Los tertulianos son una especie en vías de extinción. Los tertulianos y la tertulia: esa forma de hacer vida social y ser ciudadanos que ha caído en desuso y entendemos, apenas, como un vestigio del pasado. La tertulia es hoy materia anacrónica e incomprensible, aunque todavía quedan pequeños reductos de resistencia, orientados por el placer de la charla prolongada, el deseo de conectar con los demás y la curiosidad por el conocimiento del otro
Se calcula que en la segunda mitad del siglo XIX Madrid contaba con más de 100 cafés en los que se reunían, conversaban y enfrentaban sus opiniones, algunas veces con dos o tres decibeles por encima de lo necesario, los escritores y artistas de la época. Cuando Benito Pérez Galdós llegó a Madrid se sintió deslumbrado por las tertulias y las describió con cariño y detalle en su novela Fortunata y Jacinta (1887). El dramaturgo Ramón del Valle-Inclán comentó que el Nuevo Café de Levante, ubicado en la Puerta del Sol, había ejercido más influencia en la literatura y en el arte de su tiempo que dos o tres universidades y academias.
En Costa Rica, La Tertulia fue un periódico que circuló entre 1834 y 1835, como un espacio de diálogo y de balance; de reunión de opiniones y formación de conciencia política. Así, tanto la conversación distendida que llamamos tertulia como el periódico que tomó prestado su nombre, fueron piezas fundamentales para la consolidación de una cultura democrática costarricense. Lo fueron y todavía lo son. Por eso resultan muy valiosos, y son incluso imprescindibles, los espacios de diálogo como práctica habitual en nuestra vida ciudadana.
En el episodio más reciente del programa La Telaraña, a propósito del arte de escuchar, el escritor y conductor Fabián Coto conversó con el músico Manuel Obregón y el microbiólogo José María Gutiérrez. El tema propuesto para la conversación derivó, como debe ser, en apuntes y consideraciones sobre la música de las plantas, sobre el valor del silencio y la importancia de un contertulio ejemplar de la Costa Rica del siglo XX: Alberto Cañas.
Don Beto fue fundador de los partidos Liberación Nacional y Acción Ciudadana, de los periódicos La Nación y La República, la Compañía Nacional de Teatro, el Ministerio de Cultura y el Colegio de Periodistas. A los oficios de escritor, diplomático, abogado y pionero de tiempo completo, don Beto sumó siete décadas dedicadas a la contemplación y cinco a la crítica cinematográficas. Es decir, fue un apasionado de la charla y el conocimiento, del saber ver y escuchar. Como Chema, Fabián y Manuel. No se pierdan esta Telaraña, que es, también, una tertulia animada y un elogio de los tertulianos que aún nos quedan.
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