de paz en comunidades urbanas y he realizado consultorías sobre estrategias de seguridad comunitaria. Hoy, como ciudadano preocupado, quiero proponer algunas ideas que podrían ayudarnos a enfrentar esta crisis de forma realista, con lo que ya tenemos.

1. Una estrategia nacional, un solo centro de mando

Necesitamos una estrategia operativa única, con un centro de mando que articule y coordine las acciones de todos los cuerpos policiales en zonas claves. Esta estrategia debe partir de las ideas de quienes están en el terreno: mandos medios operativos y estratégicos que conocen los barrios y saben cómo se mueven las bandas. La presencia policial efectiva, bien planificada, puede hacer una diferencia inmediata.

2. Inteligencia policial de base

Urge fortalecer las capacidades de inteligencia policial para anticipar movimientos de bandas, entender sus lazos con actores sociales y económicos, y actuar antes de que el delito ocurra. La reacción ya no basta.

3. Tramitación ágil de casos penales ligados a violencia

No se trata de endurecer penas, sino de aplicar justicia de forma eficaz. Debemos garantizar recursos y normativa adecuada para que los casos ligados a la violencia comunitaria sean tramitados rápidamente. La impunidad, o su apariencia, es gasolina para el miedo.

4. Solidaridad nacional con las comunidades golpeadas por la violencia

La presencia policial es necesaria, pero no suficiente. Hay que inundar las comunidades con vida. Equipos de fútbol, organizaciones de responsabilidad social, vecinos de otras zonas, iglesias, músicos, artistas. Un esfuerzo nacional y plural que diga claramente: estas comunidades no están solas. Que nadie sienta que el país se dio por vencido con ellos.

5. Mejora sostenida del espacio público

Esto ya se sabe, pero no se hace a escala suficiente: buena iluminación, espacios públicos cuidados, actividades culturales y deportivas permanentes. No basta con construir un parque: hay que activarlo. Y mantenerlo seguro.

6. Acciones de mediano plazo, empezando ya

  • Cambiar patrones de crianza. Acabar con la violencia en el hogar es prevenir la violencia en la calle. Las iglesias, escuelas y comunidades pueden ayudar.
  • Reformar el INA para llegar con agilidad a los jóvenes de comunidades violentas. Vincular formación técnica con oportunidades reales de empleo o emprendimiento.
  • Asegurar la permanencia y el éxito escolar de nuestros adolescentes. Esto incluye cultivar habilidades blandas, propósito de vida y redes de apoyo.

7. Tratar la inseguridad como una crisis de salud pública

La violencia se contagia. Como una epidemia, se expande, muta y destruye. Necesitamos que el Ministerio de Salud entre en esta conversación: desde la prevención hasta la atención psicológica a las víctimas. Es una crisis sanitaria y hay que tratarla como tal.

En conclusión

Sé que todo esto suena ambicioso. Pero más ambicioso (y peligroso) es seguir esperando que una mega cárcel o una nueva ley mágica lo resuelvan todo. No es solo cuántos reos hay, sino cuántas comunidades sentimos que ya no tenemos patria. Hay mucho por hacer, pero hay esperanza. Y sobre todo, hay muchas manos dispuestas si nos unimos. Esto no se arregla desde una oficina. Se arregla desde San Felipe, desde Limón, desde Hatillo. Desde cada lugar donde aún creemos que es posible vivir sin miedo.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.